Ocho años antes…
—¿Me quieres decir por que una jovencita que no es mi hija dice que eres su novio?
Izan miro a Nora con enfado a pesar de que sentía por ella mucho respeto.
—Por que se lo dijo a todo el mundo…
—¿Y eso que? ¿Están comprometidos o no?
Izan bajo la vista. Nora supo entonces que pasaba.
—Si mi Amy no te agrada, entonces díselo a tus padres, pero serás tú Izan, quien rompa el compromiso, no mi hija.
Izan no era capaz de decirle a sus padres que deseaba romper el compromiso con Amelie, se lo habían advertido antes. Una unión entre los dos los posicionaría como la mejor empresa de moda a nivel mundial, demasiado dinero había de por medio, en cambio si el compromiso se llegaba a romper existía la posibilidad de que la unión entre las dos familias estuviera en riesgo. Un matrimonio fortalecería los lazos de los Davis con los Becker, en palabras de su madre. Él se sintió como si estuviera encerrado en una cárcel interna, por eso es por lo que odiaba a Amelie por no poder tener opción a elegir sobre su futuro.
Para cuando Nora regreso al consultorio, Amelie ya estaba despierta. Pudo percatarse del enojo en los ojos de su madre.
—¡Vámonos Amy! —soltó Nora a manera de orden.
—Mamá, aún tengo clases.
—Vendrás mañana, ahora necesito hablar contigo a solas.
A Amelie no le quedo de otra más que obedecer a su madre. Camino detrás de ellas hasta el auto sintiendo las miradas de sus compañeros. Entre cotilleos escuchaba como comentaban sobre como era posible que fuera hija de Nora Davis, magnate de la industria de la moda. Era algo ilógico y Amy mas que nadie lo sabía.
Cuando llegaron a casa su madre le dijo que subiera a su habitación. Amelie subió corriendo, pensando que su mamá estaba enfadada con ella por lo ocurrido en la cafetería, sin embargo, no sabía que Nora estaba muy preocupada por lo que le dijo el doctor. Nora apareció en la puerta cerrando al cruzar.
—Hija, te hare una pregunta y quiero que seas honesta —clavo su mirada en la de ella. Amelie asintió —¿has dejado de comer a propósito?
Amelie abrió los ojos de par en par, sorprendida de la pregunta que le había hecho su madre. Lo había hecho, se había torturado no comiendo por días, muy en el fondo quería ser como Alessia, gustarle a Izan, ser una buena prometida para él. Mordió su labio bajando la vista para evitar la mirada de decepción de su madre. Pero al contrario del regaño que Amelie esperaba, su madre se arrodillo frente a ella. A Amelie le enterneció ese gesto y la culpa se apoderó de ella.
—Amy, te amo demasiado hija, yo daría lo que fuera por verte feliz, pero necesito que entiendas una cosa, dejando de comer no bajaras de peso, por más que lo intentes no funciona así —los ojos de ambas se humedecieron —por favor, no lo vuelvas a hacer, si quieres bajar de peso podemos ir a nutriólogos, contrataré un entrenador…
Amelie se abalanzo sobre los brazos de su madre como cuán niña pequeña llorando desconsolada.
—Mamá, no quiero regresar a ese colegio, todos me llaman por apodos sobre que soy gorda, no me obligues a regresar, yo solo quería ser como ellos, estar delgada —chillaba —por favor, mamá, cada día es peor para mí.
Nora tomo el rostro de su hija en sus manos.
—¿Izan no te defiende? —el cuerpo de Amy quedo inmóvil, Nora apretó los dientes de coraje.
—Lo suponía —musito —ese chiquillo me va a escuchar.
—Mamá, Izan no tiene la culpa, toda la culpa es mía yo los provoque con mi gordura.
—¡Jamás digas eso Amelie! ¡Ya basta de ser una niña débil que se excusa de su cuerpo!
