La Esposa Que No Amo⏤El novio sustituto

2114 Words
Canela le había llevado cena, pero ella no quiso comer nada, ni beber. Su rostro lo sentía hinchado, los moretones en su rostro, sus mejillas adoloridas por todos los golpes que Olimpia le dio, esperaba que para mañana tuviera mejor aspecto, por eso dejó de llorar, sus ojos ya estaban muy enrojecidos y no quería dañar más su cara. Le contaría a su padre todo lo que hicieron sus hermanas o lo que Rosario pretende al desear que sean sus hijas las que se casaran con el heredero Queen. Jamás pensó que la situación tomaría ese rumbo, incluso si no era bien recibida, tampoco llegó a pensar que su “familia” querría humillarla. La odiaban por cosas que Chiara ni entendía, pero estaba muy segura de que la odiaban. Le había pedido a Canela que por favor hablara con su padre cuando este llegara para que pasara a verla, porque Chiara no tenía cómo darse cuenta de su llegada. Alrededor de las once de la noche, su puerta se abrió de golpe. Era su padre. Chiara se levantó de un salto de la cama, estudiando el rostro de su padre, informándose sobre su cara, las nuevas arrugas que tenía, su mirada, cosas que no se podían apreciar a través de una foto. Pero todo lo que vio fue un ceño arrugado que… conforme pasaron los segundos se convirtió en un rostro enojado. ¿Dónde estaba la alegría de verla? ¿Dónde estaba la primera sonrisa luego de tenerla frente a él cuando ya había pasado tanto tiempo? —Papá… Es bueno verte. Su padre caminó lentamente hacia ella y se acercó, dejó sus manos en sus hombros, Chiara pretendía abrazarlo, pero… sus manos la mantuvieron lejos, ella lo intentó una segunda vez, verdaderamente quería abrazar a ese hombre, a su padre, pero él se lo impidió por una segunda vez. Por unos segundos, la mirada de aquel hombre se suavizó, reconociendo en ese rostro, en esa mirada parte de la esencia de su difunta esposa, pero no había afecto hacia Chiara. Llevaba toda una vida alejándola, ahora no sería diferente. —Espero que todo esto acabe pronto, para que ya te vayas—dejó una mano en su rostro, pero rápidamente la soltó, dándose la vuelta. —Papá… Yo…—¿qué decirle a un hombre que, luego de años sin verla, esas eran las primeras palabras que salían de su boca? Decidió no rogar amor, afecto, al menos por el momento, pero sí hablar de lo que había pasado—. Olimpia y Darnelly usaron mis vestidos, Olimpia ha roto mi vestido de novia. —Qué palabras más ridículas. ¿Las atacas y ahora la culpas de que dañaron tu vestido? —No las ataqué—dijo pausadamente—. Rosario quiere que sean ellas las que se casen en mi lugar. —¡Son niñas! ¡¿Cómo te atreves a decir eso?! —La fuerte voz de su padre la estremeció y de inmediato sus lágrimas se hicieron visibles, su padre siguió hablando cosas que eran mentiras, que probablemente se las había dicho Rosario o una de sus hijas. Ella no se defendería, él no la dejaría hacer eso y probablemente agregaría más enojo hacia aquel hombre. Tan solo se quedó escuchando, como si toda la culpa fuera de ella. Al finalizar su largo y enojado discurso, el señor Moretti se dirigió hacia la puerta. —Espera, padre. Aún no te vayas, por favor. —Estoy cansado, tengo que irme a la cama. —No puedo casarme con este vestido roto. Necesito otro. —¿Entonces por qué lo has dañado? Tendrás que usarlo así. —No… fui yo. ¡Fue Olimpia! No quiero llevar mañana ese vestido. —¡Es media noche! ¡¿Qué es lo que me pides?! ¡Lo rompiste! ¡Asúmelo y resígnate! —Si mi madre estuviera viva no permitiría que esto pasara. Mi boda sería algo especial, no donde tus hijas intentan tomar mi lugar o tu esposa me humilla. Las cosas serían muy diferentes. Y eso fue todo cuando dijo justo antes de que el caos bañara la habitación. Moretti