La noche en que todo cambió aún resonaba en mi mente. La casa de Mariel y yo, llena de invitados, las luces encendiéndose, y su mirada desgarradora. Nunca imaginé que mi mundo colisionaría de esa forma, en un día que, en retrospectiva, debía haber recordado: nuestro aniversario de bodas, el cumpleaños de Mariel. Pero mi mente estaba en otra parte, con otra persona, con otro futuro que se estaba formando lejos de esa casa que una vez llamé hogar.
Olvidé ese día, así como era probable que olvidé muchas cosas más, pero que Mariel fue dejando pasar por alto.
El día lo había pasado con Lina, razón por la que me olvidé de todo, incluso de mi aniversario de bodas o del cumpleaños de Mariel, ahora mismo ella era lo más importante para mí, mi mejor amiga desde la infancia, y ahora la mujer que llevaba a mi hijo en su vientre.
Recuerdo haber tocado su vientre, sintiendo una mezcla de asombro y temor. Cuatro meses de embarazo, un secreto que crecía día a día, tan real como el amor que había florecido entre nosotros.
Pensar en cómo todo comenzó aún me causaba un profundo malestar.
Aquella noche, después de una larga reunión de trabajo, fuimos por unos tragos y terminé en su cama. La culpa de haber traicionado a Mariel era abrumadora. Me sentía como un monstruo, incapaz de entender cómo pude lastimarla de esa manera. Pensé… que solo pasaría esa única vez, para mí fue un completo error acostarme con otra mujer que no fuera mi esposa, pero me vi dándole una excusa a Mariel, sin decirla la verdadera razón por la que no llegué ese día a casa y sin imaginarme que se podría repetir.
Cada día con Lina era una mezcla de pasión y culpa. Al principio, me resistí a sus avances, pero luego, durante un viaje de trabajo, cedí de nuevo. Y así, lo que comenzó como un error se convirtió en una relación constante. Durante dos años, fui el amante de Lina, mientras en casa mantenía la fachada de un matrimonio feliz. Y era feliz, pero ya solo para Mariel, que no sabía nada de lo que ocurría, que no si imagina lo que pasaba en el trabajo, en la oficina o con mi mejor amiga, también mi empleada.
Las cosas fueron muy fáciles de ocultar, porque ella no tenía nada que ver con la empresa y allí Lina y yo teníamos una unión irrompible, sin que nadie sospechara nada, avanzó de una manera muy rápida.
Mis sentimientos por Lina crecieron, eclipsando poco a poco el amor que tenía por Mariel.
Y luego llegó el embarazo, forzándome a enfrentar la realidad de mis decisiones.
Decidimos tenerlo. No sé cómo pasó, pue al inicio yo usaba protección y luego ella anticonceptivos. Supongo que estas cosas pasan.
Sabía que tenía que elegir, y elegí a Lina, a nuestro hijo, a un futuro que, por más incierto que fuera, se sentía verdadero. Quería estar con ella y Lina estaba cansada de ser la otra, sobre todo ahora que cargaba a mi hijo en su vientre.
Ahora, aquí estaba, con mi vida empaquetada en una maleta, cruzando el umbral de la casa que compartí con Mariel. Su rostro, desfigurado por el dolor y la traición, me perseguiría por siempre. Las palabras que intercambiamos, las lágrimas, los gritos, todo parecía un sueño febril, una pesadilla de la que ambos deseábamos despertar.
Pero no era un sueño.
Era la cruda realidad.
Una realidad donde yo había elegido romper el corazón de la mujer que una vez juré amar y proteger.
Mientras caminaba hacia la puerta, sentí el peso de cada paso, como si me alejara no solo de Mariel, sino también de la persona que una vez fui a su lado.
Me detuve un momento antes de salir, mirando hacia atrás. La sala estaba vacía, salvo por Mariel, aún en el suelo, su figura encogida en un abrazo solitario. Quise decir algo, ofrecer alguna palabra de consuelo o explicación, pero sabía que no había nada que pudiera aliviar el dolor que había causado.
