El día que decidí entregarme a un hombre, lo hice con la esperanza de librarme de un matrimonio arreglado. No conocía el hombre que sería mi esposo, solo que pagó por mi educación. Con ese rencor en mi corazón, busqué a un joven de mi barrio, y le propuse que me ayudara. Él era únicamente un conocido, y aunque fue muy amable, todo el acto fue planificado. No hubo sentimientos de por medio, ni mucho menos el acto previo. ¿Me dolió? Por supuesto que sí, y en cuanto mi cuerpo demostró en las sábanas blancas que ya no era pura, todo quedo ahí. No hubo besos, no hubo caricias, no hubo palabras bonitas. Yo seguí por mi camino, y él por el suyo. Ahora, con él es distinto. A pesar de su frialdad, él es fuego al mismo tiempo. Me hace sentir como si fuese mi primera vez. ¿Cómo es que con tan sola