Entre el pasado y el presente

2910 Words
Graciela Luego de un montón de disculpas tardías, de descargas eléctricas en todo mi cuerpo al estar cerca de Adam, de hablar abiertamente de nuestro pasado, de que él me dijera demasiado tarde que en verdad sí me quiso, de al mismo tiempo oír de sus propios labios que nunca fui lo suficientemente mujer para él, sino sólo una niñita a la cuál quería y extrañaba cuando no estaba y de que hasta lloriqueara, diciéndome que ahora se daba cuenta de lo que había perdido, de cuánto me quería y de cuánto sentía que las cosas hayan terminado así entre nosotros, voy caminando con él hasta su auto, que está aparcado en el estacionamiento de la universidad. ¿Qué puedo hacer? Terminó convenciéndome de llevarme hasta el departamento de Tyler, aunque sólo quedara a una calle de distancia. Insistió mucho, seguramente porque no quiere separarse de mí. "No te creas tanto, Graciela". Acepto ir con él, primero, porque ya está oscureciendo y no me gusta andar sola cuando es de noche, y segundo, porque… ¡Oh! ¡Tiene carro! Un descapotable. No es que me interesen los carros, pero es que me sorprende que Adam, el mismo Adam holgazán y despistado que conocí en el pasado, ahora tenga un auto. Eso sí, antes de aceptar ir con él, le dejo en claro que no debe esperanzarse conmigo. Aunque, muy dentro de mí sé que lo que siento por él no se ha extinguido del todo. Quizás más adelante… "No, Graciela, ni más adelante, ni nunca". No puedo pretender nada con él, ni conociéndolo más, ni viéndolo todos los días. Me hirió mucho y aún con sus palabras sigue haciéndolo. No sé de dónde saqué fuerzas para oír su versión de nuestra historia, pero dicen por ahí que el dolor te hace más fuerte. Me subo al asiento del copiloto. Adam se inclina hacia mí para abrocharme el cinturón de seguridad. Todavía sigue usando ese perfume que una vez grabé en mi subconsciente, ese que me embriagaba, pero ahora quiero pensar que es sólo su perfume y no él. Cuando ya me ha asegurado, me sonríe… ¿tiernamente? Sí, creo que intenta ser tierno, sin embargo, desde que conozco a Lucas, a Adam le encuentro cara de perrito chihuahua. Lucas… vaya, le dije que iría al apartamento de Tyler a las ocho y ya son casi las nueve de la noche. "No te preocupes mi sensual gringo, allá voy". Tengo el logro de acomodarme en el asiento, cuando ya hemos llegado a la dirección que Ana me apuntó esta mañana. ¡El edificio es enorme! Y… es el que veo todos los días de camino a la universidad. "Te dije que sólo estaba a una cuadra de distancia, Adam, esto es ridículo". Pero ya qué. Me desabrocho el cinturón y sin querer, echo un vistazo hacia la vereda… Allí está Lucas, mirándome o mirándonos, sentado en los escalones de la entrada. Al ver que yo lo he visto, se hace el tonto y desvía la mirada. Rápidamente agarro mi bolso y sin pensarlo más, bajo del auto, pero entonces recuerdo los modales básicos; debo despedirme. Volteo y miro a Adam. —Gracias por traerme, me hubiese cansado mucho si no es por tu aventón. No sé por qué, pero me nace ser traviesa. —De nada, cuando se te ofrezca —responde, guiñándome el ojo. —No te ves para nada sensual —le digo sinceramente, a lo cual hace un puchero que me parece cómico—. De todas maneras, gracias, y gracias por tener la decencia de disculparte por… bueno, ya sabes. Me mira y sonríe. —Gracias a ti, por haberme querido tanto y… por estar aquí. "Vaya, me has sorprendido, cara de perrito chihuahua". —Bien amigo, hasta el lunes —me despido con la mano y giro para entrar al edificio. —Claro, amigos… —escucho que susurra, pero decido no darle importancia. Me acerco a Lucas. Él sigue intentando fingir que no me ha visto, aún cuando sé perfectamente que ha estado observándome desde que llegué, a mí y a Adam. —Señor, disculpe pero entorpece el ingreso al edificio —bromeo. Se coloca de pie, y… rayos, nunca termina de asombrarme su altura, es como una