Nueve años atrás, la oficina de Rafael era simplemente una mesa desgastada en el pequeño apartamento donde vivía Tobías, su compañero de universidad y socio en una aventura empresarial que aún era solo un sueño. Las paredes estaban adornadas con papeles llenos de códigos y diagramas, testimonio de noches enteras dedicadas a dar forma a su ambiciosa idea.
Aquellas paredes que los rodeaban eran el intento que Tobías había hecho de independizarse de sus padres, luego de terminar la universidad, lo que le vino muy bien, porque no sabía qué tiempo podría llevarle emprender un camino fijo, en su vida de adulto independiente.
—Mi padre está dispuesto a vender la casa familiar para darnos parte del capital— dijo Tobías, con una mezcla de gratitud y preocupación en su voz—. Me sorprendió con eso esta mañana, supongo que lo convencí. Me alegra mucho que crea en nosotros, pero también es mucho riesgo. Algo me dice que ya lo hice. Quizás en estos días me de el dinero. No es mucho, pero es un comienzo—dijo, lleno de orgullo por la manera en la que su padre confiaba en él.
Rafael asintió, admirando la dedicación de Tobías y lo mucho que su familia lo apoyaba.
—Eso es un gran sacrificio. Nos ayudará a arrancar, pero necesitaremos más para realmente poner esto en marcha—con unos cuantos miles que pudieran darle de la casa familiar de Tobías, no alcanzaría para mucho, sobre todo con el proyecto que ellos tenían en mente y buscar inversionistas era casi una pérdida de tiempo, porque ellos apenas eran dos recién graduados veinteañeros en los que nadie arriesgaría su dinero sin ser algo seguro.
Ninguno de los dos provenía de una familia adinerada, por lo que todo era a base de esfuerzos.
Los dos se miraron, conscientes de la magnitud del desafío que tenían por delante. La idea que habían concebido, una empresa que integraría la inteligencia artificial en aplicaciones prácticas, era innovadora, pero necesitaban un capital considerable para hacerla realidad.
Todavía la fase de ser un sueño no la pasaban, necesitaban que aquello fuera real y para eso hacía falta dinero.
—¿Y tú, Rafael? ¿Qué planes tienes para conseguir el financiamiento? — preguntó Tobías, curioso. Conseguir dinero era cosa de los dos y ambos tenían que poner partes iguales.
Rafael se pasó una mano por el cabello, pensativo. Estaba en la misma situación de Tobías, pero sus padres no iban a arriesgar su casa para un proyecto que no era seguro que tuviera futuro.
—Bueno, hay una posibilidad—dijo, su voz llena de incertidumbre—. Mariel, mi esposa, viene de una familia bastante acomodada. He estado pensando en hablar con ella sobre nuestra idea. Tal vez pueda convencerla de que nos apoye financieramente. Pero la verdad es que me cuesta mucho hablarle de dinero. No quiero que me vea como un fracasado.
Tobías levantó una ceja, sorprendido.
—¿Crees que estaría dispuesta a invertir en nuestro proyecto? Eso sería increíble, pero no quiero que te sientas presionado a involucrarla.
Rafael se encogió de hombros.
—No lo sé con certeza, pero creo que vale la pena intentarlo. Mariel siempre ha sido comprensiva con mis ambiciones. —Había una pausa, durante la cual ambos contemplaron la posibilidad de ese apoyo financiero. Rafael sabía que involucrar a Mariel era un paso importante, pero también sentía que era la oportunidad que necesitaban para dar vida a su sueño—. Voy a hablar con ella este fin de semana—dijo finalmente Rafael, no tenía otra opción—. Si todo sale bien, podríamos tener el capital que necesitamos para empezar.
Tobías asintió, impresionado por la disposición de Rafael para dar ese paso.
—Eso suena prometedor, amigo. Con tu habilidad técnica y nuestra visión, creo que realmente podemos hacer algo grande.
(*o*)
La cena en casa de Rafael y Mariel era una ocasión que Tobías había esperado con cierta curiosidad. A pesar de ser el socio y amigo cercano de Rafael, nunca había sido parte de su círculo íntimo. La casa era impresionante, una muestra del estatus y riqueza de la familia de Mariel, algo que Tobías apenas podía imaginar en su propia vida.
Al entrar en la opulenta residencia, se sorprendió por el contraste con su modesto apartamento.
—Vaya, Rafael, no sabía que vivías así— comentó, admirando el elegante interior.
Rafael sonrió con cierta incomodidad.
—Sí, bueno, la familia de Mariel es bastante acomodada—dijo, guiándolo hacia el comedor.
Cuando Mariel apareció, Tobías quedó cautivado instantáneamente. Era joven, hermosa y poseía una elegancia natural.
