Isabella llegó temprano a la oficina, como había sido su costumbre en las últimas semanas. La rutina de revisar correos, planificar el día y asegurarse de que todo marchara como debía le ofrecía una sensación de control que necesitaba desesperadamente. Había sido un torbellino de emociones desde que regresó del viaje de negocios, y aunque el trabajo había sido su refugio, no podía evitar que los pensamientos sobre Leonardo y Luca se infiltraran en su mente.
Mientras preparaba su café, se sorprendió a sí misma reflexionando sobre lo que había sucedido. El beso con Luca, aunque inesperado, había removido algo en su interior. No era solo la atracción física, sino el hecho de que, por un momento, había sentido una conexión diferente, un respiro lejos de la tensión constante que la rodeaba en Rossi Fashion.
Sin embargo, cuando Luca la había vuelto a besar en la oficina, Isabella se había dado cuenta de que no estaba preparada para seguir ese camino. No con él, y ciertamente no ahora. Luca era encantador, considerado y un verdadero talento, pero en su corazón, la situación con Leonardo seguía siendo una herida abierta. Una herida que no sabía cómo curar, pero que no podía ignorar.
Se sentó en su escritorio y observó la pantalla de su computadora, pero su mente estaba lejos de los proyectos y las fechas límite. Sus pensamientos volvían, como un eco implacable, al último enfrentamiento con Leonardo. Su confesión sobre Luca había sido una mezcla de desafío y desesperación, un intento por hacerle entender lo herida que estaba por todo lo que había pasado. Y aunque había logrado sacudir a Leonardo, se había dado cuenta de que esa pequeña victoria no había aliviado su dolor.
Leonardo. Su nombre pesaba en su mente como una sombra constante. Desde que había llegado a Rossi Fashion, él había sido mucho más que un jefe. Había sido un mentor, un aliado y, finalmente, alguien que había capturado su corazón de una manera que nunca había esperado. Pero la relación entre ellos se había vuelto tóxica, enredada en mentiras, celos y la constante interferencia de Valeria.
Isabella dejó escapar un suspiro, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en sus hombros. Había dejado que sus emociones la controlaran durante demasiado tiempo. Primero, dejándose llevar por los sentimientos hacia Leonardo, a pesar de las señales de advertencia. Luego, permitiendo que la atracción por Luca la desviara momentáneamente de lo que realmente importaba.
Pero ahora, después de todo lo que había pasado, Isabella sabía que tenía que tomar una decisión. No podía seguir siendo una marioneta de sus propios sentimientos, dejándose arrastrar de un lado a otro por las circunstancias. Necesitaba recuperar el control de su vida, de su carrera, y la única manera de hacerlo era poniendo límites claros.
Se obligó a concentrarse en los documentos frente a ella, repasando los detalles del próximo proyecto con determinación. Sabía que su talento y creatividad eran lo que la había llevado hasta donde estaba, y no pensaba permitir que las complicaciones personales la hicieran tambalear.
Isabella decidió que, por el momento, debía mantenerse firme con ambos hombres. Luca, con su inesperada confesión y sus dulces gestos, no podía convertirse en una distracción en su vida profesional. Y Leonardo… Leonardo, con su complejidad y su incapacidad para dejar ir lo que tenían, tampoco podía seguir siendo una presencia dominante en su vida. Ambos eran figuras poderosas, pero ninguna tenía el derecho de dictar su camino.
Había trabajado muy duro para llegar a donde estaba, y no iba a permitir que sus sentimientos la apartaran de lo que realmente quería: éxito, respeto, y la satisfacción de saber que todo lo que había logrado era por sus propios méritos.
Mirando hacia adelante, Isabella sabía que tenía que ser fuerte. Mantenerse firme en su decisión no sería fácil, pero era lo necesario para evitar que el caos emocional destruyera todo lo que había construido. Iba a centrarse en lo que realmente importaba: su carrera, sus sueños, y su bienestar.
Con una renovada determinación, Isabella cerró los ojos por un momento, dejando que la calma la invadiera. Este era su momento para reafirmarse, para demostrar que podía superar cualquier obstáculo que la vida le arrojara. Leonardo y Luca podían seguir existiendo en su vida, pero no podían definirla. Esa era una decisión que solo ella podía tomar, y estaba dispuesta a tomarla con firmeza.