montaña. Una sensual montaña. —Lo siento —se disculpa. Sonrío. —¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar arriba con los chicos bebiendo y festejando la nueva adquisición de tu nuevo mejor amigo? —inquiero, mirándolo divertida. Sé que intenta inventar la mejor respuesta. —Iba a comprar cigarrillos —dice, nervioso. —¿Sentado en los escalones de la entrada? Oh, oh, oh, creo que se ha sonrojado. Se ve adorable, tanto, que me dan ganas de pellizcarle los cachetes. —Y también estaba preocupado por ti —confiesa. Antes de que pueda decir nada, da media vuelta y entra al edificio como alma que lleva al diablo. —¡Espera! —grito reprimiendo una risita. Lo alcanzo en el ascensor. Mientras la música de fondo hace de las suyas, le disparo mi pregunta —¿Por qué estabas preocupado por mí? Se soba las manos y mira hacia el piso. Me muerdo la lengua para no decirle “¡qué ternurita!” y apretujarlo entre mis brazos. "Ay, Graz, aleja esos pensamientos pecaminosos". —Porque sé que hoy salías relativamente temprano. Se hacía tarde y no llegabas. Pensé que no vendrías, pero luego Jess dijo que te había visto con tu ex novio y… pensé que podrías estar necesitando ayuda —de pronto su rostro se endurece—. Pero por lo que vi, estabas bastante feliz con él. ¿Qué es esto? ¿Una escena de celos? —No estaba feliz, sólo estaba cerrando un libro que debí haber terminado hace mucho —no sé si me entendió, pero allá él—. De todas maneras, gracias por preocuparte —intento sonreír. —¿Cerrando un libro? ¿Se han reconciliado? Cómo se nota que no sabe prácticamente nada de mi historia con Adam. No podría reconciliarme con él, si eso se traduce en tener una relación amorosa, ¿verdad? Me incomodan sus preguntas, no estoy dispuesta a dar explicaciones de mi vida privada, así que sólo niego con la cabeza. Lo veo abrir una puerta que supongo es la del departamento de Tyler. Entro y quedo con la boca abierta, es realmente hermoso. —¿Te gusta? —pregunta con una sonrisita ladina. —Para qué te voy a decir que no, si sí —respondo, dejando mi bolso en el perchero. —Bienvenida a mi nuevo hogar. ¿Su hogar? ¿Qué no es de Tyler? —Desde hoy viviré con Tyler aquí todo lo que dura mi beca de intercambio. Él se ofreció a acogerme durante este año. —Vaya, me alegro mucho por ti. Yo también quiero un amigo con un departamento así —bromeo. —Y claro que tienes —entra Ana a la sala, mirándome ofendida—. ¿O es que te olvidas de mí? —Por supuesto que no —sonrío. Sí que me había olvidado. Ana tiene también un hermoso departamento, con vista al mar. Salimos a la terraza donde está el resto de los chicos. La carne se ve llamativa, deliciosa y siento mi afán de volverme vegetariana flaquear. No me esperaba un asado, esperaba una de esas fiestas típicas de adolescentes, donde terminan todos tirados en el piso, con altos índices de alcohol en la sangre, luego de una descontrolada noche de baile. Pero veo que estos chicos no son así y eso me agrada. —Y, ¿cómo están para el mechoneo? —de pronto pregunta Jess. *** Jessica —¿Y cómo están para el mechoneo? —pregunto cuando ya estamos todos reunidos. Por mi parte me entusiasma bastante la idea, pero me doy cuenta de que al resto no… o simplemente no saben de qué recórcholis hablo. Me han quedado mirando con cara de “¿Ah?” —¿Qué es eso? —pregunta Sam. De pronto abre los ojos como platos—. No me digas que… —Sí te digo. Tú debes saber, vives aquí hace años. —Claro que sí, pero se me había olvidado por completo. —Pues no deberías olvidarte, con lo genial que es. —¿Genial? —me mira asombrado—. Es horrible, traumatizante, no quiero —se tapa la cara con ambas manos. —¡Ya! —nos asusta Key—. ¿Podrían dejar de discutir y decirnos de una vez de qué rayos hablan? —Oh, por Dios… creo que estuve tanto tiempo concentrada en entrar en la universidad que no tomé en cuenta lo que ello traía consigo —se lamenta Graciela, despeinándose los cabellos con frustración. Lucas la