08: Lo siento

4279 Words
El miércoles lo pase completamente sola, toda la mañana y parte de la tarde, hasta que Ethan llegó del trabajo. Vi algunas películas en Netflix y después me puse a dormir. No fue un día libre muy productivo que digamos, ni mucho menos entretenido, pero hoy estoy dispuesta a enfrentar la universidad nuevamente. He de admitir que me pase parte del día pensando en Thomas y en su extraña actitud y cambios de ánimo de vez en cuando. Es un tipo muy simpático, pero llegue a la conclusión de que suele ofenderse y enojarse con facilidad, extraño de alguien que se la pasa la mayoría del tiempo leyendo, aunque quizá eso no es una excusa, pero, aun así.   Sigo caminando por la oscura calle en la mañana. Son las seis con cincuenta y siete de la mañana y creo que llegaré realmente temprano a la universidad. Nada de atrasos por hoy. Llego finalmente a la parada del autobús y me dispongo a esperar pacientemente ahí. Hace un poco de frio y me arrepiento de no haberme puesto pantalones hoy en vez de una falda de plato negra, pero por lo menos tengo pantis, aunque sean unas negras súper delgadas que no abrigan nada, pero las tengo.   Por la pista de automóviles veo que se acerca un bus y me detengo a hacerlo parar. Lo miro detenidamente y veo que no viene tan lleno como siempre y le doy gracias al cielo por eso. Una de las ventajas de levantarse temprano es que casi nadie lo hace. El bus se detiene justo en frente de mí y abre sus puertas para así poder entrar. Le p**o el ticket del pasaje al conductor, este lo recibe y me pasa el boleto a cambio. Comienza a avanzar a la vez que yo voy adentrándome hacia los asientos de la parte trasera, y es ahí cuando alguien familiar capta completamente mí atención. Puedo distinguir la ancha espalda de Thomas quien está sentado. Curvo una sonrisa casi por inercia. No puedo creer que él esté en este bus a estas horas, es realmente temprano.   Me encamino en su dirección con la leve duda de si debería saludarlo o no, pero ya nos conocemos, así que supongo que estará bien hacerlo. Debo hacerlo y quiero hacerlo. Sigo caminando hasta que llego a su lado. Thomas va al lado de una señora ya mayor de edad y leyendo un libro como siempre. Mi corazón da un vuelvo de la emoción. Me encanta verlo leer, realmente me encanta. Me encanta la forma en que sus manos sostienen los libros, me encanta la manera en la que sus ojos se pasean por las páginas y su contenido, me encanta la forma en la que él cambia la página para poder comenzar a leer la siguiente.   Me acomodo la mochila que cuelga de mi hombro izquierdo y me sostengo del pasamanos del mismo lado, dejando mi mano derecha libre. Muerdo mi labio por el nerviosismo de tenerlo tan cerca y del hecho que implica tener que hablarle. De pronto Thomas parece distraído y alza su vista hacia el frente, doy un pequeño respingo en mi lugar, pero trato de disimularlo de la mejor manera posible. Gira su cabeza en dirección a la que me encuentro y nuestras miradas se encuentran. Suelto mi labio inferior de entre mis dientes y ladeo una sonrisa mostrando estos, mientras que levanto mi mano derecha para saludarlo con amabilidad. Me mira sin ninguna expresión en el rostro; ni emoción, ni sorpresa, ni siquiera molestia; simplemente me mira cómo se miraría a cualquier desconocido. Espero alguna respuesta de su parte, pero esta nunca llega y vuelve a poner toda su atención de vuelta a su libro, ignorándome por completo.   No puede ser.   No sé cómo debo sentirme al respeto. Thomas acaba de ignorarme, acaba de hacer como si yo no existiera, acaba de rechazar mi saludo. Me siento avergonzada y humillada al mismo tiempo que también me siento herida. Miro el suelo como si este tuviera la respuesta de su comportamiento grosero, pero no la hallo. Entonces de la vergüenza y la humillación paso al enojo y la molestia. Me suelto del pasamanos y me voy al fondo del bus, en donde no tenga que verlo. Me siento en uno de los asientos que miran hacia la parte trasera y agradezco que estos no den al frente en donde tengo que toparme con su vista. Estoy tan enojada y confundida que hubiera deseado que la idea de saludarlo nunca hubiera cruzado por mi mente. Él claramente no quería hacerlo y por esa razón me ignoró de la forma en que lo hizo; tan fría y desconsiderada.   