Los días que siguieron a la confesión de Luca estuvieron llenos de una extraña calma, como si un viento invernal hubiera pasado por Rossi Fashion, enfriando las emociones y dejando solo un aire gélido de incertidumbre. Isabella y Luca continuaron trabajando juntos, su relación profesional se mantenía cordial, pero había una reserva entre ellos, una distancia cuidadosamente mantenida que ambos respetaban. Sin embargo, bajo esa superficie de normalidad, Isabella sentía una inquietud creciente, una sensación de que algo grande estaba a punto de cambiar.
Esa sensación se materializó una mañana cuando Isabella llegó al trabajo y encontró una atmósfera inusualmente tensa en la oficina. El equipo, que normalmente estaba sumido en la actividad, parecía distraído, como si algo importante estuviera en el aire. Las miradas cómplices y los murmullos entre los empleados no hicieron más que aumentar su incomodidad.
Decidida a concentrarse en su trabajo, Isabella se dirigió a su despacho. Pero cuando pasó cerca de la oficina de Leonardo, escuchó una voz femenina que no reconoció, una risa melodiosa que la detuvo en seco. Se quedó paralizada un momento, el corazón latiéndole en la garganta, y antes de poder detenerse, sus pasos la llevaron hacia la puerta ligeramente entreabierta.
A través de la rendija, pudo ver a Leonardo de pie, hablando con una mujer alta, elegantemente vestida, que irradiaba una presencia imponente. Su cabello rubio caía en ondas perfectas sobre sus hombros, y sus ojos azules brillaban con una familiaridad que hizo que el estómago de Isabella se encogiera. La mujer reía mientras hablaba, y Leonardo, con una sonrisa en los labios, la escuchaba con una atención que le resultó dolorosamente íntima.
Isabella dio un paso atrás, su mente corriendo para comprender lo que estaba viendo. Todo encajó en su lugar como una pieza de un rompecabezas olvidado: esa era la prometida de Leonardo, la mujer con la que él había estado comprometido antes de que su relación con Isabella comenzara a evolucionar en algo más profundo y complicado.
Sintiendo que el aire se escapaba de sus pulmones, Isabella se alejó rápidamente de la puerta, temerosa de ser descubierta. Se refugió en su despacho, cerrando la puerta tras de sí con un temblor en las manos que no pudo controlar. Las emociones se agolpaban en su pecho: confusión, celos, dolor… todo mezclado con una rabia silenciosa hacia sí misma por haberse permitido sentir tanto por Leonardo, sabiendo que había otro vínculo en su vida que no podía romperse tan fácilmente.
El día continuó, pero para Isabella fue un desfile de distracciones y preguntas sin respuesta. Cada vez que veía a Leonardo pasar por su despacho o escuchaba la risa de su prometida resonando en los pasillos, sentía una punzada de celos que no podía ahogar. Se preguntó cómo había sido posible que él nunca mencionara que su prometida podría regresar, y por qué ahora, cuando las cosas entre ellos comenzaban a aclararse, ella aparecía para complicarlo todo.
Finalmente, llegó la tarde y con ella la temida reunión de equipo. Isabella entró en la sala de conferencias, sintiendo la tensión en el aire mientras los diseñadores se acomodaban en sus asientos. Al poco tiempo, Leonardo llegó acompañado de su prometida, cuya presencia llenó la habitación con una gracia y seguridad que no pasó desapercibida para nadie.
“Quiero presentarles a todos a Valeria,” dijo Leonardo, con una sonrisa que Isabella conocía demasiado bien. “Ella ha estado ausente por un tiempo debido a compromisos personales, pero ha regresado para ser parte de nuestro equipo en esta nueva etapa.”
Isabella sintió un nudo en la garganta. Valeria era tan deslumbrante como lo había imaginado, y mientras la veía interactuar con los demás, sintió una mezcla de admiración y una amarga envidia. Pero lo que más le dolió fue ver a Leonardo a su lado, tan cómodo, tan en su elemento. Era como si todo lo que había sucedido entre ellos fuera un sueño pasajero, borrado por la reaparición de esta mujer que parecía pertenecer a su vida de una manera que Isabella nunca podría igualar.
Durante la reunión, Isabella intentó mantener la compostura, enfocándose en los temas discutidos, pero era difícil ignorar la cercanía entre Leonardo y Valeria. Sus manos se rozaban al pasar documentos, compartían sonrisas cómplices, y había una familiaridad en sus gestos que evidenciaba el tiempo que habían pasado juntos. Cada pequeña interacción entre ellos era como una aguja clavándose en el corazón de Isabella.
Después de la reunión, Isabella se excusó rápidamente, sintiendo que no podría soportar un minuto más en la misma habitación. Necesitaba aire, espacio para pensar y ordenar sus emociones que ahora se desbordaban. Caminó hasta el balcón del edificio, buscando refugio en la fría brisa nocturna que acariciaba su piel. Se apoyó en la barandilla, mirando la ciudad iluminada, intentando procesar lo que sentía.
No pasó mucho tiempo antes de que Leonardo la encontrara. “Isabella, ¿todo bien?” preguntó, su voz suave pero cargada de preocupación.
Ella respiró hondo antes de girarse para enfrentarlo. “Estoy bien, solo necesitaba un poco de aire”, respondió, esforzándose por mantener una fachada neutral.
Leonardo dio un paso hacia ella, sus ojos escrutando su rostro en busca de algo más. “Sé que la presencia de Valeria puede haber sido una sorpresa para ti”, dijo con cautela.
Isabella asintió lentamente, luchando por mantener la calma. “No tienes que explicarme nada, Leonardo. Es tu vida, y tienes derecho a estar con quien quieras.”
Sus palabras, aunque dichas con la intención de ser neutrales, estaban cargadas de una tristeza que no pudo ocultar. Leonardo la miró con una mezcla de culpa y confusión. “Isabella, esto no cambia lo que… lo que hay entre nosotros.”
“¿Qué es lo que hay entre nosotros, Leonardo?” preguntó Isabella, su voz apenas un susurro. “Porque ahora mismo, todo se siente muy confuso.”
Leonardo intentó acercarse más, pero Isabella dio un paso atrás, necesitando ese espacio entre ellos. “Valeria y yo… tenemos una historia larga, es verdad. Pero eso no significa que no haya espacio para lo que hemos compartido.”
Isabella lo miró, su corazón dividido entre lo que quería creer y la realidad que tenía frente a ella. “Pero Leonardo, su regreso lo cambia todo, ¿no es así?”
Hubo un silencio tenso entre ellos, uno que Leonardo no supo cómo romper. Finalmente, Isabella asintió, como si hubiera llegado a una decisión interna. “Necesito tiempo para procesar esto. No puedo… no puedo seguir así, no mientras ella esté aquí.”
Antes de que Leonardo pudiera responder, Isabella se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta, dejando a Leonardo solo en el balcón, contemplando el vacío que su partida había dejado tras de sí.
El regreso de Valeria había hecho tambalear todo lo que había entre ellos, y aunque las palabras no se habían dicho, ambos sabían que las cosas no volverían a ser las mismas. Mientras Isabella se alejaba, sintió que su corazón se partía un poco más con cada paso, consciente de que, aunque no lo quisiera, la sombra de Valeria ahora estaba entre ellos, complicando cualquier posibilidad de un futuro juntos.