Siento como su pecho sube y baja con lentitud. Su respiración se siente lenta, es profunda y pausada. Está en calma y se ha mantenido en silencio sin pronunciar palabra alguna. No sé cuándo tiempo ha pasado, y poco me importa si nos están mirando, pero algo dentro de mí me dice, que el señor Brown necesita este abrazo. —Lamento interrumpir, señor… —oigo la voz de un hombre a mi espalda—, pero lo están esperando para el brindis. —En seguida vamos —dice. Aflojo mis brazos, y me separo de él con mi vista fija en su pecho. Limpio con mis dedos las lágrimas que no pude contener, y me armo de valor para verlo a los ojos. —Sé que el mostrarnos afectos está prohibido, y me hago responsable de mi falta. Pero no me arrepiento de haberte dado este abrazo, Albert. Siento que mi corazón quiere sa