Graciela
Según me dijo Ana, Tyler, su gringo, se compró un departamento en el edificio que está como a una cuadra de la universidad.
Menuda suerte, y uno que tiene que viajar como una hora en autobús y levantarse junto con las gallinas para llegar relativamente a la hora.
Pero ese no es el punto, al menos, no por completo. El punto es que ya que somos el único grupo de niñas en la universidad con inclinaciones a estrechar lazos de amistad con nuestros invasores norteamericanos, Tyler nos ha invitado junto con Key, el pelirrubio de dudosa sexualidad; Sam, su amigo que come harto; y mi gringo sensual, Lucas, a inaugurar su nueva adquisición con una junta en su hogar esta noche.
¿Mi gringo sensual?
"No es tuyo, Graz".
"Sí es mío maldita sea"
Desde el día de ayer, me he dado cuenta de que, de todo nuestro ejército de amigos, Lucas con quien más habla es conmigo.
El día de ayer, a pesar de mi primer beso frustrado, y de haber llorado como magdalena entre sus brazos, gracias a él pude sentirme tranquila al llegar a casa. Algo han de tener sus brazos, algún tipo de medicina para el dolor muscular... del corazón.
—¿Irás esta noche? —de la nada, aparece Lucas a mis espaldas mientras camino por uno de los pasillos de la facultad.
—¡Oh, santo cielo! —grito asustada, con el corazón en la garganta—. ¡Me has espantado!
Ya pueden creerme loca, pero creo que Lucas ha sonreído y ha sonreído por mi causa. Veo como caen fuegos artificiales desde el cielo y el público aplaude.
"Gracias, gracias, no se molesten. Graciela ha hecho sonreír a Lucas".
—Lo siento —se disculpa—. Sólo quería saber si irás esta noche —se para delante de mí, frente a frente, esperando una respuesta.
—Me lo estoy pensando —miento.
"Porque sí, claro que iré, y sólo por ti".
—¿Pensando? —frunce el ceño—. ¡No hay nada que pensar! Hoy es viernes —recalca travieso y sonriendo.
¡Sonriendo! No existe nadie en el mundo que pueda descifrar lo que siento al verlo sonreír por mi causa.
—Supongo que… no es mala idea —acepto, fingiendo desinterés.
—Bien, nos vemos entonces, a las ocho —despeina mis cabellos y se pierde por los pasillos.
"Ya no eres sólo tú quien despeina mis cabellos, mamá".
Voy caminando rumbo al edificio de Teatro, necesito preguntarle a Jess si irá al departamento de Tyler esta noche. No es que me dé miedo ir sola, pero no quiero “tocar el violín” o mejor dicho, hacer mal tercio entre él y Ana.
Bueno, de todas maneras si va Sam, su amigo y compañero de Teatro, creo que estaré sobrando de todos modos. Le diría a Nat que me acompañe, pero algo me dice que no querrá ir; ella y Key no se llevan para nada bien.
Voy pasando por afuera de la biblioteca, cuando oigo que alguien corre detrás de mí.
"No necesariamente viene hacia ti, Graz, no seas paranoica".
Pero sus pasos se oyen cada vez más cerca. No voltearé, no quiero ser ridícula e imaginarme que alguien viene a por mí, ¿quién podría ser? No soy para nada conocida dentro de la universidad, menos aún por frecuentar la biblioteca a eso de las seis de la tarde.
—¡Graciela! ¡Espera!
No puede ser.
Volteo y me encuentro de frente con él. Un Adam desesperado, corriendo para alcanzarme.
"¿Hasta cuándo planeas seguir molestándome?"
—¿Qué quieres? —intento ser tan indiferente como mi fuerza de voluntad me lo permite.
—Tenemos que hablar —se planta ante mí, tomándome de los hombros.
—Creí haberte dicho que no quiero que me vuelvas a tocar —farfullo, soltándome de su agarre en un movimiento brusco.
—Está bien, pero escucha lo que tengo que decir, por favor —ruega.
Lo miro desconcertada.
Me llama la atención la aflicción que refleja su rostro.
—No quiero oírte —comienzo a caminar.
—Por favor, Graciela. Sólo esta vez escúchame, si alguna vez de verdad me amaste, sólo escúchame —suplica.
Me detengo. Un repentino nudo se apodera de mi garganta. “Si alguna vez de verdad me amaste”. ¿Todavía lo duda?