…
Pasaron algunos días la madre de Amelie estaba muy callada y extraña le había dicho que dentro de poco harían un viaje solo ellas dos, madre e hija. Amelie se preguntaba a donde irían. Todo era muy confuso, pero agradecía no tener que regresar a la preparatoria.
Un día en el que los padres de Amelie estaban en el trabajo, en la residencia de los Davis apareció Izan Becker. Amelie fue quien lo tuvo que recibir, bajo las escaleras y camino hasta el salón de él ya la estaba esperando. Sus miradas se encontraron, para ella era muy difícil sostener la vista ya que Izan siempre la miraba con ese mismo sentimiento de aborrecimiento hacía ella, como si quisiera atravesarle el pecho con una daga.
—¿Qué haces aquí? —se armo de valor para preguntar.
Izan camino unos pasos hasta quedar frente a ella.
—Tu madre hablo con la mía sobre el incidente de la escuela —comenzó a hablar —dijo que deberíamos terminar el maldito compromiso —el rostro de Amelie se descompuso enseguida.
—Deberías estar feliz por eso, ¿Qué no es lo que siempre has querido? —replico ella.
Izan sonrío de manera maliciosa, a él Amelie no le importaba en absoluto, lo que nunca le había gustado es que lo relacionaran con ella de esa manera, ahora todo el colegio sabía que estaban comprometidos y para él eso era la burla más grande. Camino alrededor de Amelie infundiéndole temor, como si fuera un león que esta a punto de atacar a su presa.
—Me encantaría no tener nada que ver contigo —puso su dedo índice en la frente de ella presionando con fuerza, en verdad Izan la veía de manera aterradora, Amelie no tuvo más remedio que quedarse inmóvil —pero mis padres están decididos a que este matrimonio algún día se lleve a cabo, ¿sabes algo Amy? —era la primera vez que le decía así… —a veces pienso que jamás podré evitar ese destino, algún día tú y yo terminaremos casados.
Amelie abrió los ojos de par en par pestañeando varias veces. Su corazón comenzó a palpitar con fuerza al imaginarse a los dos frente a un altar. Era el sueño de toda mujer algún día casarse con el amor de su vida, pero para nada Izan parecía ser ese hombre para ella. Él sólo sabía insultarla y tratarla mal.
—Si eso pasa… —continúo —ten por seguro que cada día de tu vida te arrepentirás de haberte casado conmigo, así que disfruta tu libertad Amelie Davis, que se que tu madre te llevará a no se donde hasta que puedas tomar un puesto en Davis&Becker, es entonces cuando me conocerás de verdad.
Izan salió disparado hacía la salida. Amy tuvo que sentarse en uno de los sillones del salón para poder tomar aire. No sabía por que Izan la odiaba tanto. Porque si él no deseaba estar comprometido con ella sus padres no le permitían cancelar ese compromiso.
Ese mismo día durante la cena Amelie tuvo que comer, a pesar de que durante el día se había estado reprimiendo. Su madre no quitaba la vista de ella.
—¿Mamá por que los Becker y ustedes no rompen el compromiso con Izan? —pregunto Amelie tratando de entender la postura de Izan. El rostro que tenia hace unas horas era de dolor, ella lo pudo notar, no quería que él sufriera por su culpa, aunque fuera un desgraciado.
Cristopher Davis clavo la mirada en su hija.
—¿Te parece poco que ellos sean nuestros únicos socios en la empresa? Izan es el hijo único de los Becker, si se casa con alguien más las acciones de la empresa se dividirán al igual que si tu lo haces con otro hombre, es necesario que las empresas sigan siendo de los Davis y los Becker, no creo que tenga tanta dificultad razonar sobre eso.
Mire a mamá quien permanecía callada.
—Mamá, ¿tu piensas igual que papá?
Nora Davis podía ser la mujer más dulce con su hija, pero sí de negocios se trata podía separar perfectamente los sentimientos del dinero.
—Nosotros no romperemos ningún compromiso Amelie, que lo hagan ellos si quieren.
—Pero mamá, ¡los padres de Izan lo están obligando!
