Encuentros inesperados

1487 Words
Graciela Santo Toribio de Mogrovejo. ¡Es él! ¡Es el chico! ¡El norteamericano bien guapo de ayer! ¡El que habla español y entiende inglés! ¿Está en mi clase?... ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Seremos colegas? Quizás le interese formar parte de mi futura empresa con las chicas o… "Maldición, Graciela, contéstale ya". —Sí, digo no. Es decir, sí está vacío, no está ocupado —explico con un repentino síndrome de dislexia. Debo parecer tonta. ¡Así me pone él! —¿Y el de acá? ¿De dónde viene esa voz? Viene de atrás de él. ¡Oh, es otro chico! Norteamericano también, por las facciones de su rostro… ¿Estoy en América o en Europa? "¿Dios, puedes responderme?" Ana se queda muda en cuanto ve al muchacho. "¡Ajá! ¿Ahora me entiendes?" Ahora debe saber lo que se siente que un chico guapo te pregunte si se puede sentar a tu lado. —Claro, puedes sentarte —responde ella muy serena. Maldición, soy la única con serios problemas de personalidad. Bueno, después de todo, mi amiga tiene una personalidad fuerte. Es como una pequeña diva adorable, pero esperen a que se enoje o se frustre; cuando eso ocurre nadie se atreve a mirarla a los ojos. ¡Te pulveriza con una mirada! Mi chico alto y guapo se sienta a mi lado, mientras que el más bajo, con cabeza de hongo y cabello color dorito, se ubica al lado de Ana. Nada que hacer. Andan juntos, pero no hay más asientos como para que puedan elegir sentarse uno al lado del otro y yo no tengo ganas de correrme un puesto para cederles espacio. No soy tonta, quedamos mucho mejor sentados así, ¿no? Mi norteamericano alto y guapo –Graz –Ana –Otro norteamericano guapo. … pero, parece que el alto y guapo es mudo. No habla durante toda la clase. Bueno, se supone que uno en clases no debe conversar, pero me muero de ganas de escuchar su voz y preguntarle un montón de cosas sobre su país. Después de todo, estudio idiomas y el suyo es uno de los que me apasiona y me gustaría aprender a hablar fluidamente. De vez en cuando siento que me mira de reojo, pero volteo y me llevo una tras otra decepción; él está con la vista fija en la pizarra. "A mí no me engañas, tú me estabas mirando", lo acuso en mi mente. Cuando acaba la clase, veo que el chico más bajo se acerca a Ana, así que yo como buena amiga que soy sigo con mi camino y los dejo a solas… pero, que se espere Anita el interrogatorio que le montaré mañana. No veo a Nat ni a Jess por los pasillos. Me gustaría saber cómo les fue hoy, pero ni modo, los días miércoles ellas tienen clases hasta más tarde. Salgo de la universidad y camino hacia la parada de autobuses. Voy embobada intentando descifrar el gran misterio; ¿por qué tanto gringo en la universidad? ¿Por qué, señor? Y más embobada quedo cuando veo a mi gringo… "No es tu gringo, Graciela". … al norteamericano guapo subir a un auto y sonreírme. ¡Sonreírme! Santo Triviño de Nápoles, ahora puedo morir tranquila. Cruzo la calle hasta el paradero, sin siquiera mirar por dónde paso o si viene algún vehículo. Como ya dije, ya puedo morir en paz, porque… ¿cómo se llama? Bueno, el hermoso hombre-del-que-no-se-su-nombre, me sonrió. No hemos cruzado más palabras que una simple disculpa y una pregunta, pero, ¡hey! El año recién comienza. Me siento en la banquita a esperar el autobús, y no me doy cuenta de que hay alguien a mi lado, hasta que escucho que me habla una voz que… maldición. —Tanto tiempo, Graciela. ¿Cómo va la universidad? "Bien, hasta que me hablaste". *** Jessica Claro, yo tengo que quedarme hasta las seis de la tarde mientras que Ana y Graz salen a las cinco. "Envidia, sal de este sensual cuerpo". Voy camino al casino a comer algo en el intermedio, cuando de pronto, un chico pasa corriendo por mi lado derecho y luego se tropieza con… ¿sus pies? Cae al piso sobre su estómago, maldiciendo entre dientes. No puedo evitar echarme a reír, ¿cómo fue que se cayó? Creo que las hormigas últimamente están más cabezonas. Se queda tirado en el piso durante más tiempo de lo normal. ¿Le gustará estar ahí? Soy curiosa, así que me acerco para ver si está bien. —¿Estás cómodo ahí? —pregunto, intentando controlar mi risa. Él me mira avergonzado y… wow. Es muy guapo, pero no parece de por aquí. Lo digo por sus facciones… ¿Será el que Graz dijo que vio ayer? Quizás no, éste es de tez blanca y Graciela dijo claramente que el chico que ella vio, estaba perfectamente bronceado… ¿Se habrá quedado pálido del susto? —No es que esté cómodo —explica, colocándose de pie y sacudiéndose la ropa—. Es que estoy acostumbrado —sonríe ampliamente. Cautivadoramente. —Así veo —de pronto me da vergüenza hablar con él. Es muy, muy, muy guapo. Voy a despedirme y seguir con mi destino, pero me detiene antes. —¿Hacia dónde vas? —pregunta, observándome atentamente. "No me veas así, eres muy guapo, me derritooooo". —Al… comedor —de repente, las palabras se me atascan en la lengua. —Yo también. ¿Irías conmigo? Todavía me pierdo aquí dentro —confiesa de forma graciosa, señalando alrededor. Es tierno. ¿Ir con él decía? "Oh, sí, ven conmigo bebé, no te arrepentirás". Asiento, sonriente. —¿Por eso ibas tan apurado? —levanto una ceja—. ¿Tienes hambre? —Claro que sí, vamos. "Sí, vamos, ¿podrías sujetarme? Creo que tu belleza me hace tambalearme". —Y sí —responde a mi pregunta—. Me enteré de que venden alitas de pollo picante. ¿No es genial? En su voz se oye emoción. Creo que la comida es un tema sensible para él. Bien, allá vamos. *** Ana Termina la clase y me dispongo a salir con Graciela, pero el chico guapo que se sentó a mi lado durante toda la lección me detiene. Me jala levemente del brazo. Sus dedos son suavecitos, suavecitos. —Disculpa… —sonríe tímidamente. Noto cómo Graz se da a la fuga con disimulo—. ¿Tienes un poco de tiempo? "Para ti, claro que sí, guapo". —Por supuesto —contesto, oyéndome igual de confiada que antes. Me siento orgullosa de mí. —Sucede que… soy nuevo aquí y actualmente me estoy quedando en un hotel —"no me vengas con proposiciones indecentes, eso sí que no"—. Me preguntaba si sabes de algún lugar donde pueda arrendar o comprar un departamento, ya que vivir en un hotel sin tiempo definido no resulta muy económico que digamos. Cachetada mental. Se ha sonrojado, y creo que yo también. Gracias a Dios no puede leer mis pensamientos. —¿Hablas de un departamento grande o uno tipo dormitorio universitario? —Un departamento grande, ojalá. —Conozco un edificio nuevo que no está lejos de la universidad, más o menos a una calle de distancia… Oh sí, lo conozco. Nunca pensé que recorrer cada metro del centro de la ciudad comprando ropa me serviría tanto. Él acepta y entusiasmado, me sigue hasta el exterior de la universidad. —Este... —dudo un segundo mientras caminamos en silencio—. ¿El departamento es para ti y tu amigo? Supongo que él y el grandote son amigos. —¿Te refieres a Lucas? Así que el guapote de Graciela se llama Lucas. Asiento. —Él no es mi amigo, lo conocí hoy por casualidad. Ya sabes, somos del mismo país, eso nos dio un motivo para hablarnos y no sentirnos tan asociales —se encoje de hombros y sonríe. —Ah, comprendo —frunzo los labios, indecisa—. ¿Puedo preguntarte algo? —Claro —acepta mientras nos acercamos al final de la calle. —¿Por qué están aquí? Es decir, no es que no me guste que estén aquí, o sea, no es que me guste tampoco, digo, claro que me gusta pero… —"ay, Dios, tres tristes tigres tragaban trigo en un trigal"—. Siento curiosidad —sonrío torpemente. Él sonríe también, sólo que menos torpe. —Según me dijo, él viene de intercambio por un año. Lo que es yo, llegué al país hace poco y pretendo establecerme aquí, por eso necesito un departamento. Oh claro, el tratado de libre comercio y el montón de información que no alcancé a procesar el primer día de clases. —Ah, ya veo —me detengo frente a un lujoso edificio—. Aquí es.
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