Duré mucho tiempo abrazando a Sabana y llorando en sus brazos, la verdad que esta situación me tenía con la espalda contra la pared. No quería tener un bebé, pero tampoco quería abortar. Me separé de ella y tras dudar varias veces si llevarme las pastillas abortivas conmigo, guardé la caja en el bolsillo de mi sudadera y salí de mi habitación, queriendo conciliar el sueño para el partido que se nos avecinaba. Estaba a punto de abrir la puerta de mi habitación pero sentí una mano fuerte agarrarme del codo, me volteé y era Andrew. -¿Qué quieres? – le pregunté bruscamente, arrepintiéndome inmediatamente de haberle hablado así. Yo nunca le hablaba de ese modo a mi mejor amigo, al hombre que amaba como si fuese mi hermano. -¿Podemos hablar? – me preguntó, cortésmente. -Pasa – dije abriendo