—Ese es asunto de ellos Amelie y tu no te metes en eso —replico su padre ocasionando en Amy una serie de escalofríos por toda la espalda.
Amelie no comprendiendo la situación se puso de pie y se fue corriendo escaleras arriba hasta su habitación. Ahí lloro desconsolada por el hecho de que algún día tendría que vivir en un infierno. ¿Por qué tenía que ser la heredera de los Davis? ¿Por qué debía acatar esa estúpida idea de comprometerse a tan corta edad con alguien que no la quería?
Se puso de rodillas frente a la cama sacando su cajita secreta, era donde guardaba algunos chocolates para este tipo de ocasiones en las que la ansiedad por algo dulce la rebasaba. Comió uno, dos, tres, ocho chocolate hasta quedar totalmente saciada. De pronto su estómago comenzó a rugir de manera feroz, no había comido nada en todo el día y ahora su estómago estaba resintiendo toda esa cantidad de chocolate que había ingerido. Corrió rápidamente al inodoro donde comenzó a vomitar sin control.
“No lo vuelvo a hacer” pensó, pero muy en su interior sabia que esa promesa ya se la había hecho en otras ocasiones y era el mismo número de ocasiones que la rompía. Regreso recostándose en la cama, abrazando su almohada. En eso su madre apareció abriendo de golpe la puerta de la habitación que hizo que Amy se sobresaltara.
—Mañana nos vamos —soltó tajante.
Amy frunció el ceño confundida.
—¿A dónde iremos mamá?
Nora Davis parecía molesta, Amy lo sabía puesto que se ponía así siempre que discutía con su padre.
—Hija debes entender que no eres una simple adolescente, eres la heredera de un imperio de moda, y por lo tanto debes verte y comportarte como tal, tu padre me culpa de haber sido tan blanda contigo.
—¿Te avergüenzas de mi mamá?
Nora negó con la cabeza para después sentarse a su lado tomando su mano entre las suyas. Amy había sido siempre el sueño de Nora tenía una hija bondadosa y dulce, pero sabía que había cosas que se tenían que pulir en ella para que un día pudiera enfrentar a la cruel sociedad que había allá afuera. Después de este viaje se encargaría de que jamás volvieran a insultar a su hija.
—Eres lo más preciado que tengo Amelie, quiero verte feliz, triunfante… por eso haremos un viaje el día de mañana, es un viaje especial y una sorpresa para ti —acarició su mejilla. Nora no sabía la manera en que se lo tomaría Amy, pero independientemente de si le agradaría esta decisión que ella y Cristopher habían tomado, Nora lo hacía por su bien. Algún día tal vez Amy lo comprendería.
La mañana llegó y con eso Amy y Nora se despidieron de Christopher Davis con un beso. Él les deseo lo mejor para el viaje, le dijo a Amy que estaría ansioso de verla a su regreso. Había un tono especial en la voz de su padre que ella no podía identificar, por lo regular el no solía hablarle con tanto cariño. Pero no importaba puesto que era su padre y lo amaba así que se permitió darle un par de abrazos que no rechazo. Subieron al auto felices y una vez dentro Amy le pregunto a Nora si ya le diría a donde iban.
—No cariño, lo sabrás a su tiempo —contesto Nora sin dejar de mirar la pantalla de su móvil.
Amy tuvo su primera pista cuando abordaron el jet privado de sus padres, escuchar al piloto que anunció el viaje con destino a Massachusetts. Una vez ahí, llegaron al hotel Lennox, su madre pidió la habitación que ya había reservado y subieron por el elevador.
—Mañana por la mañana iremos a nuestro destino Amy, así que hoy tenemos el día libre madre e hija, podemos ir a comer a un lugar delicioso e ir de compras, ¿Qué te parece? —a Amelie le gustaba el tono de entusiasmo en la voz de su madre por lo que no tardo en asentir feliz.
Para la sorpresa de Amy su madre no la llevo a los restaurantes de comida fina que solía visitar, esta vez fue diferente diferente, la llevo a un restaurante de comida rápida, de esos a los que su madre les tenia pavor.