Jamás fue mi intención que las cosas pasaran de este modo, jamás quise herirla. Era una mujer buena y la amé por mucho tiempo.
Con un suspiro, cerré la puerta detrás de mí, dejando atrás una vida de recuerdos, tantas cosas compartidas junto a Mariel.
(*o*)
Al cruzar el umbral del apartamento que compartiría con Lina, sentí como si entrara en un universo paralelo. Aquí, todo era esperanza y futuro; allá, en la casa de Mariel, solo había restos de un pasado roto.
Lina me recibió con una efusividad que contrastaba dolorosamente con la desolación que acababa de dejar atrás. Su abrazo fue cálido, sus palabras llenas de amor y emoción por nuestra futura vida juntos. Sin embargo, mi mente aún vagaba, atrapada en la imagen de Mariel desmoronándose ante mis ojos.
¿Cómo podía herirla de esa manera? Ya era tarde para lamentos, pero dolía destruirla de ese modo, alguien que solo me dio felicidad, hasta que yo decidí que no fuera así.
—Ya estás en casa, tesoro—dijo, me abrazó y besó mis labios, un poco sorprendida de que esta misma noche llegara a casa ya con la maleta.
—Ya estoy en casa.
Lina, ajena a la tormenta en mi interior, hablaba entusiasmada sobre nuestro futuro, no le quería dar muchos detalles de lo que pasó esta noche, tan solo la quería dejar con la alegría de que las cosas habían salido bien.
—Ahora que estás libre, podemos empezar a planear nuestra boda— decía con una sonrisa radiante—. Una vez que te divorcies, es lo primero que haremos. Quiero que nuestro hijo nazca dentro de un matrimonio. Será perfecto, Rafael. Tú, yo y nuestro bebé... una familia.
Me senté, tratando de procesar sus palabras, de conectarme con la alegría que ella sentía. Pero cada mención de boda, de planes futuros, me llevaba de vuelta a Mariel, a nuestro aniversario no celebrado, a su cumpleaños destrozado.
Otra boda, ahora mismo no entraba en mis planes, eso no lo habíamos hablado. Y si nuestro bebé nacía fuera del matrimonio tampoco pasaba nada.
—Lina, necesito tiempo— dije finalmente, mi voz apenas un susurro—. Todo esto... el divorcio, la boda... es mucho que asimilar.
Lina se detuvo, su expresión cambiando de felicidad a preocupación.
—Pero Rafael, hemos esperado tanto tiempo. Nuestro bebé... merecemos ser una familia de verdad—Su mano acarició su vientre, un gesto que siempre me llenaba de una mezcla de temor y maravilla—. ¿No quieres casarte conmigo? ¿Es eso?
—Sé que es lo que queremos, lo que he elegido— respondí, intentando encontrar las palabras adecuadas—. Pero acabo de dejar un matrimonio de nueve años. Necesito procesar eso, cerrar ese capítulo antes de empezar otro. Otra boda, no es algo que haremos con las prisas que tú crees que se hará. No importa si tu vientre crece, no importa si no tienes mi anillo en tu dedo. Aquí lo importante es que nos amamos y… no sería bueno revelar de una vez que estamos juntos.
Lina se acercó, su mirada buscando la mía.
—Lo entiendo, sé que tienes miedo de ella, sé que eras muy infeliz con ella, pero también necesito saber que estás conmigo en esto, Rafael. No solo físicamente, sino con todo tu ser. Nuestro hijo, nuestra familia... eso es lo que importa ahora. No puedo pagar por los errores de Mariel. Y ahora que te tengo, te necesito completamente para mí y eso incluye una boda, Rafael.
Asentí, sabiendo que tenía razón, pero sintiendo aún el peso de mi pasado.
