09: Prohibido ir...pero no imaginar.

2848 Words
Trato de cerrar mis ojos y dormir un poco, pero no puedo. Me quedo mirando el techo iluminado por la tenue luz que se filtra a través de las cortinas en mi ventana. Lo único que invade mi mente es que él vino a buscarme para disculparse conmigo, aunque no haya sido por lo que yo realmente quería que se disculpara, lo hizo, y eso es lo importante. Una presión de instala en mi pecho cuando recuerdo lo que dijo "¿Acaso tu no lo harías?" sabía exactamente a lo que se refería, pero no quise responder por vergüenza. Hay cosas que es mejor no contarlas.   Tomo una respiración profunda y la mantengo antes de botar el aire por mi boca. Estoy tan cansada y sin embargo mi mente no me deja de molestar con los pensamientos de la conversación que tuve con Thomas en el bus de vuelta hacia mi casa. Él simplemente estaba tan entusiasmado contando como para su décima navidad su tío preferido le regalo su primer libro El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. Al principio cuando vio de qué se trataba lo miró un tanto decepcionado como cualquier niño que espera juguetes en navidad, no un libro, pero que ese día no sabía que su tío le estaba dando el regalo más importante de todos; El regalo de ir a mundos a los que el ser humano se les tiene prohibido ir, pero no imaginar.   Sus ojos estaban brillando y tenía una sonrisa melancólica en el rostro mientras me relataba su historia, su acento inglés, su tono de voz ronco y lento. Simplemente no quería que se detuviera, no quería que el momento acabara y quería que el trayecto del bus hacia mi casa fuera eterno. Hasta sentí aquella punzada de decepción en el pecho cuando tuve que decirle que me tenía que bajar porque ya había llegado a la parada. No sé porque, pero tuve la sensación de que él también sentía lo mismo, él tampoco quería despedirse, él tampoco quería que el momento acabara. Tal vez esté equivocada, tal vez esté siendo paranoica, pero juro a ver visto un atisbo de tristeza en sus ojos, pero no estoy segura, ya que se fue tan rápido como llegó. Cubro mi rostro con ambas de mis manos y reprimo un chillido desde el fondo de mi garganta, el sólo recordar la forma en que se despidió de mi con aquel "Adiós, Evan" hace que me ponga eufórica y no puedo contener la sonrisa que se extiende por todo mi rostro.   Está bien, lo admito. Me gusta Thomas Bray. Me gusta tanto, me gusta mucho. Me gusta y no puedo evitarlo. Me gusta hasta el punto de que son casi las 03:00 a.m. y aun no puedo sacarlo de mi cabeza, no puedo apartarlo de mis pensamientos ni quitar sus ojos ámbar de mis sueños. Temo que me estoy convirtiendo en una especie de chica de dieciséis enamorada de un inalcanzable profesor del cual ríe o se esconde cada vez que esté lo mira o se acerca, y eso es algo que detesto ser por sobre todas las cosas, pero cuando se trata de Thomas Bray no puedo evitarlo, realmente no puedo.   Trato de calmar de nuevo mis fuertes emociones es un nuevo respiro profundo. Mis parpados pesan sobre mis ojos y la idea de que me quedan sólo tres horas más de sueño no es nada alentadora. No sé cuánto tiempo pasa hasta que me he sumergido en un profundo sueño.   ***   —Tienes una cara de culo, que me dan ganas de no mirarte—Dalia me regaña—. En serio, luces fatal.   —Lo sé—digo entre un enorme bostezo—. No dormí muy bien. Más bien no puede dormir.   —No, si se te nota—enarca las cejas— Bastante.   La empujo con mi mano, pero más pareciera que mi mano hubiera resbalado contra su hombro. —Que pesada eres.   —Sí. Así soy—Dalia dice encogiéndose de hombros. —. Derek te ha estado buscando—golpea juguetonamente mi brazo con su codo.   La miro sin ánimo. —Deben ser los trabajos que dije que le haría. Tengo que entregárselos—recuerdo—. Tal vez se los lleve después de mi próxima cla...—otro bostezo me asalta—clase...   —Realmente no dormiste ni una mierda—Dalia me mira molesta— ¿Te quedaste haciendo la tarea de ese retrasado hasta tan tarde? No lo vale, Evan.   —No fue eso, Dalia. Estas hablando sin saber nada.   —Porque nunca me dices nada. ¿Qué te pasó? —pregunta.   —Nada. Ya fue—trato de prestar atención a los apuntes que transcribo, aunque todo lo que quiero hacer es echarme una siestita sobre la mesa.   —Evan...   — ¡Nada! —exclamo en voz baja y al final me sale una risa al recordar la razón por la cual no dormí anoche y una presión extraña de emoción contenida de arremolina en mi pecho dándome unas inmensas y desconocidas ganas de gritar.   — ¡Evan Bellamy, qué me estas ocultando! —Dalia me toma del brazo y se acerca a mí sorpresivamente. —Quiero detalles. Sé que Thomas se fue detrás de ti ayer. Me he estado haciendo la tonta esperando a que me contaras, pero veo que tendré que sacártelo por la fuerza.   Muerdo mi labio inferior tratando de amortiguar la sonrisa que amenaza con escaparse mis labios, pero no puedo con ella. —Bueno, él me alcanzó y hablamos un poco...   — ¿Y? No puede sólo a ver sido eso. Cuéntame más—me fuerza.   —Nos fuimos juntos en el bus de regreso a mi casa. Hablamos de su vida, principalmente de cómo se volvió un lector tan innato.   —Que v***a, ¿sólo de eso? Dime que por lo menos planearon una cita o algo...—niego con la cabeza y Dalia pone los ojos en blanco—. Esto es el colmo. Ambos son demasiado lentos...el uno para el otro.   Aunque Dalia no le haya parecido la mejor conversación del mundo, para mí fue lo mejor que pudo haber platicado conmigo. Sigo sin olvidar el brillo de sus ojos cuando hablaba acerca de su primer libro. Hasta me han dado unas inmensas ganas de leerlo, sólo para poder imaginar que pudo haber pasado por su mente al momento de leerlo, sólo para sentir que puedo tener de alguna u otra manera una conexión con él.   —Yo realmente disfruté de su compañía—admito.   —Evan, lo que realmente tienes que disfrutar es un orgasmo después de una alocada noche de sexo, no una plática en un bus atestado de gente.   —Bueno, siento no tomarme las cosas tan aceleradas como tú y primero acostarme con el chico y luego conocerlo—abro los ojos de manera exagerada mientras me concentro en mis apuntes.   — ¿Qué estas intentado decir? —suena ofendida— ¿Acelerada dices? Hace dos años no te tomaste las cosas con calma como tanto presumes—Dalia dice es un ataque de molestia que llega tan rápido como se va y llega el entendimiento de lo que acaba de decir—. Oh mierda...   La miro fulminante por aproximadamente cinco segundos después de agarrar todas mis cosas de la mesa y levantarme de mi lugar. —Iré a otro lugar—le digo sin mirarla, aunque realmente no sé por qué se lo estoy diciendo, simplemente debería marcharme.   —Evan perdona yo...—suena súper arrepentida.   —Sé que lo sientes, pero fuiste muy lejos esta vez—mi cuaderno esta sobre mi pecho y mi mochila sobre mi hombro derecho.   —No te enojes tanto. De verdad lo siento—dice juntado sus manos en forma de súplica y haciendo un puchero.   —Nos vemos en otro momento. —son mis últimas palabras antes de caminar en dirección a la biblioteca. Habrá silencio y eso está bien porque no quiero hablar con nadie.   ***   — ¿Sigues enojada? —Dalia se apoya sobre el casillero que está al lado del mío.   —Me lo has preguntado más de once veces, ya sabes que la respuesta es no—pongo mis libros dentro del casillero.   —Es que sé que estas enojada.   —Entonces para qué lo preguntas—respondo esta vez, un poco más irritada.   Dalia me sigue mirando, pero yo estoy únicamente concentrada en la tarea de poner mis libros en su lugar. No llores, no llores, no llores. Me repito este mantra una y otra vez en mi cabeza. No dejes que los recuerdos te rompan otra vez, no dejes que te derrumben como siempre, no los dejes...trato de recordar toda la terapia...las pastillas y las conversaciones.   —Lo recordaste, ¿no? —Dalia adivina mis tortuosos pensamientos, y por primera vez desde que dijo eso me atrevo a mirarla. Un nudo se arremolina en mi garganta quemándome con fuerza, amenazándome con hacerme llorar—. Mierda Evan, lo siento tanto— dice antes de extender sus brazos para abrasarme fuertemente. Cierro mis ojos con fuerza y trago duro para mantener las lágrimas dentro y no dejar que estas escapen, pero es imposible evitar que mis ojos se humedezcan—. Todo está bien, Evan. Lo siento...   —Lo sé—le digo apartándome de ella—. Sólo no vuelvas a mencionarlo nunca más. Fuiste muy cruel.   — ¡Lo sé! Soy una idiota. Necesito aprender a mantener mi boca cerrada—rueda los ojos—. Soy un desastre.   