En el presente….
Amelie Davis se encontraba viajando a la ciudad de Manhattan en el asiento trasero de un auto. Para ella regresar después de tantos años le producía cierta nostalgia, sin embargo, no extrañaba este lugar. Ella había decidido hacer su vida en otra ciudad, pero las circunstancias del destino la arrojaban a regresar. Aquellos comentarios que un día tuvo clavados en su mente ahora eran más que un recuerdo desagradable, “Miren a la gorda, ahí viene inundándonos con su grasa…”, “te acabarás todo el oxígeno del salón de clases”, “eres fea” … ya no le producían ningún sentimiento. No quedaba nada de aquella Amelie débil, ahora era una mujer diferente, años y años tuvieron que pasar para que se convirtiera en la persona que ahora era. Lo había pensado mucho en los últimos días y estaba preparada para volver a verlo, volver a ver a Izan Becker, esta vez las cosas serían diferentes…
Tomó su móvil releyendo los mensajes que había mantenido con Izan desde hace meses cuando se enteró que sus padres habían fallecido, lo recordaba como si hubiera sido ayer, su madre le llamó para notificarle que los Becker habían fallecido en un accidente de avión cuando iban a Paris de vacaciones. Su interior se removió, por un momento había quedado indecisa entre llamarlo para darle sus condolencias puesto que aún estaban comprometidos o hacer como si nada hubiera pasado y seguir con su vida. Tampoco creía que a él le importaría saber de ella, si la odiaba. Lo mejor que se le ocurrió fue enviar un mensaje de texto con la palabra “hola”. Sorprendentemente Izan Becker había contestado preguntando quien era la persona que se encontraba al otro lado del teléfono. Amelie sabía que, si le mencionaba que se trataba de ella, él jamás volvería a responderle ni un solo mensaje así que lo único que se le ocurrió fue inventar a una chica ficticia a la que llamo Abby, el nombre era parecido a Amy, como la llamaban sus amigos, que tonta soy, pensó. Pero conforme los días fueron pasando Izan y Abby fueron construyendo una curiosa relación de amistad, hasta tal punto de llamarse por las noches. Amy tenía que fingir su voz ya que a pesar de los cambios físicos en su cuerpo su voz aún era la misma que cuando adolescente. Por primera vez se sintió tan cerca de Izan, fue así que a los pocos meses de tratarse a distancia Izan le pidió con insistencia verla en persona. Deseaba conocer aquella chica misteriosa que había estado para él en los momentos más difíciles de su vida, aquella chica con la que él se sentía libre, con la que podía ser sincero, de la que se estaba enamorando. Pero entonces Amelie entro en pánico, como podía presentarse frente a Izan sabiendo que tarde o temprano podría descubrir que Abby era ella. Aquella chica gorda que hace más de ocho años él renegó, a la que le juró que si un día terminaban casados se aseguraría de que cada día de su vida se arrepentiría de haber aceptado el compromiso que sus padres habían establecido cuando tan sólo eran unos niños. Por momentos Amelie llego a pensar que si Izan no la amaba como ella tal vez pudiera hacerlo como Abby, pero toda la ilusión se rompió cuando su madre le notifico que él había roto el compromiso ahora que sus padres habían muerto, que no se lo había dicho ya que no quería distraerla de sus últimos meses en la universidad. Izan había roto el compromiso a tan sólo dos días después de que sus padres fallecieron. Amy no lo podía creer. Además, eso no era todo, él estaba con Alessia Müller, aquella chica que ahora era la imagen de Davis&Becker, aquella misma mujer que se burlaba de ella cuando eran adolescentes.
En ese momento Amelie sintió como todo su interior comenzó a tiritar del enojo. Izan una vez más había jugado con ella, siendo Abby, en varias ocasiones durante las llamadas le había dicho que deseaba conocerla, deseaba tenerla entre sus brazos, besarla y… hacerla suya.
Como ese hombre podía ser tan sínico y malvado. Sólo la estaba usando, de nuevo.
Pero esta vez todo sería diferente, era una nueva Amelie. Dos años recluida en un centro de rehabilitación para personas con trastornos alimenticios no habían sido en vano. De aquella jovencita corpulenta, tímida e inocente no quedaba nada. Pero a pesar de ser delgada físicamente, en su mente no lo era. Los insultos recibidos y las humillaciones seguían ahí. Tenía sed de venganza, regresaría para vengarse de todos aquellos que alguna vez le dijeron “gorda” y la arrastraron al oscuro mundo de los desordenes alimenticios que le costaron años poder superarlos.
Tomo su móvil y marcó a su madre.
—Mamá…
—Amy, ¿ya vienes en camino?
Amelie se mordió el labio.
—Te llamo por eso, tuve unos inconvenientes por lo que no regresaré hasta la próxima semana.
—Hija no puedes seguir aplazando tu regreso, te necesito aquí, ¡en la empresa! —exclamó con voz molesta su madre —Izan ya es un experto dirigiendo la parte de sus acciones mientras que tú tendrás que empezar de cero y si le añadimos que no te interesa el mundo de la moda…
—Mamá, tranquila, te prometo que haré mi mejor esfuerzo, sólo dame unos días, vale.
Nora Davis resoplo.
—Está bien, llámame, ya había enviado tu confirmación al evento de esta noche, ahora tendré que cancelar tu asistencia.
—Noooo —se adelantó a decir, Nora frunció el ceño —es decir, no lo hagas de todas maneras nadie notará mi ausencia.
—Como sea, te doy siete días Amelie Davis si no yo misma iré por ti y te traeré a casa.
Amelie río divertida, pues sabía que su madre era una mujer que cumplía sus amenazas, era la mujer que más admiraba en el mundo.
—Mamá estaré ahí, lo prometo.
Siete días eran los que necesitaba para vengarse de Izan Becker y Alessia Müller, no sería tan difícil sabiendo cuál era una de las debilidades de ese hombre, le encantaba engañar a las mujeres. Sonrió mientras de su bolso sacó una peluca de cabellos color rosa, ese sería el principal instrumento que la ayudaría a cumplir con su objetivo.
Mientras, miraba por el vidrio polarizado de aquel auto que había alquilado, iba detallando cada edificio que pasaba, la ciudad seguía igual, al igual que su gente, tal vez ya habían olvidado como era el rostro de la hija de la gran Nora Davis, esperaba que si pues mucho dependía de eso para que sus planes salieran perfectos. Llevó las yemas de su dedo índice y medio hasta sus labios, cerró los ojos por un espacio de unos segundos imaginando como seria besar los labios de aquel hombre que tanto la trastornaba, ¿se sentirían tan bien como imaginaba?
El auto se detuvo en un hotel de dos estrellas, no podía llegar a uno de la zona cercana a la Central Park Tower, ahí vivía Izan, alguien podría descubrirla, era mejor actual con cautela, se puso la peluca rosa y bajó un primer pie, después el otro sintiendo como si fuera una estrella, caminó hasta el vestíbulo de manera segura mientras algunas personas del lugar fijaban sus miradas extrañas en aquella joven tan hermosa, esa peluca de cabellos rosados la hacía ver como una muñequita barbie exótica.