observa, totalmente atónito. —¿Pero qué es el mechoneo? —insiste Tyler. —¡Oh! Tienes razón Graz, ¡santo Dios, protégeme! —dramatiza Nat. —¡Vamos! —gruñe Lucas—. ¿De qué hablan? Hasta él está asustado. Ana y yo compartimos una mirada cómplice. Es hora de asustar a nuestros amigos extranjeros. —Yo me niego rotundamente, no quiero quedar calva, ni menos sin cejas —dice Ana, con expresión malévola disfrazada de inocencia. —¡¿Podrían decirme de qué están hablando?! —Key está que explota. Bien, suficiente tensión. Ha llegado la hora de hablar. —Del mechoneo, o bautizo, como quieran llamarle. Es un ritual que se realiza cada año en las universidades, donde los estudiantes de segundo año de cada carrera, le dan la bienvenida a los estudiantes de primero que ingresan a la universidad —explica Graciela. —Que tierno —comenta Tyler. Realmente no sabe lo que le espera—. ¿Pero cuál es el problema? —¿El problema? —río sádicamente—. Espera al lunes y verás. Lo que los chicos no saben, es el “lado B” de esa supuesta bienvenida a la universidad; los pobres nuevos alumnos de primer año, son masacrados por sus compañeros de segundo. Cada carrera se organiza para preparar todo para ese día. La idea principal de la actividad es hacer sentir a los nuevos estudiantes lo que es ser pobre para comenzar la vida universitaria con humildad. Así que, excusándose en ese objetivo… se les rompe la ropa que llevan puesta, se les ensucia con sustancias hediondas y líquidos asquerosos, se les baña con harina de pescado, se le revientan huevos en la cabeza, y luego se les envía a las calles a pedir dinero, sucios y sin zapatos, donde recolectan fondos para la fiesta de inicio en la universidad que es dedicada a ellos mismos. La verdad es que con los años se ha ido masificando esto del “mechoneo”, transformándose muchas veces en un acto de bullying o uso desmedido de violencia. Sin embargo, nuestra universidad se caracteriza por lo sano de esta actividad. Lo terrible no pasa de un huevo podrido en la cabeza, una cabeza de pescado en el cuello, o cosas por el estilo… creo. O eso espero. Por mi parte, estoy ansiosa. Vivir esa experiencia debe ser entretenido… ¿no? Además, es algo que marca tu ingreso a la enseñanza superior. Después de todo, es un ritual que se debe vivir, y por lo tanto, disfrutar. Cada generación nueva pasa por lo mismo, ¡vamos, que esto se vive sólo una vez! *** Ana Me causa mucha gracia asustar a los chicos con esto del “bautizo o mechoneo”. Aunque el susto tampoco es en vano; de verdad, no saben lo que les espera. Ya me imagino al pobre de Key todo sucio, con la ropa rasgada y el pelo lleno de harina. ¡Qué vergüenza! Sinceramente lo lamento, porque en mi caso, si se me presenta la oportunidad, saldré arrancando con todo lo que mis piernas den. O bueno, la otra salida sería prevenir e ir con mis peores prendas de vestir a la universidad esta semana que viene, pero… ¡no tengo ropa fea! ¿Cómo podría deshacerme así de mis bebés? Exponerlas a ser ensuciadas con esas cosas horripilantes… pobrecillas. Miro a Tyler y me da remordimiento de conciencia. Se ve que espera más detalles, pero los omitimos. El inocente muchacho cree que la bienvenida que nos darán será muy acogedora… ingenuo. Lo bueno, es que podré vivir esta experiencia con él, ya que al igual que Graciela, Lucas y yo, estudia Traducción e Interpretación de Idiomas. Supongo que todas estaremos acompañadas de un chico norteamericano. ¿No es curioso? Jess estará con Sam, porque ambos estudian Teatro. Key con Nat, porque ambos estudian Administración de Empresas, aunque… en el caso de estos dos, no sé si les alegra mucho ser mechoneados juntos. Ya ha oscurecido y aunque es agradable compartir con los chicos aquí en la terraza, me está dando frío, el aire helado no le hace bien a mi piel. Quisiera proponer ir al living, pero todos están muy animados; Tyler le ha prestado una guitarra a Graciela para que