Tuve que admitir que todos mis compañeros eran atractivos, y los gemelos definitivamente lo sabían.
Los tres tenían el pelo n***o azabache y al menos un hoyuelo cuando sonreían, pero ahí terminaban las similitudes.
Duncan era el más alto de los tres, parecía medir más de 2 metros con una constitución delgada pero robusta. Llevaba gafas de montura negra que no lograban ocultar sus brillantes ojos azules. Estos brillaban cuando sonreía y reía.
Los gemelos tenían unos penetrantes ojos verdes que apenas me habían dejado y tenían una mirada hambrienta en ellos, lo cual ayudaba a mi confianza en su presencia. Medían menos de 1 metro 95 centímetros de altura y tenían una constitución fornida.
Me daba lástima su madre por dar a luz sus anchas espaldas y traseros regordetes, pero iba a tener que agradecerle cada vez que sus traseros se movieran.
—¿Te gusta lo que ves? —Leo sonrió con malicia al pillarme mirándolo—. Sé que me gusta lo que veo.
—Así que te gustan las chicas que apenas comen y con morados en todo su cuerpo? —respondí con sarcasmo antes de que pudiera captar mis palabras.
Leo se detuvo y me miró fijamente.
Sabía que era mi compañero y me repetía eso constantemente, pero mi mente volvía a aquel momento en que el Alfa estaba furioso conmigo por haberle dado a su hijo una B+ en el trabajo que hice para él.
Los gritos, los insultos, él rompiendo cosas mientras las arrojaba al otro lado de su oficina. No entendía qué tenía de malo una B. No me pegó, pero la mirada que me lanzaba, con sus puños apretados a los costados, sabía que lo deseaba.
En su lugar, llamó a mi madre para explicarle la situación y ella me llevó a casa para enseñarme la lección que él me hubiera enseñado.
Me tensé cuando Leo dio un paso hacia adelante. Caí al suelo y envolví mis brazos alrededor de mis rodillas, ocultando mi rostro lo mejor que pude.
—Lo siento, Alfa. Puedo hacerlo mejor —supliqué—. Por favor, no llames a mi mamá. Lo haré mejor la próxima vez.
Sentí que me arrastraban de vuelta al dolor del látigo y el collar de plata, al fin de semana que pasé en el calabozo de rodillas y mi hermano me llamaba su pequeña perra fea.
No, no caigas en ese maldito agujero n***o.
Escuché pasos acercándose, lo que me hizo encerrarme aún más antes de que alguien se dejara caer detrás de mí y me abrazara. Me tensé pero me relajé una vez que percibí el aroma a café de Duncan rodearme.
Entre el ronroneo de Moonlight y el ritmo cardíaco de Duncan, mis nervios se calmaron.
Dos juegos más de pasos se acercaron lentamente, dándome tiempo para detectar a Leo con su aroma a piña y coco en mi lado derecho.
Lucas con su aroma a coco y algún tipo de dulce frito, se puso a mi izquierda, lo que me hizo desear haber ido al menos a una feria en mi vida.
Moonlight estaba en el cielo con todos sus aromas envolviéndonos en una capa de calma y amor.
—No fue mi intención asustarte, Mate —susurró Leo, agachándose y poniendo su frente en mi hombro—. No conozco tu pasado, pero espero que algún día nos conozcamos completamente mientras creamos aún mejores recuerdos juntos.
—Ninguno de nosotros haría algo para lastimarte si podemos evitarlo —añadió Lucas—. No puedo hacer promesas que no pueda cumplir. Tal vez olvidamos algo como una cita o algo mucho más estúpido, pero nunca te haremos daño.
—En general, son unos verdaderos dolores, así que prepárate para darles un buen golpe. —Duncan rió rompiendo su ronroneo.
Gruñí y me acerqué aún más a él.
—¿Te gusta mi ronroneo, cariño? —Volvió a ronronear. Podía sentir la felicidad irradiando de él.
—Siento mucho haber reaccionado así a tu coqueteo —le dije a Leo.
Mantuve mis ojos bajos al hablar. No estaba lista para ver lástima en sus ojos.
—Quiero intentarlo, pero necesito que tengas paciencia conmigo. Todavía estamos débiles por nuestra rechazo de ayer.
—Te daremos todo el tiempo del mundo, mi dulzura. —Sentí los labios de Leo en mi cuello mientras hablaba—. Tienes un aroma a pan recién horneado y canela. No puedo tener suficiente de eso. —Inhaló profundamente.
—De acuerdo, ya basta.
Draco gruñó mientras atravesaba a los gemelos y me ayudaba a levantarme.
—Qué tal si vas al baño para arreglarte mientras tengo una pequeña charla de hermanos con estos gemelos y su hermano mayor, que tanto me jode.
Asentí y fui hacia donde él señalaba. Él comenzó a hablarles antes de que yo siquiera llegara al baño, y los estaba reprendiendo.
Sabía que les iba a contar todo lo que había visto, oído y notado desde anoche antes de partir cerca de medianoche.
Sabía que pasarían por muchas emociones. Demonios, yo pasé por ellas durante y después. Solo tenía que esperar que no llegaran al punto de pensar que yo era algo menos que una persona completa o que no valía el esfuerzo.