No puedo creer que siga creyendo que lo que sentí por él, fue una simple obsesión de niña mimada. Que crea que los momentos a su lado fueron mera diversión para mí, como alguna vez dijo que habían sido para él.
—¿Es que acaso a estas alturas… —respiro profundo y cierro los ojos—, …es importante para ti saber si te amé de verdad? ¡Por favor, Adam! Deja de actuar como un maldito idiota, déjame ir.
—No puedo —toma mi mano, pero la suelta al ver que lo fulmino con la mirada—. No quiero hacerlo, es más fuerte que yo.
"Es más fuerte que yo".
Cuántas veces sentí lo mismo. Cuántas veces mi mente me avisó que debía alejarme de él, pero lo que mi corazón albergaba me hacía excusarme con lo mismo; es más fuerte que yo.
Y sólo porque lo entiendo, porque quiero juzgar qué tan cierto es lo que dice, es que decido quedarme y escucharlo. Solo esta vez…
—De acuerdo, pero que sea rápido.
Me hace una seña para que lo siga hasta la banquita más cercana en el patio del campus.
Acepto y me siento donde me indica. Sentados uno al lado del otro, me mira intensamente a los ojos.
Mi estómago se recoge. Pensé que ya nunca volvería a sentir eso al estar cerca de él…
***
Natalia
No, no voy a ir.
Aunque tal vez sería entretenido… ¡pero va a ir ese chico afeminado con complejo de diva! Es tan desagradable. Cuando lo veo me dan ganas de… de… ¡de restregarle en la cara mi feminidad natural para que sienta envidia!
La verdad, no se me ocurre nada más terrible…
Pero, ¡bah! ¿Por qué tengo que dejar de ir a una junta con el resto de mis amigos por una diva como él? Iré, sí que iré.
Son las siete y treinta y voy corriendo desde mi clase de robots matemáticos hasta el edificio de idiomas donde estudian Ana y Graz.
No encuentro a Graciela, pero allí viene Ana.
Está perfectamente maquillada y bien vestida. También es una diva, pero una amable y realmente hermosa, no cómo ese…
—¿Ya nos vamos? —pregunta, luego de darme un abrazo como saludo.
—Ajá —asiento—. ¿Dónde se han ido Jess y Graz?
—Jess dijo que llegará con Sam, y pues a Graz no la he visto. Supongo que llegará con Lucas, de todas maneras le he apuntado la dirección en la mañana —informa.
—De acuerdo, vamos —digo entusiasmada tomándola del brazo.
—Nat —me dice, mirándome con cara de “no hagas eso”.
Me resulta cómica la forma en cómo se suelta de mi brazo y camina muy erguida, como toda una dama. Así es ella y la quiero tal cual.
Saliendo de la universidad, caminamos sólo una cuadra y llegamos ante un gran edificio, bastante elegante. Según Ana es nuevo, según dice, ha sido ella quién se lo enseñó a Tyler.
Entramos y mi amiga saluda al guardia, el cual parece ya conocerla.
Subimos al ascensor. Por alguna razón estoy nerviosa, pero la musiquita ambiental del elevador me relaja. Cuando llegamos al piso siete, caminamos por un pasillo hasta el departamento 195.
Tyler nos recibe muy amablemente, aunque parece algo sonrojado. Me sorprendo al ver a Lucas ahí; yo pensaba que vendría con Graciela.
A un volumen agradable se escucha música de fondo; ni muy bailable, ni como para hacerte dormir, es precisa. Adentro el departamento es hermoso, muy amplio y ordenado.
Se nota que es nuevecito, nuevecito.
—Pensé que Graciela vendría contigo —le digo a Lucas.
"Y no, no es que me haya contado lo de ayer, no te preocupes, Lucas".
—Yo pensé que vendría con ustedes —responde él, igual de sorprendido que yo.
Se escucha el timbre. Tyler corre a abrir con una sonrisa. Parece niño con juguete nuevo.
Bueno, es un hombre con vivienda nueva para él solo, así que es casi lo mismo. Aunque por lo visto pertenece a una familia adinerada, debería estar acostumbrado a este tipo de adquisiciones.
—¡Ya llegó por quien lloraban! —anuncia el princesito de Key, asomándose en la puerta.
Viene acompañado de Sam y Jess.
Entorno los ojos y me limito a ir a saludar a mi amiga.
—¿Es que acaso nosotros somos invisibles? —pregunta Key, señalando a Sam y a sí mismo.
—Oh, hola Sam —saludo sonriendo, ignorando al que habló antes.