Trato de no tomarle la importancia que merece, pero fracaso terriblemente. No puedo no pensar en otra cosa que no sea aquella mirada fría y tan desinteresada que me dio y el momento en que volvió a poner toda su atención en su libro, como si fuera cualquier cosa, como si no le importara herir mis sentimientos, como si no le importara en lo más mínimo. Pongo mi mochila en mi regazo y de ella saco mi iPod y mis audífonos, pongo el reproductor en aleatorio para así poder distraerme un poco de la ráfaga de emociones negativas que siento y lo logro, logro distraerme, aunque sea un poco. Recargo mi cabeza en la ventana mientras miro a través de ella el camino.   Cuando veo que voy llegando a la parada en la que tengo que bajarme, acomodo mi mochila en mi hombro otra vez mientras me levanto del asiento y pido permiso para pasar al joven que está a mi lado. Me pongo en frente de la puerta trasera mientras me sostengo del pasa manos. Me inclino hacia atrás en dirección en donde Thomas estaba sentado, sólo por la curiosidad de saber si sigue ahí. Vuelvo a mi posición rápidamente al darme que cuenta de que efectivamente sigue ahí. Toco el timbre para hacer saber al conductor que la siguiente parada es en la que me tengo que bajar.   Las puertas traseras de abren a la vez que el bus de detiene y yo paso a través de ellas para poder bajarme. Una vez en el suelo firme miro hacia atrás sólo para ver si por la ventana del bus puedo ver, aunque sea una fugaz señal de Thomas, que, aunque no quiera admitirlo y me haya molestado de sobremanera su actitud, aún sigue interesándome.   En el momento en el que me giro me arrepiento. Thomas está ahí, de pie a sólo unos metros de distancia mirándome como si tuviera algo importante que decirme, pero aún no encontrara las palabras correctas para explicarlo. Lo miro con los ojos muy abiertos y luego sacudo mi cabeza mientras cierro mis ojos fuertemente para volverlos a abrir y mirarlo para confirmar que es realmente es verdad que él está ahí y no es simplemente alguna alucinación de mi cabeza, pero sigue ahí, intacto y no se ha movido ningún centímetro. Dudo un momento y miro hacia otra parte que no sea su extraña presencia. No tengo nada que hablar con él, por lo menos nada que yo sepa, y lo que me hizo hace unos minutos no se me olvida, ni mucho menos la sensación de sentirme ignorada, avergonzada, humillada y posteriormente molesta por haberme desconocido cuando lo saludé.   Me giro para seguir caminando en dirección a la universidad. Él no me sigue, en cambio, pero una parte de mí, muy pequeña, le hubiera gustado que lo hiciera.   ****   — ¿No te saludó? — Dalia me pregunta como si no pudiera creer lo que acabo de decirle. Abro el casillero para sacar los libros de mi siguiente clase.   —Sí, lo digo enserio — Hago una mueca de molestia —Levanté mi mano para saludarlo y me miró para luego ignorarme por completo. Ni siquiera sé qué le hice para que pudiera reaccionar así. Fue muy...grosero de su parte.   —Quizás no te reconoció, eso es todo — Dalia lo defiende.   —Dalia. Me miró. Fijamente. Por casi diez segundos mientras yo esperaba que hiciera algo para responderme. Creo que fue el tiempo suficiente para poder sacar la conclusión de que era yo quien le saludaba, no una desconocida —le digo un tanto molesta por que lo esté defendiendo. Ella no estuvo cuando paso por el mayor rechazón de su vida.   —Es que es tan extraño que no te haya saludado siendo que te conoce. Quizás no le caíste tan bien.   —Gracias Dalia, eso definitivamente me hace sentir mejor. Deberías ser consejera escolar o haber estudiado psicología en lugar de diseño— digo con tanto sarcasmo que Dalia suelta una estruendosa carcajada.   — ¡Lo digo en serio! Thomas es un tipo súper borde con la gente que no conoce y con la que le cae como la mierda. Evan, Thomas te odia, ¡Te odia!   — ¡Ya basta!, ¡Eso no me hace sentir mejor, Dalia!, ¡Estas hiriendo mis frágiles sentimientos! — le grito de vuelta fingiendo estar ofendida.   —Pero, es que Evan — me coge de los hombros y me mira con aquellos ojos saltones —Es que te odia un montón ¡Un montón, dije! —Me sacude, haciendo que me maree un poco —Y te va a matar, algún día.   —Ya, —la calmo — que tampoco es para tanto. Cálmate. Ahora tenemos que ir a tu clase favorita con tu profesor favorito — me burlo.   —Ay, ni me lo recuerdes — pone los ojos en blanco — que me dan ganas de matarlo con mis propias manos. En serio quería el profesor Johnson hubiera tenido el accidente, por muy cruel que suene, lo deseaba.   —Qué mala eres — niego con la cabeza —De todas formas, hay que admitir que el Profe explica bien.   —Y a mí qué me importa si explica bien. Me cae tan mal que todo lo que dice me suena a bla bla bla — Dalia hace parlar a su mano.   Ruedo los ojos. Dalia no tiene remedio, definitivamente no lo tiene.   Cuando entramos a clases nos sentamos juntas como siempre en las filas de al fondo de la sala, porque Dalia y el profesor no se soportan, lo menos que Dalia quiere es tenerlo cerca. El profesor Johnson entra a la sala de clases y Dalia suelta un bufido de molestia.   —Ya llego la peste — dice apoyando su brazo en la mesa y su cabeza en su mano. —Me muero de aburrimientoooo...   —Dalia, ya lo sabemos. Ya cállate y déjame atender la clase. —la regaño.   —Que aburrida eres. Por eso Thomas te odia y tampoco te saluda. Por a-bu-rri-da — deletrea pausadamente y mirándome con los ojos bien abiertos.   —Atención alumnos — el profe nos llama la atención. — Sentimos informarles que el profesor Chapman estuvo presente en un accidente en coche del que no salió con vida. Realmente lamentamos este accidente, ya que como establecimiento hemos perdido a un docente y una familia ha perdido a un esposo y un padre. Estamos muy apenados por la situación y estamos buscando lo más rápidamente posible un reemplazo para su clase, que como ya saben, era la de filosofía. — Se toma un respiro — Cuando toque la campana en aproximadamente cinco minutos haremos un minuto de silencio que les pido que tengan la conciencia de respetar. Se que quizás algunos de ustedes no tuvieron clases con el docente, porque estudian otras carreras o no alcanzaron a tomar su clase, pero por respeto me gustaría que todos colaboraran— dice y todos asentimos en acuerdo a su petición. Es lo menos que podemos hacer.   —La gente muere y la vida sigue...que estupidez que nos hayan hecho perder clases por esto. —Dalia comenta en voz baja con molestia sólo para que yo la escuche.   —Dalia, es sólo un poco de consideración— le susurro de vuelta.   —Evan en una puta semana van a olvidar que ese jodido profesor ha muerto — Dalia dice lo suficientemente alto para que todo el salón, incluyendo el profesor la haya escuchado. Mira hacia el frente y todo el salón está mirando en nuestra dirección con gesto desaprobatorio, mientras que el profesor se les une con un gesto enojado, pero no va dirigido en mi dirección, sino que en dirección a Dalia— Mierda. —Exclama.   —Señorita Santi, hágame el favor de salir de la sala —El profesor le llama la atención.   —j***r, solo dije lo que pensaba. Si un alumno hubiera muerto dudo mucho que cancelaran las clases o hicieran un minuto de silencio por él— Dalia lo desafía.   —Dalia es suficiente —le digo en voz baja para que deje de discutir. Sabe que va a salir perdiendo en todo esto.   — ¿Por qué debería? Es la verdad —niega con la cabeza.   —Háganos el favor de moverse usted y lo que piensa fuera de esta sala. Si tiene algún problema puede ir directamente con el decano o el coordinador de su carrera— El profesor Johnson dice enojado.   — ¿Me está jodiendo, verdad? —Dalia no lo puede creer y yo tampoco. Nunca había visto a Dalia en problemas. Sé que a veces puede ser deslenguada pero nunca le habían llamado la atención por ello.   —No señorita Santi. No la estoy "jodiendo". Retírese. — le exige.   