07: Acosadora.

3889 Words
Las lágrimas caen de mis ojos y se deslizan por mi nariz, hasta mi mejilla izquierda y finalmente fundirse en mi almohada. Los gritos y la pelea han sido tan recientes que hace que mis sollozos sean más fuertes, aunque trato de amortiguarlos lo más que puedo. Sigo escuchando el partido de fútbol en el piso de abajo. Mi habitación está cerrada con seguro para que Ethan no entre. Ha ido muy lejos esta vez.   Apenas llegue de mi salida con Dalia, luego de que me pasara a dejar me encontré con un asco en el comedor de la cocina, y fui inmediatamente a donde Ethan para decirle que limpiara. Pero no me percate que, entre la suciedad, envoltorios de hamburguesa y papas, también había latas de cerveza. No reacciono para nada bien y los gritos no se hicieron esperar. Trate lo más que pude de disculparme con él, pero estaba tan alterado y yo...yo simplemente no pude evitar que casi estrellara una lámpara justo en mi cara. Salí corriendo hacia mi habitación mientras los lamentos y disculpas de Ethan me seguían.   Yo ya no puedo aguantar esto. No debo soportar su actitud irresponsable y violenta. No debería vivir con el temor de que se emborrache un día de estos y no pueda hacer nada para huir de sus impulsos violentos, pero es lo único que me queda, es la única familia que me queda en este momento y no quiero perderlo, no quiero dejarlo solo.   Me levanto de mi cama para ir al baño y lavarme la cara. Estoy tan cansada de llorar. Estoy tan cansada de no poder hacer nada para ayudarlo. Estoy tan cansada de que no quiera escucharme.   Abro el grifo del lavabo y dejo que el agua haga un pequeño charco en mis manos para luego estrellarlo contra mi cara. El agua fría se siente bien y quita es rastro de las calientes lágrimas de mi rostro. No pasa mucho tiempo cuando escucho que el televisor es apagado y Ethan se levanta para abrir la puerta, ya que alguien parece buscar allá afuera. Ruedo los ojos. Va a traer a una de sus chicas otra vez, y voy a tener que aguantarme todas sus guarradas y su griterío.   Siento las risas de la chica y mi hermano subiendo por la escalera y se detienen en ciertas partes de esta. Creo que no pueden aguantar hasta llegar a la maldita habitación. Siento como torpemente tratan de abrir la puerta y finalmente lo logran, para luego cerrarla de un portazo. Esa es mi señal para abrir con precaución la mía. No me quedaré aquí escuchando. Tomo mi bolso, un poco de dinero y un abrigo por si llega hacer más frío del que ya hay. Bajo las escaleras rápidamente hasta encontrarme con todo el chiquero de Ethan en el comedor y los trozos de vidrio de la lámpara que casi estrella contra mi cara. No puedo irme sin limpiar este desastre.   Tomo una escoba y una pala para rápidamente juntar todos los trozos rotos de la lámpara y botarlos en el cesto de la basura. Con el mantel que está debajo de toda la basura de comida y demás, lo envuelvo todo y lo voto en el cesto. Un mantel menos, pero quedan siete más, así que supongo que no importa. Boto un gran suspiro y abro la puerta para largarme de ahí.   Una vez afuera no sé muy bien hacia donde ir. Podría llamar a Dalia para pasar un rato juntas, pero me preguntará qué es lo que ha pasado para que decidiera salir de mi casa, y lo menos que quiero es ponerla al tanto de la borrachera de mi hermano y su amiguita en la casa. Suspiro, no tengo muchos amigos con los cuales salir y eso me hace darme cuenta de lo patética que soy. Ni siquiera Dalia es solamente mi amiga como ella lo es para mí. Ella tiene muchos amigos. En la secundaria y en la universidad, y yo soy simplemente la lapa que siempre está a su lado a donde quiera que ella esté.   