—¿Qué hacemos aquí mamá? —pregunto Amy confundida.
—Una vez al año no hace daño, ¿quieres un helado?
Amelie se sentía demasiado extraña ante el comportamiento de su madre, se supone que para ser delgada debería comer cosas sanas o no comer, pero su madre la había traído a comer hamburguesas y helado, ¿Qué estaba pasando con ella? ¿acaso se había vuelto loca? Ese día comieron hasta sentir que ya no podían más, platicaron como nunca lo habían hecho, su madre le reitero en varias ocasiones lo mucho que le importaba, pero en el fondo Amy sentía tristeza, aunque no sabía porque, era como si su madre estuviera despidiéndose de ella, pero en caso de que así fuera ya se lo hubiera dicho, a ella no le importaba ir a un internado mientras fuera lejos de la zona de Nueva York donde todo mundo la conocía.
A la mañana siguiente ambas subieron al auto con rumbo desconocido. El chofer lo detuvo frente a un enorme edificio con la leyenda “Centro de rehabilitación y salud para personas obesas” Amelie sintió que por unos instantes su corazón se detuvo. Comenzó a negar con la cabeza haciéndose mil ideas, su madre había descubierto su secreto. Antes había leído sobre este tipo de lugares, era como un internado donde había doctores de todo tipo que se encargaban de que si o si siguiera una dieta.
—No mamá… te juro que seré la hija que quieren, hare muchas horas de ejercicio, ya no vomitare, pero no me dejes aquí…
—Calma Amy, es por tu bien —dijo Nora tratando de tranquilizar a su hija, le hizo una señal con la vista al chofer quien abrió la puerta del lado donde Amy se encontraba y la arrastro hacía el exterior. Amy comenzó a retorcerse para zafarse, pero a unos metros dos tipos altos vestidos de enfermeros ya la esperaban.
—¡No mamá! —comenzó a llorar —no me dejes aquí…
Una lagrima escapo de los ojos de Nora, enseguida la limpio, no quería verse débil ante su hija. La decisión ya estaba tomada, tal vez Amy ahora no lo comprendía, pero después de hablar con el doctor que la había atendido en el colegio fue que descubrió que su hija tenía varios trastornos alimenticios y si continuaba así en unos meses se volvería bulímica o peor aún anoréxica. Eso le dolía a Nora en el alma, al menos sabia que en este lugar estaban los doctores mejor calificados de todo el continente para atenderla.
—Adiós Amy, te amo… —dijo Nora antes de entrar de nuevo al auto marchándose de ahí.
Minutos después tomo su móvil e hizo una llamada al director del hospital quien le aseguro que ella estaba en las mejores manos, la habían evaluado y tardaría año y medio en completar su tratamiento por completo. El doctor le había explicado que en ese centro se les enseñaba a comer a los pacientes de manera saludable, el rechazo al lugar era porque ahí las porciones estaban controladas, en ninguna parte encontraría dulces ni chocolates además de poder detectar si ella dejaba de comer o en su caso hacerse daño de alguna manera. Eso a Nora le daba cierta seguridad. Colgó el móvil para después abrir una aplicación, era el video remoto en tiempo real de Amelie en su habitación, estaba sentada en el suelo llorando.
—Es por tu bien hijita… —espeto Nora en voz baja antes de guardar su móvil de nuevo, respirar profundo y volver a ser la misma mujer fría y calculadora ante los demás.
En el presente…
Amelie se miró al espejo, apenas y reconociéndose. Sonrío con malicia. Admiró su peluca de cabellos rosados que le llegaban hasta el hombro, el maquillaje invasivo en sus ojos en tonos rosados y azulados que daban el efecto de que trajera puesto un antifaz. Sus pupilentes color verdes. Manolo escogió un vestido color blanco ceñido a su delgado cuerpo con encaje en la bastilla que hacía que se viera tremendamente sexy a juego con unas botas altas.
—Estoy lista… —musitó.