—Lo sé, Lina. Estoy contigo. Pero también tengo que hacer las cosas bien. El divorcio, la transición... no será fácil para ninguno de nosotros.
Ella no parecía estar muy de acuerdo con lo que yo decía.
—Sí, cambiemos un poco de tema. Hablemos del divorcio, luego discutimos sobre nuestra boda. Aquí lo importante es que sepamos qué hacer con tu divorcio.
Se fue hasta la habitación y llegó con una carpeta llena de documentos que fue dejando en mis piernas, uno por uno mientras los sacaba.
—¿Qué… es todo esto?
—Sabía que el momento llegaría, ahora… tenemos que cuidar de tu empresa. No queremos que con el divorcio Mariel te deje sin nada. No hay un solo documento en el que figure su nombre, no hay una sola cosa que muestre que ella te dio el dinero para empezar. No hay nada… con lo que ella puede reclamar que algo de lo tuyo le pertenece a ella. Quiero cuidar de ti, Rafael. Y de lo que te corresponde. Con este divorcio, no podemos dejar que ella se quede con la mitad de todo lo que es tuyo.
—Lina, con el divorcio ella se quedará con la mitad de todo.
—Podemos hacer que no.
—Pero, ¿te estás dando cuenta de lo que propones? Ella empezó esto, ella me dio el dinero.
—La idea, el esfuerzo, los años de trabajo, ¿de quién fueron? ¿Tuyo o de ella? Aquí el que hizo que esto fuera posible, fuiste tú. Por eso no podemos dejar que ella toque lo que es tuyo.
—Todo su dinero… me dio todo su dinero para esto.
—Te lo dio, no hubo un préstamo, nada que expresara una condición o un compromiso con eso.
—Incluso así, soy su esposo, ella mi esposa. La mitad de lo suyo es mío, la mitad de lo mío es suyo.
—Estoy analizando la situación y buscando la manera de que no te deje sin nada.
—¡Parece que somos nosotros los que la queremos dejar sin nada! Lina… esto es un juego peligroso.
—¿Sabes qué es peligroso? Que ella quiera vengarse por tu infidelidad y que te deje tal como te conoció, sin nada. ¿Te parecería divertido eso? Si tanto te remueve la consciencia, entonces puedes darle la mitad del dinero que ella te dio, ya que la mitad de lo suyo también es tuyo, ¿no?
—¡Por Dios!—me puse de pie, horrorizado con todo esto. No había pensado en lo que podía traer un divorcio, pero… Mariel no había hecho nada por mi empresa. Incluso se podían contar las veces que había ido allí, ella vivía en otro mundo, paralelo a este, completamente ajena a mis negocios, pero fue quien me dio el dinero—. No sé si pueda hacer algo así.
—No la dejarás sin nada. Le darás la mitad de lo que ella te dio en un inicio.
—Luego de nueve años, esa cantidad no es tanta, mucho menos es nada comparada con lo que ha crecido la empresa hasta ahora.
—¡¿Quieres que te ayude o no?! O solo me siento a ver como te quita todo. ¡Velo por tu futuro! Por el futuro de nuestro hijo. Si eso no es importante para ti, al menos para mí sí lo es, Rafael. Te amo y esto lo hago por los dos, por el futuro de esta familia. Podemos hacer esto y saldrá bien. Solo… imagina que estás cobrando algo por estar esos nueve años a su lado. Le darás la mitad de lo que ella te dio y eso ya es mucho. Tú has hecho que ese dinero crezca. ¿Ella que ha hecho? Pasar las tardes en spa, sus ridículas pinturas y viajar. Tenlo en cuenta, si no la destruyes, ella lo hará. Es lo último que te digo—tomó todos los documentos y se fue a la habitación con ellos, mientras las cosas giraban en mi cabeza, pesando en las posibilidades de que Mariel me dejara sin nada.
¿Tenía yo que actuar antes que ella?
Quizás esa era la mejor salida.