Luca se encontraba en su escritorio, observando la pantalla de su ordenador con una concentración forzada. Las palabras y los números que desfilaban frente a él parecían carecer de sentido, como si estuviera leyendo un idioma desconocido. Su mente, en lugar de estar enfocada en los proyectos del día, estaba atrapada en un torbellino de pensamientos y emociones que no conseguía controlar.
La conversación con Isabella seguía rondando en su cabeza. Había intentado mostrarse comprensivo cuando ella lo rechazó, entendiendo que sus sentimientos eran complicados, pero no podía evitar el doloroso pinchazo de la decepción y la herida en su orgullo. Y ahora, con la noticia del proyecto para la gala MET, un sentimiento más oscuro se sumaba a la mezcla: celos.
Mientras intentaba concentrarse, escuchó una conversación cercana que atrajo su atención. Clara, una de las diseñadoras junior, charlaba con Marco, un estilista que había trabajado en Rossi Fashion durante años.
"¿Te enteraste del nuevo proyecto de Isabella?", preguntó Clara, su voz teñida de entusiasmo. "¡Va a diseñar para una de las estrellas más grandes del pop en la gala MET! Es una oportunidad enorme."
"Sí, lo escuché", respondió Marco con un tono más medido, aunque con una evidente admiración. "Es un gran logro. Isabella se lo ha ganado con creces."
Luca sintió cómo su mandíbula se tensaba al escuchar esas palabras. Claro, Isabella era talentosa, no había duda de eso. Pero no podía evitar sentir que la suerte le había sonreído de una manera injusta. Él había trabajado incansablemente en sus propios proyectos, esforzándose por destacar y demostrar su valía, pero ahora parecía que toda la atención estaba sobre Isabella... y sobre lo que él ya no podía tener.
Consciente de que estaba cediendo a la amargura, Luca se levantó de su silla y decidió alejarse del bullicio del estudio. Necesitaba despejar su mente, encontrar algo en lo que enfocar su energía antes de que estos sentimientos se convirtieran en una obsesión. Caminó por los pasillos, sus pensamientos girando en torno a lo que podría haber sido, a las oportunidades que sentía que le habían sido arrebatadas.
A medida que pasaba por la oficina de Leonardo, vio la puerta entreabierta. Dentro, Leonardo estaba inclinado sobre su escritorio, hablando con Olivia. Aunque no podía escuchar la conversación, la imagen de su jefe tan cercano a Isabella, tan involucrado en su éxito, lo hizo hervir por dentro.
"Lo que sea que pase entre ellos no debería afectarte", se dijo a sí mismo en un intento de calmarse. Pero las palabras sonaban vacías incluso en su propia mente. Había algo entre Isabella y Leonardo, lo intuía, aunque no tenía pruebas claras. Y esa sospecha alimentaba su inseguridad, su sensación de ser menos, de estar en segundo plano.
Pasó el resto del día intentando evitar a Isabella, evitando las conversaciones que inevitablemente giraban en torno a su nuevo proyecto. Las felicitaciones y los murmullos de admiración hacia ella eran constantes, y cada comentario se sentía como una pequeña estocada en su autoestima.
Durante el almuerzo, se encontró con varios compañeros de trabajo en la cafetería. Aunque Luca intentó mantenerse distante, acabó sentándose en la misma mesa que Clara y Marco, quienes aún comentaban el nuevo proyecto de Isabella.
"¿Creen que Isabella aceptará la ayuda de alguien más en el equipo?", preguntó Marco, dirigiendo la pregunta al grupo en general. "Supongo que podría necesitar apoyo con algo tan grande."
"Lo dudo", respondió Clara. "Isabella es muy independiente, y además, Leonardo parece tenerle mucha confianza. Creo que querrá manejarlo todo por su cuenta."
Luca intentó no mostrar su molestia, pero la mención de la confianza de Leonardo en Isabella le tocó un nervio sensible. ¿Por qué había sido dejado de lado? ¿Por qué no se le había ofrecido a él la oportunidad de formar parte de algo tan importante?
Se dio cuenta de que estaba a punto de estallar, así que hizo un esfuerzo por mantenerse sereno. "Isabella es más que capaz", dijo con una sonrisa tensa. "Seguro que lo hará bien."
La conversación continuó, pero Luca apenas participó. Su mente estaba en otro lugar, explorando todas las posibles razones de su exclusión. ¿Leonardo lo veía como una amenaza? ¿O simplemente no creía que fuera lo suficientemente bueno?
Más tarde, mientras volvía a su escritorio, Luca decidió que tenía que hacer algo para sacudirse esos pensamientos. No podía permitirse ser consumido por los celos y la envidia, pero tampoco podía ignorar el hecho de que estos sentimientos existían. Si quería seguir adelante, necesitaba encontrar una manera de lidiar con ellos, sin permitir que afectaran su trabajo o su relación con los demás en la oficina.
Sin embargo, al final del día, cuando observó a Isabella salir de la oficina de Leonardo con una sonrisa en los labios, la punzada de celos volvió con fuerza. Era una sensación que, aunque intentaba reprimir, sabía que no desaparecería fácilmente. Lo que antes había sido una simple atracción, ahora se sentía como una rivalidad, una lucha silenciosa por un reconocimiento que tal vez nunca llegaría.
Pero Luca no era de los que se rendían fácilmente. Si Leonardo e Isabella pensaban que podían dejarlo al margen, estaban equivocados. Aún no había terminado de luchar por lo que creía que merecía, aunque tuviera que hacerlo solo y en silencio.