El sol apenas comenzaba a iluminar la habitación de Mariel cuando el sonido de una notificación la despertó. Era temprano, ¿cómo es que ya tenía un mensaje? Pensó que podría tratarse de su hermano Manuel, que aún no daba con la diferencia horaria y algunas veces llamaba de madrugada. Con ojos somnolientos, tomó su teléfono y abrió el correo electrónico que acababa de recibir. Era un mensaje de su abogado, y las palabras que leyó la llenaron de una inmensa tristeza: su divorcio con Tobías había sido finalizado. Sintiendo un peso en el pecho, Mariel dejó caer el teléfono y se abrazó las piernas, acurrucada en su cama. Las lágrimas comenzaron a fluir silenciosamente, pero pronto su llanto se intensificó, llenando la habitación con el sonido de su dolor. En medio de su desconsuelo, escuc