La oficina de Rossi Fashion bullía de entusiasmo. Todos los empleados habían decidido quedarse un poco más esa noche, ansiosos por ver el gran debut del vestido de Isabella en la gala MET. Los monitores de las computadoras estaban encendidos, mostrando las transmisiones en vivo de las celebridades desfilando por la alfombra roja. Aunque la mayoría de los diseñadores de la compañía estaban acostumbrados al glamour del mundo de la moda, había algo especial en esta ocasión. Isabella había logrado algo monumental, y todos querían ser testigos de su éxito.
Isabella, sentada en su escritorio, sentía cómo su corazón latía más rápido a medida que se acercaba el momento de ver a la famosa cantante —una de las más grandes estrellas del pop— luciendo su creación. Trató de mantener la compostura, pero sus manos temblaban ligeramente al revisar las r************* , donde ya comenzaban a aparecer especulaciones sobre su diseño. Aunque había trabajado en varios proyectos importantes antes, ninguno había sido tan decisivo como este.
"¡Ahí viene! ¡La próxima es ella!", exclamó Clara, mirando la pantalla con los ojos muy abiertos.
Todos en la oficina se reunieron alrededor de los monitores mientras la cámara enfocaba a la cantante bajando de su coche en la entrada del museo. Y allí estaba: envuelta en el vestido que Isabella había diseñado con tanto amor y dedicación. El vestido, inspirado en los colores del atardecer y con detalles florales delicadamente bordados, brillaba bajo las luces de los flashes, capturando la atención de todos los presentes.
"¡Es perfecto!" murmuró Marco, admirado. "Isabella, te has superado."
La sala estalló en aplausos. Los compañeros la rodearon, felicitándola efusivamente. Isabella sentía el calor del reconocimiento y la alegría de saber que había logrado algo memorable. Pero no tuvo tiempo de absorber del todo el momento, porque en cuestión de segundos, las r************* comenzaron a explotar.
"¡Mira las críticas!" exclamó alguien, mostrando su teléfono. Las palabras de elogio llegaban de todas partes: expertos de moda, influencers y fanáticos de la cantante alababan el diseño. "Impresionante", "Una obra de arte", "Un vestido que marcará tendencia", se leía en los comentarios.
Leonardo, que había estado observando todo con una sonrisa de satisfacción, se acercó a Isabella y la tocó suavemente en el brazo. "Ven conmigo al despacho. Vamos a traer champán y copas para todos. Esto hay que celebrarlo bien."
Ella asintió, aún eufórica, y lo siguió hasta su oficina privada. El ruido y el bullicio de los aplausos y las risas quedaron atrás mientras caminaban por los pasillos más tranquilos. Al entrar en el despacho, Isabella sintió una mezcla de emociones: orgullo, alivio, y algo más que no podía definir.
Leonardo abrió una pequeña nevera y sacó una botella de champán mientras buscaba las copas. "Sabía que podías hacerlo", dijo con una sonrisa, mientras llenaba dos copas. "Tienes un don increíble, Isabella."
Ella lo miró, sintiendo una calidez en su pecho. "Gracias, Leonardo. Pero no lo hubiera logrado sin tu apoyo."
Los dos se quedaron en silencio por un momento, intercambiando miradas que decían mucho más de lo que las palabras podían expresar. Isabella sintió cómo la tensión del ambiente cambiaba, volviéndose más densa, cargada de una energía que había estado creciendo entre ambos durante meses.
Leonardo se acercó lentamente, sus ojos fijos en los de ella, y le entregó una copa de champán. "A tu éxito," dijo suavemente, alzando su copa para brindar.
Isabella, sin apartar la vista de él, levantó su copa y brindó también. Pero justo antes de que pudiera llevarla a sus labios, Leonardo dejó la suya a un lado y, con una suavidad inesperada, la tomó por la cintura, atrayéndola hacia él. En ese momento, todas las emociones reprimidas entre ambos encontraron su punto de ebullición.
El beso fue lento al principio, lleno de una mezcla de pasión contenida y alivio. Isabella se sorprendió a sí misma respondiendo, abandonándose por completo a ese momento que había temido y deseado a la vez. El peso de todas las decisiones y complicaciones que los rodeaban desapareció por unos breves segundos, dejándolos solos en su burbuja de emoción.
De repente, un ruido proveniente del pasillo los sobresaltó. El sonido de algo, o alguien, moviéndose fuera de la oficina los hizo separarse abruptamente. Ambos miraron hacia la puerta entreabierta, sus corazones latiendo con fuerza, pero no se atrevieron a salir de inmediato. El momento quedó interrumpido, y la realidad regresó con fuerza.
"¿Quién crees que era?" preguntó Isabella en voz baja, aún respirando con dificultad.
"No lo sé," respondió Leonardo, pasándose una mano por el cabello, claramente afectado también. "Pero creo que será mejor que regresemos antes de que empiecen a sospechar."
Ambos se miraron de nuevo, y aunque no dijeron nada más, el peso de lo que acababa de ocurrir flotaba en el aire. Leonardo se acercó a la puerta, asomándose cautelosamente. No había nadie a la vista.
"Vamos", dijo con un tono más tranquilo, y juntos salieron del despacho, caminando hacia la sala común donde el resto del equipo seguía celebrando. Pero algo había cambiado entre ellos. Y aunque nadie lo sabía, ambos sentían que nada volvería a ser igual.