Siento como si tuviera dos cabezas. No sé si se deba al hecho de que el señor Brown me ha presentado como su futura esposa, o porque soy la única en sandalias, sin tacón, sin maquillaje, y vestida muy sencilla, comparada con las mujeres que están aquí. Todas me observan de reojo, creyendo ellas de que están siendo prudentes y hasta discretas, pero no es así. Siento sus miradas sobre mí, me doy cuenda de la forma en que me miran de arriba abajo, hasta de sus leves sonrisas de suficiencia. No me dejo intimidar por ninguna de ellas, en cambio, me muestro muy educada con una sonrisa cada vez que él me presenta ante alguien. Fui criada para esto; para ser la acompañante bonita, la que sonríe a todo y muestra una admiración total por su esposo. Así que no se me hace difícil encajar, aunque a