—Encantado de conocerte, Mariel. Rafael ha hablado mucho de ti— dijo Tobías, extendiendo su mano.
La cena transcurrió en un ambiente agradable, aunque Rafael parecía nervioso. Tobías notó que su amigo era notablemente protector con Mariel, algo que atribuyó a la juventud y belleza de ella. Tener una esposa joven y con tal belleza, era normal ser tan cuidadoso.
Después de la cena, mientras tomaban café en el salón, Rafael se giró hacia Tobías.
—Tobías, ¿podrías explicarle a Mariel un poco sobre nuestro proyecto? Creo que ella podría ayudarnos.
Tobías asintió, aunque se sintió un poco incómodo. Comenzó a describir el proyecto de una manera simplificada, intentando hacerlo accesible para alguien que, según Rafael, no estaba familiarizada con el campo tecnológico.
Mariel escuchaba atentamente, sus ojos brillando con interés. Contrariamente a lo que Rafael había insinuado, ella parecía captar rápidamente los conceptos y la importancia del proyecto.
Cuando Tobías terminó, Rafael se volvió hacia Mariel.
—Cariño, ¿crees que podrías hablar con tu padre para ver si puede ayudarnos con algo de financiamiento?
Mariel se quedó pensativa por un momento antes de responder.
—Podría hablar con él, sí. Creo que le interesará el proyecto. Es innovador y prometedor.
Rafael parecía aliviado, pero Tobías no pudo evitar sentir una mezcla de admiración y sorpresa por la manera en que Mariel había entendido y apreciado su idea. A pesar de las impresiones iniciales de Rafael sobre su capacidad, Mariel había demostrado ser mucho más perceptiva y comprensiva de lo que esperaban.
Tobías se fue esa noche con una nueva perspectiva sobre Mariel y su relación con Rafael. Mientras Rafael cerraba la puerta detrás de él, Tobías no pudo evitar preguntarse cuánto más había subestimado Rafael a su esposa y cuánto más había en Mariel de lo que aparentaba a simple vista.
(*o*)
Mariel visitó la casa de su padre.
Se sentía nerviosa pero emocionada por compartir la idea del proyecto de Rafael con él. Su padre siempre había sido su pilar, ofreciéndole apoyo y consejos sabios.
Sentados en el estudio, Mariel le explicó el concepto detrás del proyecto tecnológico de Rafael y su socio Tobías. Su padre escuchaba atentamente, asintiendo de vez en cuando, claramente impresionado por la ambición y la innovación detrás de la idea.
Cuando terminó, su padre tomó sus manos y la miró a los ojos.
—Mariel, siempre he estado orgulloso de ti. Y ahora que estás casada y construyendo tu propia familia, creo que es el momento adecuado para darte la parte de tu herencia que te corresponde.
Mariel se quedó sin palabras, sorprendida por la generosidad de su padre.
—Papá, no sé qué decir... ¿Estás seguro?
—Completamente—afirmó su padre con una sonrisa—. Puedes invertir ese dinero como mejor te parezca. Confío en tu juicio y en tus decisiones.
Con el corazón lleno de gratitud, Mariel regresó a casa.
Encontró a Rafael en la sala y, sin poder contener su entusiasmo, le reveló la noticia.
—Rafael, mi padre va a darme mi parte de la herencia. Quiero dártela para tu proyecto. Para que tu empresa pueda empezar en grande. Me parece que es la manera en la que podemos empezar con algo que crezca al igual que nuestro matrimonio.
Rafael la miró, primero con incredulidad y luego con una alegría desbordante. La tomó en sus brazos y la besó apasionadamente.
—Eres increíble, Mariel. Esto... esto cambiará todo.
La noche que siguieron fue una de pasión muy profunda. Sin embargo, en la madrugada, mientras Mariel dormía, Rafael se levantó silenciosamente de la cama y llamó a Tobías.
Tobías, sorprendido por la llamada a esa hora, respondió con voz somnolienta.
—¿Rafael? ¿Todo está bien?
—Tobías, he estado pensando... —dijo con voz seria—. Sobre el proyecto. Mariel no puede darnos el dinero. Creo que es mejor que nos olvidemos de todo esto. Es una idea absurda.
En el otro extremo de la línea, Tobías quedó desconcertado.
—¿Qué? Pero pensé que... Mis papás han vendido la casa.
—Lo siento, Tobías— interrumpió Rafael, mintiendo con una frialdad calculada—. Será mejor que cada uno siga su camino.
Colgó el teléfono, dejando a Tobías confundido y preocupado.
Rafael, ahora con el dinero prometido por Mariel, había decidido seguir adelante con la empresa por su cuenta, eliminando a Tobías del proyecto y de cualquier futuro beneficio. Era un giro inesperado y calculador, un paso que cambiaría no solo el curso de su empresa, sino también el de su matrimonio y amistades.