cante. Apagamos la radio, y de un momento a otro, sólo la escuchamos a ella… Oh… ¿Está cantando en inglés? No debería sorprenderme, sé lo mucho que quiere aprender ese idioma. No obstante… me deja boquiabierta que se anime a cantarlo en presencia de cuatro norteamericanos que han de saber a la perfección su idioma. "Claro Ana, son gringos auténticos, no como Adam". Graciela siempre ha dicho que no le resulta la pronunciación de ese idioma, pero ahora mismo creo que lo está haciendo de perlas. Los chicos la escuchan atentos y Lucas… ¿Lucas? Creo que se ha convertido en una estatua. —Siempre es el mismo cielo, y siempre el mismo día, solo una cosa es diferente; es que tú no estás aquí. Pensé que te había dejado ir, sin que nada me faltara. No, no, todavía no he sido capaz de dejarte ir… Ay, no. Ya sé cuál está siendo la inspiración de Graciela para cantar. ¿Otra vez él? "¡Vamos, Graciela, recapacita!" Lucas se ve ceñudo. —… estoy anhelándote a ti, porque te estoy anhelándote a ti te llamo y te llamo todos los días, te extraño, te extraño a ti… Antes de ser capaz de reaccionar, Tyler coloca su chaqueta sobre mis hombros. Mientras Graz canta, él me abriga y se acurruca más a mi lado. Se siente bien, se siente cálido, aunque Graciela no se ve feliz. Las notas escapan de la guitarra con cierta agonía y su voz no deja de escucharse triste. La letra de la canción dice muchas cosas, y ya es obvio… esa canción va para Adam. *** Graciela —Estoy extrañándote a ti. Ahora grito tu nombre, como si fuera un hábito, incluso hoy… Día a día siento que estoy muriendo, entonces ¿qué puedo hacer? Te amo, te amo, yo te amo a ti, no soy capaz de decirte esto, tuve que dejarte ir así, lo siento, lo siento, yo lo siento, ¿puedes escucharme? ¿Podrías escuchar mi confesión, aunque sea demasiado tarde?... Te amo. Termino de cantar, aguantando las lágrimas. Los chicos comienzan a aplaudirme, y…, no sé por qué canté precisamente esa canción. El torbellino que llevaba dentro necesitaba salir a flote; la música para mí siempre ha sido una vía de escape. A pesar de todo, sonrío. Siento los ojos de Lucas clavándose en mí. Lo ignoro, porque es lo único que puedo hacer. No le debo explicaciones… y si así fuera, ni siquiera yo misma sé explicarme qué me está pasando. ¿Qué es este cambio tan repentino? Adam me hace mal. Siempre lo hizo y ahora que ha vuelto, sigue surtiendo el mismo efecto en mí. Sus disculpas, su versión de nuestro pasado, su honestidad al reconocer sus errores durante esta tarde… me mostraron un Adam que creí imaginario. ¿Lo estaré imaginando de nuevo? Evitando caer en depresión frente a mis amigos, sigo cantando más canciones de mi repertorio de artistas favoritos, hasta que se hace lo suficientemente tarde para regresar a casa. —Te llevo —ofrece Lucas cuando ya me he despedido de todos. —No es necesario, gracias —sonrío y tomo mi bolso. —Claro que sí, quiero hablar contigo —dice jalándome la mano. Antes de que me dé cuenta, ya me ha sacado fuera del departamento. Bajamos al estacionamiento en silencio. "¿No que querías hablar conmigo?", pregunto para mis adentros. Llegamos junto a una moto, de la cual saca dos cascos, tendiéndome uno. —Póntelo —ordena. Lo miro asustada. Jamás me he subido a una moto; soy demasiado cobarde para algo así. Soy un cero a la izquierda en adrenalina, en aventuras, en... —Vamos —lo coloca él por mí—. No quiero que te pase nada. Lucas sube primero y luego me tiende la mano, la cual sujeto para darme impulso y sentarme tras él a regañadientes. Me sorprende esta faceta suya de chico rebelde. Después de esta tarde, no esperaba verlo hasta el lunes, sin embargo, ahora parece que no me libraré jamás de él. "Bueno, tampoco es como si no te agradara la idea, Graz". —Sujétate fuerte —indica. Lo rodeo por la cintura. —Más fuerte. Me aferro a él como si en ello se fuera mi vida, y partimos…
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