Capítulo 19: La ira de Valeria

1009 Words
Los días posteriores al regreso de Valeria fueron una tormenta de emociones para Isabella. Había intentado mantener la compostura, enfocarse en su trabajo y no dejarse afectar por la presencia de la prometida de Leonardo, pero Valeria parecía determinada a desafiar su tranquilidad. Lo que comenzó como una sensación incómoda, se transformó en una pesadilla diaria. Valeria, con su belleza deslumbrante y su presencia dominante, había comenzado a hacerse notar en Rossi Fashion de maneras que nadie había anticipado. Al principio, sus apariciones en la oficina fueron esporádicas, un simple saludo aquí y allá. Pero pronto, Valeria dejó de ser una sombra y se convirtió en el centro de atención. Una mañana, cuando Isabella entró en la oficina, se encontró con una escena que le revolvió el estómago. Valeria estaba sentada en el escritorio de Leonardo, riendo de algo que él había dicho, su mano descansando casualmente sobre el brazo de él. Mientras Isabella observaba, Valeria se inclinó y plantó un beso en los labios de Leonardo, justo frente a todo el equipo. La risa incómoda y los murmullos que siguieron resonaron en el espacio, pero Leonardo, con una sonrisa tensa, no hizo nada para detenerla. Isabella sintió un golpe en el pecho, como si todo el aire se hubiera escapado de la habitación. Sabía que Leonardo estaba en una posición difícil, pero la falta de reacción ante el comportamiento de Valeria la hirió más de lo que estaba dispuesta a admitir. ¿Cómo podía él permitir que ella se comportara de esa manera en su lugar de trabajo, delante de todos? No fue un incidente aislado. En los días siguientes, Valeria comenzó a frecuentar la oficina con más regularidad, siempre encontrando excusas para estar cerca de Leonardo. A menudo, se dejaba caer en su regazo mientras él intentaba trabajar, hablando en voz alta sobre planes personales o mostrando un afecto exagerado que no pasaba desapercibido para nadie. Los diseñadores y el personal se miraban entre sí, claramente incómodos, pero nadie se atrevía a decir nada. Lo peor, sin embargo, fue cuando Valeria comenzó a inmiscuirse en las decisiones creativas de la empresa. Sin ningún tipo de experiencia en moda, empezó a opinar sobre los diseños y las estrategias que Isabella y el equipo habían estado desarrollando. En una reunión de diseño, Valeria se sentó al lado de Leonardo, observando las presentaciones con una expresión crítica. “Ese color es demasiado aburrido, ¿no creen?” comentó Valeria en un tono despreocupado durante la revisión de un diseño en el que Isabella había trabajado arduamente. “Creo que deberíamos optar por algo más llamativo, algo que realmente atraiga la atención.” Isabella, que había estado explicando el concepto detrás de la paleta de colores cuidadosamente seleccionada, sintió la ira subirle por la garganta. Intentó responder con profesionalismo, explicando la intención detrás de su elección, pero Valeria simplemente la interrumpió con un gesto de la mano. “Sí, sí, lo entiendo. Pero algo más vibrante sería mejor, confía en mí,” dijo Valeria, volviendo su atención hacia Leonardo, quien, para sorpresa de Isabella, no dijo nada para contradecirla. Su silencio fue como un cuchillo que se clavó profundamente en la confianza de Isabella. A partir de ese momento, Valeria empezó a intervenir en cada reunión, en cada decisión, como si tuviera algún tipo de autoridad. Opinaba sobre los bocetos, cuestionaba las elecciones de materiales y, más de una vez, desechó ideas en las que Isabella había trabajado con esmero. La tensión en el equipo era palpable; los diseñadores y creativos se sentían cada vez más frustrados, pero nadie se atrevía a confrontar a Valeria directamente. Y lo peor de todo, Leonardo seguía sin tomar una posición clara, dejando que Valeria se pavoneara por la oficina como si fuera la dueña del lugar. Una tarde, después de una intensa reunión en la que Valeria había desestimado una idea clave de Isabella para la próxima colección, esta última se dirigió a su despacho sintiéndose al borde del colapso. Cerró la puerta tras de sí y respiró hondo, intentando controlar las lágrimas de rabia e impotencia que amenazaban con desbordarse. No podía entender por qué Leonardo no hacía nada. Él sabía cuánto significaba este proyecto para ella, sabía cuánto se había esforzado para demostrar su valía, y aun así, permitía que Valeria lo echara por tierra con su actitud caprichosa y dominante. Isabella estaba tan sumida en sus pensamientos que no escuchó a Luca tocar la puerta. Él entró, su expresión seria y preocupada al ver la angustia en el rostro de Isabella. “Isabella, esto no puede seguir así,” dijo con suavidad, acercándose a ella. “Valeria está cruzando todos los límites, y Leonardo… él no debería permitirlo.” “Lo sé,” respondió Isabella, su voz quebrada. “Pero no sé qué hacer, Luca. No quiero confrontarlo y arriesgarme a perderlo, pero esto… esto está destruyendo todo en lo que he trabajado.” Luca la miró con comprensión y, después de un momento, puso una mano reconfortante sobre su hombro. “Tienes que defender lo que es tuyo, Isabella. Si no lo haces, Valeria seguirá pisoteando tu trabajo, y Leonardo… bueno, él necesita darse cuenta de lo que está pasando antes de que sea demasiado tarde.” Las palabras de Luca resonaron en la mente de Isabella mientras se quedaba sola en su oficina después de que él se fue. Sabía que tenía razón, pero el miedo a perder lo que había construido con Leonardo la paralizaba. Sin embargo, una cosa estaba clara: no podía permitir que Valeria continuara con su comportamiento, no sin luchar por lo que era justo. Esa noche, mientras la oficina se vaciaba y las luces se apagaban, Isabella tomó una decisión. No sabía cómo iba a enfrentar a Leonardo, pero sabía que ya no podía quedarse en silencio. El regreso de Valeria había desatado una tormenta que amenazaba con destruir todo lo que había logrado, y ahora, era hora de que ella tomara las riendas y se enfrentara a esa tormenta, sin importar el costo
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