Me propongo dejar de pensar así y tratar de sobrevivir sola. Las cosas que no fueron cuando tuvieron la oportunidad de ser, ya nunca serán.   Me pongo a caminar y decido en el trayecto que me gustaría ir al parque de atracciones que está cerca de aquí. Sé que no es lo mismo ir sola que acompañada, pero supongo que servirá para distraerme. Voy a la parada de autobús que siempre tomo para ir a la escuela y lo hago detenerse cuando veo que llega. Mi corazón da un vuelco cuando me subo y lo primero en lo que pienso es la posibilidad de que el chico, Thomas, esté ahí, pero lo quito de mi mente. Él debe estar en la librería trabajando.   ****   Cuando llego al parque son apenas las seis y media, al parecer el parque no estaba tan cerca como creía. Me la he llevado viendo los diferentes estantes del parque y me subí a la rueda de la fortuna sola. Escucho mi celular vibrar y veo que es un mensaje de Dalia diciéndome que esta aburrida. Hago una mueca y me arrepiento de no haberla llamado para que me acompañara al parque. Tomo la decisión de que seré la misma chica dependiente de la amistad de Dalia y le digo que si le parece ir al parque ahora, sin hacerle saber que ya estoy aquí. No quiero que me reprenda por no haberla invitado. Su respuesta no tarda mucho en llegar y le dice que, si me va a buscar, pero le respondo con que será mejor vernos allá. Ella no hace preguntas y dice que está saliendo, como tiene auto no tardará más de quince minutos en llegar.   Me quedo mirando un juego del parque, en donde tienes que disparar agua a la boca de un payaso que tiene un globo, y si lo revientas ganas un premio. Me quedo entretenida al ver que una pareja que en vez de tirar agua al objetivo comienza a mojarse entre ellos. Al dueño parece molestarle, pero no dice nada. Mientras menos globos revienten, no tengo que entregar mis premios, debe de pensar y me rio por eso.   Miro mi reloj y son las siete con veinte. Dalia ya debería estar aquí pero no la veo por ningún lado y está comenzando a preocuparme. De pronto todo se torna n***o y sé que unas manos están sobre mis ojos. Es Dalia. Pongo mis manos sobre las suyas y comienzo a reírme por su ya repetida broma.   —Dalia, ya sé que eres tú —escucho a ella reírse.   — ¿Tú crees? — ella me responde y me extraña porque siento su risa provenir de al frente mío.   Las manos son retiradas de mi vista y Dalia está en frente de mí con Jamie a su lado. La confusión llega tan rápido como se va y llega el entendimiento y la duda; ¿Quién estaba cubriendo mis ojos? Mis mejillas comienzan a arder y miro la cara de Dalia que se ha vuelto una mueca de malicia pura. No quiero voltearme o hacer cualquier otro movimiento, no porque no quiera, sino porque mi cuerpo parece no responder en estos momentos.   Entonces un chico alto de cabello alborotado aparece en mi campo de visión, acompañados de una sonrisa divertida y sus dientes perfectos. No puede ser.   —Hola, Evan— Thomas dice y yo entro en shock. ¿Me acaba de llamar por mi nombre?   —Hola — respondo rápidamente y creo que apenas ha podido escucharlo.   Se pone en frente de mí al igual que los demás. Dalia tiene una mueca que va a estallar de la risa. Si las miradas pudieran matar, Dalia estaría cinco metros bajo tierra, degollada y con una lápida que dijera Aquí yace Dalia Santi; maldita traidora y amante de las fiestas. No te extrañamos ni un poco.   —Jamie me llamo apenas me enviaste el último mensaje — Dalia comienza a explicar — y dijo que si quería salir porque había terminado de trabajar y yo le dije que, si no estaba cansado, y él me dijo que no, dah, trabajo en una librería, no es mucho lo que tengo que hacer, y yo le dije que iba al parque y él me dijo vamos y yo dije ¡Vamos! Y aquí estamos. — termina tan rápido que creo que estoy algo aturdida, pero su explicación es bastante buena y al estilo de Dalia; como las chicas huecas de las películas, pero es todo a propósito y para que calme un poco mis ganas de matarla, pero aún están ahí.   Thomas y Jamie ríen a su lado y yo los miro avergonzada. He quedado en ridículo por tercera vez en el día. Hubiera preferido quedarme en mi casa y escuchar como Ethan amarraba a su amiguita a la cama a pasar otra vergüenza como esta, pero me la aguanto. Ya estoy aquí, al fin y al cabo.   Si hubiera sabido quizás me habría arreglado un poco...   —Y.…vino con Thomas, ¡Cosa que yo no sabía! Pero es genial porque así estaremos como pareja ¿No es increíble?   —Sí, supongo que si — es lo primero que he dicho desde que llegaron — Hola, por cierto — levanto la mano para hacer un saludo general y un poco torpe.   —Bueno chicas, ¿qué les gustaría hacer ahora? — Jamie pregunta.   —Yo tengo hambre — Dalia dice — pero quiero subirme a la rueda de la fortuna porque no es salida al parque si no te subes a la rueda de la fortuna.   —Entonces primero a la rueda de la fortuna será —Jamie afirma y todos comenzamos a caminar en dirección a la rueda.   Dalia va apegada al brazo de Jamie y yo con Thomas vamos en un incómodo silencio detrás de ellos. No tengo idea de si debo hablarle o no teniendo en cuenta de que no nos conocemos en lo absoluto, y teniendo también en cuenta de que veces en las que lo he visto, antes de saber que era amigo del pretendiente de Dalia, han sido en las que me lo he quedado mirando en el bus mientras lee indisimuladamente. Suspiro irritada mientras acomodo un cabello detrás de mí oreja. Ni siquiera me di el tiempo de arreglarme para salir. Mi cabello debe ser un desastre y...   —Eres muy callada— Thomas me saca de mis cavilaciones.   — ¿Qué? — me despabilo torpemente.   Él ríe. —Que eres muy callada. —repite.   —Ah, sí, lo siento. Es que no sé de qué hablarte —le respondo un tanto nerviosa, pero con sinceridad. En serio no sé de qué hablarle.   Thomas le limita a asentir y seguimos caminando. Diablos, eso ha salido fatal. Nunca he sabido como llevar este tipo de situaciones. En la escuela nunca llegué a tener un novio en serio. Me gustaban algunos chicos, pero nunca les hablé por temor al rechazo. Y ahora que estoy en la universidad, la historia se repite. Me evito conflictos amorosos, dependencia emocional y me dedico a los estudios. Aunque ahora, realmente me gustaría poder hablarme, aunque sea del clima, pero nada sale. Estoy tan nerviosa que no sé cómo actuar o que decir, y eso es lo peor.   Cuando llegamos a la rueda de la fortuna nos ponemos en la fila y Dalia con Jamie se dan vuelta para notar nuestra existencia. Mientras hablamos Dalia me lanza una mirada de complicidad y yo niego con la cabeza haciéndole saber que las cosas con Thomas no han ido muy bien. Dalia entrecierra los ojos como si estuviera pensando y luego dice:   — ¡Ya sé! Qué tal si yo me subo con Jamie y ustedes dos juntos —ella dice y yo la quiero golpear. Thomas no me mira y yo comienzo a ponerme nerviosa porque no sé qué responder.   —Es que yo ya me subí — les digo y Dalia me mira como si me quisiera pegar con un martillo.   — ¿Cuándo? — Jamie pregunta.   —Antes de que llegaran, llegué un poquito más temprano y me subí a la rueda por mientras —digo porque es verdad. Excepto la parte en la que he llegado más temprano, porque en realidad ya estaba aquí antes de que a ellos se les ocurriera venir.   —Pero puedes subirte de nuevo — Dalia dice.   —No lo sé. Súbanse mejor ustedes y yo los espero acá abajo.   —Si no quieres subirte conmigo tan sólo dilo — Thomas dice molesto de pronto. Dalia, Jamie y yo nos lo quedamos mirando y yo me siento terrible. Thomas se adelanta en la fila dejándome sola. Dalia me mira preocupada y Jamie se aleja para acompañar a Thomas.   —Lo arruiné— digo una vez que estamos alejadas de ellos —Soy una estúpida —digo al borde del colapso y siento que las ganas de llorar golpean detrás de mí garganta por la frustración. Se han acumulado un montón de cosas.   Dalia pone una de sus manos en mi hombro. —No lo arruinaste. Sólo estabas nerviosa y él se molestó. Eso es todo.   —Quiero irme de aquí, Dalia —le digo con sinceridad. Vine acá para distraerme, pero ahora me siento peor junto con la discusión de mi hermano y ahora esto.   —No, por favor, Evan, no te vayas— me pide — Vinimos a divertirnos y sé que aún podemos hacerlo. Anda, no te vayas, quédate —le brillan los ojos mientras lo dice y ha juntado sus manos en forma de súplica mientras hace un puchero.   —Está bien— digo sin ganas.   — ¡Yay! Genial. Mira, tengo una idea. Si te acomoda tú y yo podemos ir juntas en la rueda— propone y me parece una buena idea hasta que recuerdo.   —Si nos vamos juntas entonces Thomas va a pensar que realmente no me quería sentar con él.   —Mmm...Tienes razón —Dalia golpea sus labios con su dedo índice y luego se encoje de hombros —Ni modo. No tienes otra opción que ir sentada con Thomas.   —Pero va a ser muy incómodo —reclamo.   —Que te dije que no tienes opción. Ya, vamos —me toma del brazo para avanzar en la fila, ya que es nuestro turno.   Dalia vuelve a tomar posesión del brazo de Jamie. Le susurra algo al oído y el guardia dice que su turno para sentarse. Me pongo al lado de Thomas mientras el guardia les pone la seguridad a los chicos. Él no me mira mientras yo lo hago de reojo. Creo que aún sigue molesto por lo que sucedió y no sé qué decirle para que ya no lo esté, no sé si debo disculparme o hacer como que nada ha pasado. El guardia nos hace pasar para sentarnos, yo paso primero y Thomas lo hace después a mi lado. Nos ajustan la seguridad y la rueda comienza a moverse para dejar pasar a los demás. Dalia apoya su cabeza en el hombro de Jamie mientras Thomas y yo estamos sumidos en un silencio que amenaza con provocarme un ataque de pánico.   La rueda comienza a girar acompañada de la típica música alegre, pero que para nosotros sólo hace más incómodo el momento. Sujeto con fuerza el manubrio de la seguridad, respiro hondo para armarme de valor y poder hablarle.   —Lo siento...—suelto mirando mis pies que comienzan a alejarse del suelo —En serio no quise hacer parecer que no me quería ir contigo, sólo es que no sabía si tu querías irte conmigo —admito con honestidad.   —Me daba igual —suelta tajante —sentarme contigo o no.   —De todas formas, lo siento— le repito.   —Te escuché —responde.   Me siento estúpida y dolida. No quiero que esta conversación acabe aquí pero no me atrevo a seguirle hablando si lo único que va a hacer será responderme con frases diminutas y cortantes, prefiero quedarme callada. De todas formas, si no le hubiera importado que no me quisiera sentar con él, no hubiera reaccionado como lo hizo, pienso, pero me detengo. Escucho a Thomas suspirar a mi lado con frustración.   —Evan, disculpa —suelta —No quise responderte así.   Me le quedo como estúpida viéndole. Se acaba de disculpar conmigo por responderme de forma grosera, y no sé qué responderle de vuelta.   — ¿Me escuchaste? — me mira impaciente.   —Sí, lo hice, pero no sé qué responder — admito.   —Deberías decir que aceptas mis disculpas o algo.   — ¿Tú has aceptado las mías? — le pregunto con una sonrisa torpe.   Se queda pensando, pero finalmente me responde; —Supongo que sí, las acepto.   —Entonces yo acepto las tuyas.   Thomas sonríe a la vez que niega con la cabeza y mi corazón da un vuelco. ¿Por qué es tan malditamente hermoso? No es real. Me mira y siento el rubor en mis mejillas. Las luces de la rueda iluminan su rostro y me detengo a mirar sus ojos. Dios mío, no me había dado cuenta de que son de color verde, en realidad nunca había tenido la oportunidad de mirar sus ojos con este detenimiento y me siento afortunada de hacerlo ahora.   — ¿Tengo algo en la cara? —me molesta y yo doy un salto en mi asiento de sorpresa.   —Lo siento, me quede pegada mirando — digo fijando mi vista hacia el frente mientras acomodo mi cabello detrás de mí oreja.   —No es la primera vez —se burla y lo miro indignada.   Dios, lo recuerda.   — ¡Deja de burlarte de mí!   —Como quieras, acosadora.   —No me llames así.   — ¿Por qué, acosadora? —ruedo los ojos.   —Porque no soy una acosadora.   Thomas suelta una carcajada y me siento afortunada por poder oír su risa. Yo también me uno.   —Si no quieres que me siga burlando de ti, entonces no me hagas recordarte esta mañana, quieres —me advierte y yo me pongo roja. Auch, aun lo recuerda, aunque yo tampoco olvidaría si una chica me mira sin disimulo y es delatada por la persona que está a su lado.   Maldigo a ese Señor Delator.   — ¡¿Cómo van las cosas atraaaas?! —el grito de Dalia nos saca de momento y miramos hacia abajo y luego sube y miramos hacia arriba.   — ¡Bieeeen! — le grito de vuelta. Ve la sonrisa en mi rostro y levanta su mano para tenderme un pulgar arriba y guiñarme el ojo. Niego con la cabeza y la rueda sigue avanzando.   ****   El resto de la noche ha ido de maravilla. Mi he no me ha llamado y yo tampoco le he hecho saber que estoy aquí, aunque creo que ni siquiera debe saber que he salido. Pasamos a comer tanta porquería como pudimos en el parque; desde manzanas confitadas, palomitas y hotdogs. Nos hemos reído bastante, resulta que Thomas cuenta unos chistes bastante malos de los cuales sólo Jamie se ríe. Nadie sospecha que nosotras nos reímos de su escandalosa risotada.   —Wow, son pasadas las once de la noche. Se pasó el tiempo malditamente rápido —El rubio Jamie dice.   —Ay, no quiero irme — Dalia se queja.   —Tenemos que ir a la universidad mañana —le recuerdo.   —De hecho, no. Por lo del accidente del profesor suspendieron las clases hasta mañana. ¿No has leído el correo? — Dalia sonríe victoriosa.   — ¿Qué paso? — Thomas pregunta preocupado.   —Un profesor se murió o algo así. En fin, ¿ya quieren irse?   — ¡Dalia! —la reprendo.   — ¿Qué? —parece confundida.   —No seas tan insensible. Ten un poco de tacto.   —Aaaaaay que pasada. Sólo por eso yo me iré con Jamie y tú te iras con Thomas— Dalia se cuelga del cuello de Jamie y le deposita un beso fogoso en los labios. Aparto la mirada. Ella es tan demostrativa.   —Dalia, prometiste ir a dejarme. No puedes echarte para atrás ahora—le recuerdo.   —Pero yo me quiero ir con Jei—llora. Es una bebé de ocho años.   —Dalia, por fav—   —Ya, vamos— Thomas me toma de la mano y comenzamos a caminar hacia el estacionamiento — ¡Adiós! —grita en dirección a los chicos.   Ellos gritan de vuelta y yo me veo obligada a caminar a donde Thomas se dirige, que sigue sin soltarme la mano, por cierto.   Llegamos al estacionamiento y Thomas con su única mano disponible comienza a buscar algo en los bolsillos de su chaqueta. Me revuelvo incomoda mirándolo buscar algo que parece no encontrar.   —Puedes soltarme si...se te hace más fácil buscar— le digo. Thomas me mira confundido hasta que ve que nuestras manos siguen entrelazadas. Me suelta la mano bruscamente al percatarse de eso.   —No me había dado cuenta—dice.   —Descuida.   Sigue buscando en sus bolsillos, en sus pantalones y exclama una grosería. ¿Qué le pasa? Luego parece recordar algo y busca en el bolsillo que estaba arriba de su chaqueta y de esta saca unas llaves, supongo que de un auto. Descubro que lo son cuando comienza a abrir la puerta del piloto del auto que está a nuestro lado. Se da la vuelta para abrir la puerta del copiloto y me mira esperando.   — ¿Vas a entrar o no? —me pregunta irónico. Despierto de mi trance y comienzo a caminar con rapidez hasta el lado del copiloto. Me dentro en el auto y el cierra la puerta luego de eso.   Rodea el auto hasta abrir la puerta del piloto y entrar sentarse cerrando la puerta detrás de él. Enciende el motor y comienza a salir del estacionamiento del parque. Aunque estamos en al auto me da un poco de frio y el silencio me incomoda un poco. No quiero sacar mi iPod porque puede que se dé a entender que no quiero hablar con él, así que me quedo quieta esperando a que él diga o haga algo.   —Puedes encender la calefacción y la radio si quieres —dice como si leyera mis pensamientos. Me inclino hacia delante para encender la calefacción y poner una estación. Pongo una en la que están pasando algunas canciones de Rihanna.   —Hace frio —digo frotándome las manos, en un intento de sacar algún tema de conversación.   — ¿Dónde vives? — me pregunta y me siento ignorada. Le doy la dirección de mi casa y el asiente. Dejamos de hablar por unos minutos y dejamos la radio sonar de fondo.   —No pensaba que tuvieras auto—le digo.   — ¿Por qué? — me da una corta ojeada después de volver su vista a la autopista.   Me sonrojo. —Es que como te vas en bus...—digo silenciosamente y él se ríe.   —Es de Jamie— aclara.   —Ah— exclamo — entonces Dalia va a dejarlo a su casa y luego se irá a la suya.   —Sí, claro. Se irán cada uno a su casa a dormir tranquilamente— dice con sarcasmo.   — ¿Qué estas tratando de decir? — digo confundida.   Thomas me mira por un segundo y sonríe. — ¿En serio?   Niego. — ¿En serio qué?   —No puedes ser más inocente, Evan. Ellos no van simplemente a dejarse a casa, van a follar.   —Okey, ya entendí — miro hacia el frente y comienzo a asentir. En el fondo lo sabía. Dalia es así.   — ¿Acaso tu no lo harías? —No entiendo.   — ¿A qué te refieres?   —Me refiero a.…olvídalo—de pronto se pone serio, y hace una mueca de como si quisiera sacar de su mente algo que acaba de recordar.   —Bueno...—me limito a decir.   Thomas me pide algunas indica de cómo llegar y eso es todo el intercambio de palabras que tenemos. El auto se detiene cuando llegamos.   —Gracias por traerme, Thomas— le agradezco mientras desabrocho mi cinturón de seguridad y estoy lista para irme.   —De nada. Buenas noches y descansa.   Abro la puerta para salir del auto. Una vez estoy fuera comienzo a caminar hacia mi casa. Saco las llaves de la puerta y la abro, me doy vuelta y auto el Jamie sigue ahí. Seguramente quiere esperar a que entre a casa para poder irse. Me despido con la mano y abro la puerta para entrar. Lo escucho marcharse y suspiro.   Este ha sido un día muy loco.   Escucho el sonido de mi celular y un mensaje de Dalia me aparece en la pantalla.   ¿LO BESASTE? ¿SE BESARON? ¡¡¡CUENTAME XFIS!!!!   No ha pasado nada ¡Apenas lo conozco Dal!   Buuuuu L aburrida! Bueno yo ahora voy a follar. Adiosin.   Cierro mi celular mientras comienzo a reírme y subo las escaleras para poder ir a mi habitación y dormir. Estoy muy cansada.  
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