Moonlight podría terminar pateándoles el trasero por eso.
"No, yo les patearía el trasero antes de unirme a cualquiera de sus manadas enemigas solo para demostrar que no los necesitamos, y quiero que esa manada del infierno se arrepienta de habernos lastimado."
Bufó y asintió con la cabeza.
Me senté en el último cubículo del baño y apenas terminé de usarlo antes de que la puerta se abriera de golpe y llegara el olor a leche podrida y muerte. Algunos otros olores entraron con los siguientes lobos, pero los primeros dos eran los más intensos y desagradables.
—Sabemos que estás ahí. Podemos oler tu asqueroso y patético culo contaminando el baño —dijo una de las lobas antes de empezar a golpear la puerta del cubículo en el que estaba—. Tenemos algunas cosas que discutir contigo para limpiar el aire.
Escuché algunos resoplidos y acuerdos. Parecía que eran cinco o seis de ellas. Había estado en esta misma posición algunas veces antes, pero esta vez era diferente. Me sentía diferente.
No iba a salir y cubrirme lo máximo posible para no salir tan herida hasta el punto de que no pudiera caminar. No, ya estaba harta de esta mierda.
Si iba a recibir una paliza, también iba a dar unos cuantos golpes afortunados.
Empujé la puerta del cubículo sorprendiendo a la chica que olía tan mal. Dio un pequeño chillido y retrocedió. Eso me dio cierta satisfacción, no voy a mentir.
Hice como si las ignorara y fui a lavarme las manos. Sus miradas eran como dagas esperando perforar mi piel y hacerme sangrar.
Las seis estaban listas para un derramamiento de sangre.
—Escucha, cachorra, esos alfas son para mí y para mis hermanas —amenazó una mujer amazona pelirroja al lado de la que olía mal.
Parecían iguales, con pequeñas narices y pómulos altos.
—Duncan va a aparearse con nuestra hermana mayor en dos semanas. Han estado saliendo desde que llegó aquí, así que mantén tus sucias patas de puta lejos de ellos.
Lo de Duncan me afectó y rompió parte de mi armadura, pero no necesitaba que lo supieran. Moonlight estaba lista para tomar el control.
No le importaba si ellos habían estado follando con todo el grupo antes de que llegáramos. Ellos son nuestras parejas y solo se ocuparán de nuestras necesidades a partir de ahora.
—No necesitamos a una loba patética como tú en nuestra manada —dijo una de las chicas detrás de las hermanas—. ¿Por qué no te vas?
—¿Cómo llegaste aquí? Normalmente matamos a los rogue de inmediato —dijo otra.
¿Realmente lo hacían cuando no les habían hecho nada?
Y podían ser un rogue por tantas razones...
Miré alrededor de las chicas buscando una salida. Una puerta, dos ventanas, ambas bloqueadas. Seis contra uno era bastante patético por su parte, especialmente para algunos chicos.
Cada una de las chicas parecía que nunca se perdía una sesión de entrenamiento ni una cita en el salón para asegurarse de tener el mismo corte de pelo con unas uñas largas.
Sabía que no iba a salir de aquí sin algunas heridas, pero me daba igual.
—¿Te has quedado sorda, estúpida? —La líder se burló mientras se acercaba a mí—. Tal vez unos cuantos golpes te hagan entrar en razón. Tienes un aspecto absolutamente asqueroso. Ninguno de esos hombres realmente te quiere, es por el estúpido vínculo de pareja. La diosa lunar cometió un error enorme al atarlos a tu culo.
Exploté.
Mi puño derecho golpeó su nariz antes de darme cuenta. El chasquido no sonó bien, al igual que la vista de la sangre roja brillante que brotaba de su nariz.
Mi cara de sorpresa coincidió con la de los demás en la habitación un instante antes de que todo el infierno se desatara.
—¡Puta! —Fue todo lo que oí antes de que tres chicas se abalanzaran sobre mí.
No tenía idea de lo que estaban haciendo las otras dos, pero estaba agradecida de que no se unieran.
Unos cuantos puñetazos en mis costillas y escuché un crujido. El dolor era normal, así que no lo registré como algo grave hasta que se sumó al dolor adicional de una de las chicas rompiéndome el brazo con su bota y pisoteándolo repetidamente.
Nunca pensé que estas chicas pudieran hacerme gritar después de todo lo que había pasado, pero las heridas que estaban reabriendo y los nuevos huesos rotos me hicieron soltar unos gritos desgarradores.
—¡Cubre su maldita boca! —gritó la chica de la nariz rota.
No tuvieron tiempo de intentarlo antes de que la puerta se abriera de golpe, arrancada de sus bisagras y golpeando contra la pared detrás de ella.
Olí a mis tres parejas y a mi hermano entrar corriendo en la habitación.
Hubo gritos, las chicas gritando de vuelta sobre una chica rogue que habían encontrado, y otras mierdas saliendo de sus bocas. Mi hermano llegó hasta mí y me habló con calma.
—Voy a estar bien. Solo necesito descansar unas horas y estaré como nueva —le susurré.
Asintió, pero mi mente comenzó a nublarse.
Draco les estaba diciendo a todos que se apartaran y que se callaran.
Sabía que tendría unos buenos sueños en los que ellas serían torturadas en lugar de mí.