"Toma eso".
Pero mi plan de “te ignoro, no existes” es frustrado cuando el 'princesito' me jala del brazo y me besa la mejilla.
Abro los ojos como platos. Me quedo mirándolo con confusión. ¿Qué cree que acaba de hacer?
—No me gusta que me ignoren —dice a mí oído—. ¡Bien! ¡Vinimos a celebrar! ¡Que empiece la fiesta! ¿Dónde está la carne?
—Diva —murmuro molesta.
Al parecer me ha escuchado. Me mira fijo y luego me guiña el ojo. ¿Qué rayos se trae entre manos?
—Por acá —Tyler señala la cocina—. La parrilla está en la terraza. Pienso que deberíamos ir todos allí y comer el asado directo de ella para disfrutarlo más, ¿no les parece?
Jess y Lucas asienten, Ana pone cara de “bueno, será”, y Key sale de la cocina con un delantal de cocina puesto, rumbo al balcón. Sam, por su parte, parece estar pensando en algo.
—¿Hay pollo o es sólo vacuno? —pregunta de la nada.
—Sí, también hay pollo —responde Tyler.
—¡Vamos Key, yo te ayudo a preparar la carne asada! —se ofrece Sam con esperanza renovada y sale corriendo tras la diva.
—Vamos todos —nos anima Tyler tomando de la mano a Ana.
¿Perdón? ¿De la mano?
Sonrío. Ah, estos dos están empezando algo. ¡Que no se atrevan a negarlo!
Jess sale detrás de Sam y yo, bueno pues, tampoco me voy a quedar sola en la sala. La terraza es realmente grande, impresionante para estar en el séptimo piso.
Tiene un pequeño lado techado, un comedor ovalado en el centro, muchas plantas, y una hermosa vista. Aún no oscurece del todo, pero ya en poco tiempo podremos apreciar la hermosa ciudad de noche mientras comemos carne y conversamos.
La idea me empieza a agradar.
Sam va adentro y le sube un poco el volumen a la música, luego vuelve a la parrilla con delantal de cocina puesto y baila de forma graciosa, mientras asa la carne. Invita a Jess a situarse a su lado para que lo ayude a vigilar que el pollo no se queme demasiado.
Tyler va a la cocina para preparar ensaladas y Ana lo acompaña feliz a voz de “vegetales”. Mi amiga tiene una obsesión con eso de cuidar su peso.
Key ha traído un par de botellas de vino, que se ven bastante refinadas, mientras se asa la carne se sienta junto a la parrilla diciéndole a Sam y a Jess cuándo y cómo deben voltear la carne para que se dore por completo.
Los únicos que estamos desocupados somos Lucas y yo, pero sinceramente, no tengo ganas de hablarle… es que, no sé de qué. Es muy callado, aunque a menudo sonríe por las bromas de Sam y los regaños de Key hacia el parcito de la parrilla.
—Hey tú —de pronto el divo se dirige a mí—. ¿Y tu amiga?
¿Me está preguntando por Graz? ¿Qué le importa a él?
Lucas también fija su atención en mí.
—No lo sé, pensé que vendría —me encojo de hombros.
—Dijo que lo haría —vuelve a decir Lucas.
Escucho decepción en su voz.
—Sí vendrá —de pronto dice Jess—. Pero llegará tarde, creo. La he visto antes de venir, estaba en el campus conversando con Adam —informa, tratando de no levantar sospechas en los chicos sobre quién es él, pero Ana y yo sabemos bien quién es.
Nos miramos con complicidad. ¿Graz con Adam?
"¿Qué tienes en la cabeza, Graciela?"
No quiero ni imaginar verla sufriendo por él otra vez. Mi mesada ya no alcanza para comprar cajas y cajas de pañuelitos desechables diarios.
Al parecer, no sólo a las chicas y a mí nos ha sorprendido la noticia. Lucas pone cara de dolor de estómago y desvía la mirada. Se para, camina hacia la baranda de la terraza y se queda mirando hacia la calle, como si allá abajo hubiera un espectáculo imperdible.
Sólo espero que Graciela llegue pronto para que Lucas deje a un lado su complejo de autista y se una a nosotros.
—Voy a comprar —dice de pronto.
—¿Qué cosa? —pregunta un curioso Tyler.
Se queda callado un momento y luego contesta.
—Cigarrillos —toma su chaqueta y sale del departamento.
—Pero si me había dicho que no fumaba —murmura el dueño de casa, viéndolo partir.