se dirigió hacia su hija y cuando levantó la mano contra su cara, rápidamente Chiara vio su intención e intentó cubrirse, él cambió la trayectoria de su mano, no aceptando quedarse con las ganas de darle un poco de educación a su hija, la empujó contra la pared, pero su fuerza no fue medida, la cabeza de Chiara sonó al chocar y esta, mirando a su padre, se fue deslizando lentamente hasta el suelo, algo de sangre bajando de su cabeza. Los labios de Chiara se separaron para emitir un quejido, los ojos le ardían, pero su corazón dolía más que su cuerpo. —No debiste regresar, Chiara. Aquí no tienes nada—dijo, saliendo rápidamente de allí. —Ni en ningún otro lugar, simplemente no tengo nada—sollozó allí tirada. (…) Para la familia Queen, que se había trasladado completa hasta San Francisco, la boda de Davide Queen y Chiara Moretti era la unión que esperaban hace años. Pero no era precisamente Davide quien tendría que estar casándose, por eso había un poco de amargo en toda esa situación. Si bien él era el hermano mayor, antes no fue así, no cuando aún estaba vivo su gemelo, quien sí era el mayor. —Al fin llega el día—Había cierta tensión en toda la situación y se notó en la voz de su padre, porque la familia dudaba de que Davide llegara a la boda. Durante los últimos casi veinte años, habían estado castigando a su hijo por la muerte de su hermano. Davide había aceptado cada castigo, cada rechazo, pero hace un tiempo las cosas comenzaron a cambiar cuando Davide encontró el amor. —Sí, ya es el día—su madre miraba a través de la ventana del hotel donde se hospedaba toda la familia, sin saber nada sobre el paradero de Davide, salvo que ya había llegado a San Francisco. —Dudo mucho que esa joven pueda hacer algún cambio en el corazón de Davide—dijo su padre. —¿Y quién espera que ella haga un cambio en esa bestia? Lo único que espero de él es la boda. ¿Y de ella? Herederos. —Chiara. Tiene un lindo nombre. —Y estoy segura de que es tan bella como su madre. —Fue una mujer hermosa—el señor Queen se acercó a su esposa, la rodeó con su mano acercándola a su costado. —¿Y si no llega? —Hoy habrá una boda, con él o sin él. Tendremos boda—respondió Fiorella fríamente. —¿Piensas en…? —Nos quedan dos hijos. —¿Dante y Nico? Pero Fiorella… —¿Qué quieres que te diga, Gian? Davide ha intentado subestimarnos desde que está con era prostituta sueca. Si no se casa, pierde el control de las empresas y lo toma uno de ellos dos que se case con la Moretti. —Quizás eso a Davide no le importe—dijo Gian. —¿Estás bromeando? ¡Es lo que más le importa! Su único orgullo es ese, no tiene otra cosa. De no llegar hoy a la boda, uno de sus hermanos tomará su lugar. El señor Queen tragó, poco emocionado con toda la situación. —Llamaré a los chicos para decirles que es probable que uno de los dos se case con Chiara Moretti. Mientras él salía de la habitación, ella se permitió llorar ahora que estaba a solas. Podría ser la boda de su hermoso hijo, del dueño de su corazón, pero él ya no estaba con vida. Su esposo regresó con sus dos hijos menores Dante tenía veintinueve años, era un hombre tranquilo, de vez en cuando poco sociable y en ocasiones su malhumor le ganaba, haciendo que se alejara y pusiera aún más distancia de la que pretendía, pero amaba a su madre con todo su corazón, porque veía la tristeza que había en ella y cómo aún no superaba la muerte de su hijo. Podría decirse que era el más comprensible de todos. Aunque su personalidad no era la más alegre, su físico hacía un buen balance, un perfecto balance. Aquellos ojos verdes decían mucho más que su expresión y muy en el fondo era un hombre alegre, pero que no sabía cómo expresar eso. Su cabello castaño siempre lo mantenía corto, era tan alto