Me rio, pero sin ganas. Trato de sonreír y hacer como que nada ha pasado.   — ¡Evan! —el grito entusiasmado de Derek me asalta—. ¿Cómo estas, heroína? —Me dice amistosamente, pero en cuanto ve mi expresión su entusiasmo pasa a preocupación—j***r, ¿estás bien?, ¿te pasó algo?, ¿te duele algo?, ¿necesitas ir a enfermería?   —No, estoy bien—trato de calmarlo—Tuve un momento sentimental, eso es todo.   —Está bien, pero si necesitas algo uh, ya sabes, aquí estoy—menciona un tanto apenado.   Le sonrío. —Gracias Derek. Tengo tu tarea, por cierto—recuerdo buscando entre mi bolso la carpeta con su trabajo de metodología. Lo saco rápidamente y se los tiendo frente a sus narices. —No te acostumbres, Derek.   —Evan, si fueras una religión, juro que te construiría una iglesia, ¡Que iglesia! Un templo entero—exclama feliz mientras recibe la carpeta entre sus manos.   — ¿Y qué le das a cambio? —Dalia espeta detrás de nuestras espaldas y yo la miro fulminante—. ¿Qué? No vas a hacerle los trabajos sin pedirle nada a cambio, ¿no? —se cruza de brazos.   —Bueno, yo...—Derek comienza a bacilar.   —No es necesario —Me giro en su dirección—. Eres mi amigo. Estoy segura de que tú harías lo mismo por mí.   —Si supiera algo—Dalia farfulla.   —Dalia —la regaño.   Levanta sus manos en expresión rendida. —Como sea.   —Ya se—finalmente Derek dice —. Te invito al partido de esta tarde en los mejores asientos. A ti y a Santini.   —Es Santi.   —Como sea—hace un ademán con la mano para restarle importancia—. ¿Vienes?   Muerdo mi labio inferior para amortiguar una sonrisa. —Me encantaría —finalmente digo, sonriente.   —Genial, entonces, te veo en la tarde.   —Nos vemos —asiento.   Derek me da un fugaz beso en la mejilla y se aleja corriendo del lugar.   Me volteo para volver a mi casillero en donde Dalia me mira con gesto desaprobatorio.   — ¿Qué? —exclamo al ver que me mira como si fuera el ser más irremediable del mundo.   —Entonces ¿en serio no te das cuenta? —me pregunta.   — ¿De qué hablas?   —De que Derek Devon esta loquito por ti— Dalia dice con expresión obvia.   Me rio ante su comentario. —Estás loca. Derek nunca se fijaría en mí, además, él y yo somos amigos. —le aclaro.   —Evan, al chico se le nota a trescientas millas que está súper enganchado de ti.   —Sí, claro —ruedo los ojos mientras niego con la cabeza—. Y también me va suuuper bien en economía.   Dalia rueda los ojos fastidiada, pero lo deja pasar.   ***     —Derek dijo que teníamos que ir a la taquilla y ahí estarían nuestras entradas reservadas—Le digo a Dalia mientras chequeo mi teléfono celular con el reciente mensaje que Derek me ha mandado.   — ¿Te lo dijo? —Dalia me pregunta cruzada de brazos sin mirarme. Está con la cabeza alzada y parece estar buscando a alguien entre la multitud.   —Sí, me envió un mensaje. Mira—Le digo tendiéndole el teléfono para que pueda ver el mensaje que Derek me ha enviado.   —Ay, Evan, aleja esa cosa de mi por favor—Dice haciendo un gesto de asco mientras aparta mi teléfono de su cara con su mano—. No puedo creer que tengas esa cosa de celular ¿Si quiera funciona?   Frunzo el ceño mientras miro el aparato en mi mano. Es un teléfono concha con teclado numérico, es realmente antiguo, pero a mí realmente no me importa. Mientras sirva para llamar, recibir llamadas y mandar mensajes soy feliz, total para escuchar música tengo el iPod. Además, desde hace mucho que me mantengo alejada de las r************* , y estoy bien así.   —No te veo nada de malo. Funciona tan bien como cualquier otro celular—Defiendo a mi pequeña chatarra.   — ¿No se te corta la señal? ¿Cuándo se te cae no rompe el piso? —Exagera.   —Esos son los Nokia, Dalia—Le aclaro—. Y no, no me corta la señal ni se me rompe el piso cuando se cae. Además, con este teléfono me estoy salvando de un robo seguro, ¿sabes?   —Nadie querría robar esa cosa, para empezar. No la comprarían ni a dos pesos.   Me rio del comentario de Dalia. Como siempre ella siendo tan graciosa. Caminamos hacia la taquilla, en donde un señor de edad atiende el lugar, le decimos que somos amigas de Derek Devon y él enseguida nos da entradas en las primeras gradas para ver el juego desde el lugar. Sonrió agradeciéndole por las entradas y Dalia me sigue. Sigo notando como ella parece buscar a alguien con la mirada, pero no me he atrevido a preguntarle de quien se trata o de qué se trata, hasta ahora.   —Dalia, ¿a quién buscas? —Finalmente le pregunto.   —Eh...a alguien—Me dice mientras pasamos por entre la gente. Dalia tropieza con los pies de un señor y se le escapa una palabrota. El señor la mira con gesto desaprobatorio y ella le pide una disculpa mientras seguimos caminando y pasando hasta llegar a nuestros lugares.   —Si sé que buscas a alguien.   —Entonces para qué preguntas—Me interrumpe. Le golpeó la cabeza—. Ay.   —La pregunta es a quien—Resalto la última palabra para ver si así puede entender lo que trato de decir.   —Bueno, ya te digo—Se frota la cabeza—. Estoy buscando a.…—Sus ojos se abren como platos al ver por sobre mi hombro, su expresión de vuelve ansiosa y ajetreada de pronto—. ¡Tengo que ir al baño!, ¡Permiso! —Se levanta rápidamente del lugar y comienza a pasar por el pequeño espacio de las gradas, fuera de ella comienza a subir las escaleras para poder ir al baño. La miro alejarse extrañada ¿por qué actúa de manera tan extraña?   Lo dejo pasar mientras trato de concentrarme en el juego de Derek. Como aun no empieza las porristas toman su lugar en la cancha y comienzan a hacer piruetas y su baile para apoyar al equipo. Cuando finalmente terminan, comienzo a preocuparme. Han pasado más de diez minutos y parece no haber señales de Dalia por ninguna parte. Saco mi teléfono celular de la parte trasera de mi pantalón jeans y marco su teléfono para poder saber dónde demonios está. El partido está por empezar y no hay rastros de ella. Comienzo sacudir mis piernas en señal de nerviosismo e impaciencia. Dalia no me contesta el teléfono, en cambio la operadora me manda directamente al buzón de voz. Lo intento nuevamente, pero la historia se repite, no contesta. Sigo sacudiendo mis piernas de arriba abajo en movimientos rápidos impulsados por la punta de mis pies. El altavoz anuncia que los jugadores van a salir al campo de juego y mi ansiedad y nerviosismo aumentan cada vez más al saber que Dalia aún no ha llegado y el partido está empezando.   Derek aparece en mi campo de visión acompañado por su equipo. A pesar de llevar sólo un año en la universidad Derek ya se ha posicionado como uno de los mejores jugadores del equipo, y eso me hace sentir muy orgullosa de él. Quizás no sea muy bueno para los trabajos teóricos, pero es un deportista innato. Doy un saltito por impulso mientras grito su nombre fuertemente al igual que todos los hinchas en el estadio. Derek dirige una mirada en dirección a las gradas al parecer buscándome. Cuando me localiza puedo ver su sonrisa incluso a través del casco que lleva puesto. Le doy un saludo con la mano y él lo responde de igual manera. Entonces me mira con expresión confundida mientras sus labios modulan un "¿Santini?" preguntándome por Dalia. Bufo ante su pregunta mientras me encojo de hombros y flexiono las manos en señal de "No lo sé". Derek asiente y así es como comienza el partido; con hambre y sin mi amiga a mi lado.   Me siento en las gradas lista para observar el partido, al parecer sola, cuando una caja con palomitas de maíz estrella justo en mi cara. Boto un suspiro de alivio al igual que asomo una pequeña sonrisa ante el gesto. Recibo la caja con mis manos y la pongo en mi regazo. Siento como Dalia toma su lugar a mi lado, pero yo pongo toda mi atención en el partido. No quiero perderme ningún segundo.   — ¿Por qué tardaste tanto? Me quedé como estúpida esperándote—Le reprocho mientras que de la caja de palomitas saco algunas para echármelas a la boca.   —Lo siento. Algo me retrasó—Dice una voz que no es la de Dalia.   Antes de que las palomitas ingresen a mi boca me detengo en seco. El partido ya no me interesa en absoluto. Me giro lentamente con la boca abierta y las palomitas a medio camino de ella para confirmar de quien creo que pertenece aquella voz masculina.   — ¿Me perdí mucho? —Thomas pregunta mientras toma la pajita de la soda que tiene entre sus manos y le da un sorbo.   Las palomitas caen de mi mano al suelo.  
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD