—Gemma, por mucho que te quiero, necesito que te vayas a casa. —Draco gimió desde la puerta de su habitación—. Tengo una compañera muy necesitada a la que quiero hacer sentir bien, pero mi hermanita está sentada en la sala de estar y se niega a irse a casa. Incliné la cabeza hacia él pero mantuve mis ojos en la puerta principal. —Dame unos hisopos de algodón y estaré bien. No es necesario que te centres en mí cuando tienes una compañera desnuda y sexy esperándote. Lo oí gemir antes de cerrar de golpe su puerta. Pensé que había vuelto a la habitación, pero estaba equivocada. Se acercó a mí, me levantó y me lanzó sobre su hombro, haciéndome chillar. —¡Deja de hacer eso! ¡Tengo que mantenerte a salvo! —grité, golpeando su espalda—. Nadie está autorizado a hacerte daño excepto yo. Me ign