Desde temprano, la oficina bullía con un murmullo constante. El rumor de un anuncio importante por parte de Leonardo se había extendido rápidamente, desatando especulaciones por todos los rincones de Rossi Fashion. Los diseñadores cuchicheaban entre sí mientras revisaban telas, y los asistentes de dirección intercambiaban miradas nerviosas. Era evidente que algo significativo estaba por ocurrir, y la expectativa crecía a cada minuto.
Isabella observaba la agitación desde su lugar habitual, intentando concentrarse en su trabajo. Sabía perfectamente de qué se trataba todo: Leonardo iba a anunciar el nuevo puesto de Valeria en la junta. Era lo que ambos habían hablado en privado, y aunque esa noticia ya no la sorprendía, no podía evitar sentirse tensa. Había algo en el ambiente, una especie de electricidad incómoda, que la mantenía alerta.
—¿Tú sabes algo? —le preguntó Sofía, acercándose con una sonrisa cómplice. La joven diseñadora parecía emocionada, incapaz de contener su curiosidad—. Nadie ha dicho nada claro, pero todos creen que es algo grande. ¿Será que Leonardo se va a casar pronto?
El comentario hizo que el estómago de Isabella se revolviera, pero mantuvo su expresión neutral.
—No sé, Sofía. Supongo que lo sabremos al final del día —respondió, tratando de desviar la conversación con una sonrisa forzada.
A lo largo de la jornada, los rumores solo crecieron. Algunos decían que era sobre una nueva adquisición para expandir la marca, otros, como Sofía, apostaban por un anuncio personal. Isabella intentó mantenerse apartada de los cotilleos, pero no podía evitar sentir una creciente inquietud. Aunque conocía lo esencial del anuncio, algo le decía que no sería solo eso.
Finalmente, llegó la hora. Todo el equipo de Rossi Fashion fue convocado a la sala principal, una estancia amplia con ventanales que dejaban entrar la luz del atardecer. Los empleados se alinearon frente al pequeño podio donde Leonardo solía dar sus discursos. Cuando él apareció, vestido con su característico traje impecable, el murmullo cesó de inmediato. Isabella lo observó desde un lado de la sala, sintiendo el corazón latir más rápido de lo habitual.
Leonardo lucía calmado, pero quienes lo conocían bien podrían detectar una tensión casi imperceptible en la rigidez de sus hombros y en la manera en que sostenía los papeles que tenía en la mano. Tras echar un vistazo rápido a la multitud, dejó los documentos a un lado y habló con su tono firme y seguro de siempre.
—Gracias a todos por estar aquí —comenzó, con una leve sonrisa—. Como saben, Rossi Fashion ha pasado por varios cambios recientemente, y hoy quiero compartir con ustedes una noticia importante que marca un nuevo capítulo para nuestra empresa.
Un silencio expectante se extendió por la sala. Isabella sostenía la mirada fija en Leonardo, esperando que llegara el momento en que mencionara a Valeria. Y entonces lo hizo.
—Como parte de estos cambios —continuó Leonardo—, me complace anunciar que Valeria se unirá a la junta directiva, ocupando el lugar de mi tío Enzo. Estoy seguro de que su experiencia y su visión serán un aporte valioso para nosotros.
Algunas cabezas asintieron, y hubo un par de murmullos aprobatorios. Isabella sintió que un peso se le aliviaba del pecho, ya que era el anuncio que esperaba. Pero entonces, Leonardo giró ligeramente hacia un lado y levantó la mano en un gesto que indicaba que alguien más tenía algo que decir. Valeria apareció junto a él, con su elegancia habitual y una sonrisa reluciente. Llevaba un vestido ajustado que resaltaba su figura, y su actitud destilaba confianza.
—Gracias, Leonardo —dijo Valeria, tomando la palabra con una dulzura que a Isabella siempre le había parecido falsa—. Estoy muy emocionada por unirme a la junta y tener la oportunidad de contribuir en este nuevo rol. Pero antes de seguir hablando de la empresa, quiero aprovechar esta ocasión para compartir algo personal con todos ustedes.
La sonrisa de Valeria se ensanchó, mientras las miradas de la sala se centraban en ella con creciente curiosidad. Isabella sintió un nudo en la garganta, como si un mal presentimiento se hiciera tangible en ese instante. Observó a Leonardo de reojo y notó que él también estaba tensando la mandíbula, como si no estuviera completamente al tanto de lo que su prometida iba a decir.
—La verdad es que el motivo de este cambio —continuó Valeria, bajando la voz para crear un clima de intimidad— tiene que ver con una maravillosa noticia en nuestra vida. ¡Estoy embarazada!
La revelación cayó como una bomba. Hubo un instante de completo silencio antes de que los murmullos estallaran por toda la sala. Felicitaciones, exclamaciones de sorpresa, y suspiros de admiración llenaron el espacio. Isabella sintió cómo su respiración se detenía por un segundo, un golpe frío que la dejó aturdida. Su mirada se cruzó brevemente con la de Leonardo, quien parecía tan desconcertado como ella. Por un instante, creyó ver un atisbo de incredulidad en los ojos de él, pero Valeria se volvió hacia él con una sonrisa radiante y entrelazó su brazo con el suyo, sellando la imagen de la pareja perfecta.
—Este es un momento muy especial para nosotros —añadió Valeria con dulzura—, y estoy feliz de poder compartirlo con todos ustedes. ¡Brindemos por esta nueva etapa!
La multitud respondió con un aplauso que resonó como un trueno en los oídos de Isabella. Era como si el suelo se hubiese desplazado bajo sus pies. Aunque sabía que Leonardo y Valeria estaban comprometidos, nunca había imaginado algo así. Sentía una mezcla de emociones que no podía ni siquiera procesar: sorpresa, desconcierto, y una punzada de dolor que intentó sofocar inmediatamente.
Cuando Leonardo y Valeria comenzaron a recibir las felicitaciones de los empleados, Isabella retrocedió lentamente hacia el fondo de la sala, buscando escapar de la escena. No podía soportar la idea de verlos juntos, fingiendo una felicidad que ahora parecía inquebrantable. Se giró hacia la salida, con un solo pensamiento en su mente: necesitaba estar sola, lejos de todo aquello.
En su huida, sus ojos se encontraron brevemente con los de Leonardo, pero él estaba atrapado en su propio desconcierto, sin posibilidad de explicarse. Isabella lo vio forzar una sonrisa para seguir el juego de Valeria mientras la realidad se desmoronaba a su alrededor.