Dalia se levanta de su lugar a mi lado furiosa y camina con rapidez pasando al lado del profesor, empujándolo mientras abre la puerta para salir y la cierra con fuerza propinando un gran portazo. El profesor niega con la cabeza mientras le sigue un timbrazo que indica que debemos hacer el minuto de silencio por la muerte del profesor Chapman, y toda la sala, incluyendo el establecimiento completo se sume en un sepulcral silencio.   Cuando el minuto termina, todos los alumnos en la sala vuelven hablar y el profesor avisa que saldrá de la sala por unos minutos. Seguramente fue a hablar con Dalia. Realmente espero que no se haya metido en algún problema. Sólo dios sabe cómo Dalia es capaz de reaccionar ante esas situaciones.   Conforme a los minutos que pasan, la puerta de la sala se abre dejando a entrar a una confundida Dalia seguida del profesor Johnson. Dalia camina con la mirada curiosa de los demás alumnos siguiéndola hasta llegar a su lugar a mi lado.   — ¿Estas bien?, ¿Qué paso?, ¿Estas castigada? — la invado de preguntas en el momento en que se sienta.   —No ha pasado nada — dice tranquila. Muy tranquila como para que sea Dalia Santi.   — ¿Segura que estas bien? — le pregunto. Me mira.   —Sí, estoy segura, Evan — me dice con una sonrisa mientras saca su cuaderno de entre su mochila y comienza a poner atención a la clase.   Definidamente algo ha pasado y no quiere contarme. Lo dejo pasar.   ***   Cuando terminan las clases guardo mis libros en mi casillero. Nos han dado un montón de tarea y no veo la hora de llegar a casa para comenzar a adelantar algunas cosas. No me gusta hacer los deberes a última hora.   —Evan —Dalia me llama.   —Dime.   —No me iré contigo hoy — me dice mientras se hecha su bolso al hombro.   — ¿A si?, ¿Por qué? — le pregunto, aunque en realidad no me importa mucho, pero por si el caso.   —Jamie vendrá a buscarme. Me iré con él — Dice, pero no suena tan emocionada como debería. Ha estado así toda la tarde desde el incidente en la primera clase. — Espero que no te moleste.   Me encojo de hombros. —No te preocupes por mí. No me perderé de camino a la parada del autobús.   Dalia ríe. —Es que, con tu suerte, Evan.... Seguro te secuestran. — bromea.   —Bueno, por lo menos así te queda el cargo de conciencia. Así que ya sabes que, si me pasa algo, será tu culpa por haberme cambiado por un chico.   Ahora ambas reímos. —Te acompañaré hasta la salida, y luego ahí ves cómo te las arreglas para que no te pase nada.   Dalia espera pacientemente a que ordene mis cosas y de un momento a otro mi vista se tiñe de n***o y siento unas manos tapándome la vista. El corazón me corre a mil por hora al recuerdo que me trae esta acción y mi respiración se vuelve dificultosa.   Que no sea, que no sea...   — ¡Hermosa, Evan! — La voz grave de Derek suena en mis oídos mientras saca sus manos de mis ojos — ¿Cómo está mi chica preferida? — me sonríe de oreja a oreja.   El alivio y la decepción me atacan de una manera que hasta me sorprende.   —No voy a hacerte ninguna tarea, Derek. Espero que lo tengas presente. — le advierto.   — ¿Cómo puedes pensar que sólo me acerco a ti para pedirte que hagas mi tarea? — Derek posa una mano en su pecho pareciendo ofendido.   —Porque eso es para lo único que te me acercas hace aproximadamente...—comienzo a contar los años con mis dedos —Siempre. — lo fulmino. Me giro para comenzar a caminar en dirección a la salida, con Dalia a mi lado y Derek siguiéndome por la espalda.   Derek ha sido un compañero de casi toda la vida. Lo conocí en la escuela y siempre me pedía favores. Pudo entrar a la universidad debido a una beca por jugar fútbol americano, y la consiguió en parte gracias a mí. Le ayudé a pasar varias materias, ya que si seguía con notas mediocres o deficientes no podría haber seguido jugando en el equipo. Coincidimos en la universidad también, y aquí estamos, repitiendo la rutina.   —Dios, que perdedor — Dalia me dice bajito mientras pone los ojos en blanco y su tono de desprecio.   — ¡Te escuché Santini! — Derek le grita.   —Me da igual. Y es Santi, no Santini, idiota —le contesta mientras sigue caminando.   Yo me rio mientras las suplicas de Derek y los retos de Dalia siguen a mis espaldas. Vamos bajando los pequeños escalones de la salida cuando mis ojos se posan en Jamie al final de ellas. Levanto mi mano en señal de saludo a la vez que le sonrió amablemente. Jamie responde con un asentimiento de cabeza y una simpática sonrisa. Él si tiene modales para saludar, digo en mi mente. Mi sonrisa llega tan rápido como se va en el momento en que me doy cuenta quien lo acompaña. A su lado se encuentra nada más ni nada menos que Thomas, quien me mira seriamente. Le sostengo la mirada por unos segundos antes de mirar hacia atrás y ver como Dalia se ha quedado embobada mirando a Jamie y baja a toda velocidad en busca de su encuentro. Lo rodea con sus brazos y deposita con beso en sus labios. Una vez que llego a su lado lo saludo como se debe.   —Hola, Jamie— le digo.   —Evan. Te ves bien — me dice guiñándome el ojo.   Me rio. —Gracias. Tu igual.   — ¡Oye!, ¡Deja de coquetear con mi amiga! — Dalia lo regaña de broma haciendo que ambos nos riamos de su infantil reacción.   —De eso nada — niego con la cabeza evitando a toda costa mirar a Thomas.   —Evan...— siento a mis espaldas la voz suplicante de Derek —Por favor...   Me giro para mirar a Derek seriamente y con los ojos bien abiertos.   —Derek, ya hablaremos luego. Yo también tengo cosas que hacer. Esto es la universidad, no la escuela.   —Por favoooor...— me mira con sus ojos azules brillantes y mirada suplicante. Derek es malísimo haciendo informes, y si falla en una asignatura es posible que pierda su beca. Su familia es muy humilde, y con mucho esfuerzo pudieron pagar los libros de texto que la beca no cubría. Se que si lo ayudo estoy cooperando a su flojera, pero me carcomería la culpa si por ellos perdiera la beca.   Suspiro, rindiéndome. —Está bien, Derek. Pero solo te guiaré y el resto tienes que hacerlo sólo.   Derek lanza un puño al aire en forma de victoria. — ¡Sí! Eres la mejor Evan Bellamy. Ya sabes que te amo — me dice a la vez que me toma de las mejillas y me da un fugaz beso sobre ella y se larga corriendo del lugar. — ¡Te llamaré para que nos juntemos! — me grita mientras sigue corriendo.   —Wow, Evan. No sabía que eras popular — Jamie dice mientras atrae hacia si a Dalia tomándola de su cintura.   —No lo soy. Solo es que...   —Le encanta hacer de la nerd del estúpido de Derek desde preparatoria—Dalia termina la oración por mí y yo la miro ceñuda — Llámame mentirosa.   —Mentirosa, ya me voy —le digo a la vez que me acomodo bien la mochila en el hombro. —Nos vemos mañana — digo y me despido de todos. Miro por sobre el hombro de Jamie para ver a Thomas, quien me mira como si esperara algo de mí. Si es que me despida de él que espere sentado, porque no se puede despedir de alguien que no te saludó en primer lugar, ja.   Estoy siendo inmadura, pero también creo que es justicia.   Sigo caminando en dirección a la parada del autobús, ya muy alejada de la escuela. Cuando llego hay algunas personas y también algunos cuantos estudiantes esperando el bus también, así que me quedo a esperar con ellos. Estoy tranquilamente esperando cuando siento que alguien me da dos toques en el hombro y me doy la vuelta para ver de quien se trata, aunque sospecho quien puede ser.   —Evan — Thomas hace justicia a mis acertadas sospechas.   — ¿Qué quieres? — le digo un tanto cabreada. La resentida de mi sigue enojada con él.   —Tampoco me respondas así —dice enojado. ¿Perdón? ¡Él no tendría por qué estar enojado en primer lugar!   —Tampoco es como si no te lo merecieras —escupo.   Thomas mira hacia otro lado con expresión molesta. Comienza a retroceder para marcharse, pero entonces se devuelve y se arrepiente.   —Venía a disculparme —dice, como si realmente le costara pronunciar esas palabras.   — ¿Por qué?, ¿Por ignorarme o por hacerme sentir como una tonta todo el día? — enarco las cejas. Yo no suelo ser así, menos con el chico que hace unos días apenas lo miraba y se me iba el aliento, pero es que estoy muy enojada.   