como su hermano mayor y compartían cierto parecido, más que nada en la forma de su boca y la nariz. Era delgado, de hombros anchos y piernas fuertes, pero delgado. Cuando sonreía, lo hacía de manera sincera. Contrario a sus dos hermanos, pese a haberse preparado para la gestión empresarial, lo que apasionaba a Dante eran las artes culinarias. Y a eso se dedicaba, su madre lo consideraba uno de los mayores fracasos como hijo, pero él no era de los que se dejaba llevar por las opiniones de los demás, estaba más que preparado para las críticas. Nico, el menor de los hermanos, era como un sol, pero no cálido y reconfortante, sino caliente y abrazador, fuego probablemente era lo que llevaba en sus venas. Era un hombre pelinegro de ojos grises, labios gruesos y cejas pobladas, tenía una risa muy llamativa y al igual que sus hermanos era de una belleza envidiable, destilaba sensualidad incluso en su manera de hablar, mirar, sonreír, hasta en su respiración. Solo tenía veinticinco años y se consideraba un hombre sin ataduras, aunque de vez en cuando hacía algo de caso a sus padres, cosa que no ocurría con tanta frecuencia. Era tan impredecible, que tenerlo cerca dejaba muy nerviosos a sus padres, nunca hacía nada que imaginaras, con él predecir su actuar era prácticamente imposible, se llevaba fatal con sus hermanos y eso iba en varias direcciones, detestaba de manera directa cada cosa que hacían ellos. Para Nico, Davide era muy serio, Dante muy aburrido, y no le veía sentido a vivir la vida de ese modo. Una vida sin aventuras, para él era un calvario. Su mente no seguía reglas, mucho menos las respetaba. Aquel hombre era un completo bohemio. —Puede que uno de ustedes dos se case hoy con Chiara Moretti—La risa de Nico fue lo que siguió luego de las palabras de su madre. —Espera… ¿estás hablando en serio? —Sí, no me importa cuál de los dos sea, pero quien lo haga estará al mando de las empresas. ¿Alguno de los dos se ofrece de voluntario? —¡Mierda! Ya podrías ponerlo más fácil, mamá. Dos cosas que no me gustan para nada. Responsabilidades, matrimonio. —¿Qué hay de ti, Dante? —Mamá… ¿es lo que deseas? —Si así su madre lo quería, él estaba dispuesto. —¡No me lo creo! —exclamó Nico, viendo que su hermano estaba dispuesto—. ¿Al menos has visto a la novia? —Puedo asegurarte de que es una mujer hermosa, completamente hermosa—dijo su madre. Esa afirmación ya ponía a Nico a pensárselo. —Bueno…—¿se lo estaba pensando? —Si es una auténtica belleza italiana, puedo hacer el sacrificio, ¿te importa, Dante? —No, solo lo haré si no hay otra opción. —Que a la ligera te tomas un matrimonio—bufó Nico. —Tú te estás basando en la belleza, ¿y soy yo quien se lo toma a la ligera? —¡Ya está! No quiero discusiones, tan solo quería que lo tuvieran en cuenta si su hermano no llega a la boda. De todos modos, hay que irnos, vamos con algo de retraso. —¡Qué más da! Puede que me case el día de hoy—dijo Nico con una sonrisa. —Verdaderamente que eres impredecible—masculló Dante, sin poderse imaginar a su hermano menor casado con ninguna mujer. La familia Queen se trasladó hacia la iglesia. Lo primero que notaron fue la ausencia de su hermano, pese a que todos los invitados estaban allí. Aunque la iglesia no estaba llena, había al menos unas cincuenta personas. —Ya me duele la cabeza—dijo su madre—. Por favor, Dante y Nico, revisen a ver si su hermano está por los alrededores, ¡se supone que tiene que llegar antes que la novia! —Tranquila, mamá, vamos a ver si lo encontramos. El novio no había llegado, mientras que el coche de la novia ya estaba aparcado frente a la iglesia, en espera de que dieran la señal de que Davide Queen ya estaba allí.
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