Se peina el pelo hacia atrás. —Por ambas cosas y por lo de la noche anterior también —suelta.   Lo miro extrañada. No tengo idea de lo que está hablando.   —Cuando estábamos en el coche y te traté tan...fui molesto...— masculla.   —Ah — me limito a decir. —No te preocupes. Si es parte de tu personalidad supongo que no puedo exigirte que cambies. A penas te conozco. —digo y en parte mis propias palabras me hieren. Thomas parece por un segundo dolido también, pero vuelve a la normalidad.   —Sí, pero, de todas formas. No fue una muy buena primera impresión de mi parte. — se disculpa mirándome fijamente con aquellos ojos ámbar. Miro hacia otro lado cuando comienzo a sentir el calor en mis mejillas ante su intensa mirada. Tomo un poco de aire y vuelvo a mirarlo. —Y también por ignorarte esta mañana.   —Ya —le resto importancia. Lo que pasó, pasó.   —Mierda — exclama y yo lo miro sorprendida — ¿Puedes dejar de responderme así? Realmente lo estoy intentando. En serio estoy intentando disculparme contigo por ser un idiota, pero me lo estás poniendo difícil si actúas como si te importada una mierda. —Me dice más que molesto. Está cabreado.   —Lo siento. — Es mi turno de disculparme. —Es que estaba enojada.   —Entonces deja de estarlo — responde.   Lo miro fulminante. En serio no acaba de decir eso.   No le respondo nada. En vez de eso me dedico a ignorarlo y seguir esperando el bus, que parece no llegar nunca. Él decide no seguir hablándome y se queda de pie a mi lado, leyendo. Giro disimuladamente mi cabeza para mirar qué está leyendo. La metamorfosis de Franz Kafka.   El autobús estaciona frente a nosotros abriendo sus puertas. Avanzo como toda la gente para adentrarme dentro de él. Miro hacia atrás solo para ver si Thomas sigue ahí, pero choco con su rostro al ver que se encuentra justo detrás de mí, también entrando en el bus. Giro la cabeza rápidamente de vuelta hacia el frente. Creo que nunca lo había tenido tan cerca que su rostro. Le p**o al conductor el ticket del bus y me alegra saber que hay muchos asientos vacíos en donde me puedo sentar. Me siento en los de al fondo al lado de la ventana, me sorprendo al ver que Thomas toma su lugar sentándose a mi lado. Me mira por un largo rato. Ambos sostenemos la mirada sin ninguna expresión, aunque yo estoy muy nerviosa y no sé por qué. Thomas quita su mirada de mí y la vuelve a centrar en su libro. Boto el aire que no sabía que estaba conteniendo.   — ¿Qué lees? —le pregunto tratando de hacer un tema conversación.   —Un libro. — responde sin despegar su vista de él.   —Vaya que gracioso— digo con sarcasmo.   —Gracias. Me lo dicen muy seguido.   —Me refiero a qué libro lees.   —Estoy muy seguro de que sabes qué libro estoy leyendo cuando te pusiste a mirar indisimuladamente en la parada. — repone y yo me avergüenzo otra vez. ¿Tan obvia seré?   —Entonces, ¿de qué trata? —le pregunto.   Finalmente saca la vista de su libro para mirarme a mí. Al parecer mi pregunta ha captado su atención.   —Se trata de un tipo que se llama Gregorio, que despierta una mañana convertido en un insecto y no sabe cómo o que hacer. —me explica.   —Qué extraño. Despertar siendo un insecto...   —Lo mismo pensé yo. Creo que si me pasará a mi entraría en pánico. —me dice alzando las cejas con horror.   —Bueno, lamento decirte que eres un insecto ya. Entra en pánico cuando quieras —bromeo.   —Ha, ha. Que graciosa. Deberías considerar ser comediante. —se ríe falsamente pero yo me rio de verdad.   —Bueno, tal vez lo haga — le respondo.   A pesar de nuestra pequeña discusión, Thomas deja de leer y resto del camino seguimos conversando de cosas banales y sin sentido. Me habla un poco de su vida y a lo que se dedica. Resulta que estudia en la universidad, aunque no es la misma en la que yo estudio, y trabaja en la librería para poder tener descuentos en libros. Su nombre completo es Thomas Bray. Realmente es un nombre bonito y a él le queda de maravilla.   Me gusta mucho.  
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