La Esposa Que No Amo–La Boda

1926 Words
Cuando la puerta del coche se abrió, Chiara esperaba que fuera su padre para decirle que ya su futuro esposo había llegado, pero no fue así. Llevaba allí más de media hora desde que llegó a la iglesia y le dijeron que su prometido todavía no había llegado. Estaba muy nerviosa, pero por su cabeza no pasaba nada malo, solo un retraso de parte de Davide Queen. Quien abrió la puerta fue un hombre joven, de cabello n***o, ojos grises y mirada juguetona. Nico Queen. Miró a la mujer sentada en el asiento trasero y suspiró al ver su cara. Esa no era la belleza italiana que su madre dijo que era. —¿Ha llegado Davide? —preguntó Chiara al desconocido. —No, mi hermano aún no llega. —Oh, ¿es tu hermano? —Permíteme presentarme, qué grosero soy. Mi nombre es Nico Queen. Soy el hermano menor. —Es un placer, soy Chiara Moretti—Los ojos de Nico no abandonaban la cara de Chiara y no precisamente porque fuera una belleza, estaba algo hinchada y el maquillaje no cubría todo eso, hizo lo que pudo, pero no era capaz de hacer magia. Al notar la mirada tan directa de Nico, se sintió un poco incómoda. —Creo que ya tienes que bajar—dijo. Estaba allí porque, en vista de que Davide no llegaba y que ya lo habían buscado por los alrededores y llamado, este no daba señal de llegar a su boda, uno de sus hermanos tomaría su lugar. Pero, como Nico solo se casaría si la novia era una verdadera belleza italiana, decidió ir a confirmar si la novia era tan bella como antes su madre presumió. Y, viendo que no era el caso, quien se casaría con ella sería Dante. —Pero aún no llega. —Tú no te preocupes, tu padre te espera en la puerta, el novio estará en el altar antes de que llegues allí. —Le dio una mano a Chiara para que esta bajara. Dudosa, ella aceptó, tomando con su mano libre parte del vestido. Su padre la esperaba en la entrada de la iglesia, Nico la dejó junto a él y entró por el lado lateral, para llegar con su familia y decirle que Dante sería quien se casaría con Chiara Moretti. Viendo que todo ya era inminente y sin imaginarse que le darían otro esposo en lugar de Davide, Chiara tomó la mano de su padre y apretó sus dientes, comenzando a estar nerviosa. Entre ella y Canela, la mañana de ese día, intentaron hacer algo con el vestido, pero no quedó más que cortar la tela que Olimpia había roto y ahora parecía como que al vestido le faltaba un trozo importante, parecía incompleto. Era no era la boda que Chiara deseaba, su cuerpo adolorido, su cara hinchada, su vestido dañado, pero esa era la boda que obtendría. Las flores blancas adornaban cada banco, y el aire estaba perfumado con su dulce fragancia. Pero en medio de esta belleza, una tensión palpable llenaba el espacio sagrado porque los invitados que estaban dentro sabían que el novio aún no llegaba, por eso no entendían qué hacía la novia haciendo su entrada. —Te casarás con un Queen—dijo su padre a su lado mientras hacían su entrada. Chiara y su padre llegaron hasta donde tenía que estar esperando su esposo… pero allí no estaba el novio. Nerviosa, Chiara miró a su padre, sin obtener respuesta de su parte, evitaba mirar hacia los invitados, solo quería saber dónde estaba Davide Queen. —Papá… ¿aún no llega? —A su costado, la familia Queen murmuraba entre ellos, como si aún no se decidiera cuál de los dos sería su esposo. Mientras el señor Moretti abandonaba a Chiara en el altar y se unía a su familia. El ramo de flores temblaba en sus manos, sin saber qué hacer, sin obtener respuesta. Se concentraba en cualquier cosa, intentando silenciar los murmullos de los invitados, especialmente las voces de sus hermanas que hablaban fuerte, con el propósito de que Chiara las escuchara burlarse de ella, por estar plantada en el altar y con un novio desaparecido. —Llegará—susurró para sí misma, buscando tranquilizarse—. Llegará. —Sonrió, buscando una manera de calmarse. Sus ojos, sin embargo, revelaban una ansiedad que luchaba por esconder. Habían pasado treinta minutos desde la hora acordada para su boda, y el novio, el heredero de la prestigiosa familia Queen, todavía no había aparecido. Ella llevaba casi diez minutos en el altar, tan solo deseando que aquel hombre entrara por esa puerta y callara todos los rumores que circulaban en la iglesia. “¿Seré una novia plantada en el altar?” se preguntó. Realmente intentaba mantener la calma, pero era desesperante sentirse expuesta a semejante vergüenza. Si el novio no había llegado, ¿para qué la llevaron hacia el altar. Los murmullos entre los invitados crecían cada vez más fuertes. "¿Dónde está él?", "¿Por qué tarda tanto?". Ella intentaba mantener su compostura, aferrándose al ramo con manos temblorosas. Decidió buscar entre los invitados el rostro del hombre que antes había ido al coche, Nico Queen, este estaba hablando acaloradamente con otro hombre, era Dante. Parece que nadie se decidía a casarse con Chiara. Una lágrima rodó por su mejilla mientras pensaba seriamente en huir, salir corriendo de allí antes de que su vergüenza se hiciera más grande. Y lo habría hecho, de no ser porque sus pies no se movían, intentaba hacerlo, pero sus piernas parecían clavadas al mismo sitio. Puede que, por la vergüenza, el miedo o el pánico, todo era un poco de ambos. Finalmente, se escucharon pasos en la entrada de la iglesia. Todos los rostros se giraron para ver al hombre que acaparaba todas las miradas. ¡Había llegado! ¡Davide Queen estaba en la iglesia! Chiara sabía que era él por la rección que tenían los invitados y en varias ocasiones escuchó mencionar su nombre con los murmullos. Atenta, evitó girar hacia atrás, esperando el momento en el que su prometido llegara a su lado. El velo cubría su rostro y el ramo parecía fundirse entre sus dedos de lo tanto que ella los apretaba. Davide Queen había llegado al fin. Fue hasta San Francisco para casarse, estaba allí para eso, por lo visto siempre estuvo cerca, esperando el momento que él creyera correcto para aparecer en su propia boda. El silencio se apoderó del lugar mientras él avanzaba por el pasillo. Sus pasos eran seguros, su mirada fija en la mujer que lo esperaba al final. No mostraba signos de nerviosismo o arrepentimiento por su tardanza. En cambio, había una especie de desafío en su andar, como si estuviera desafiando al mundo que se atrevía a cuestionarlo. Al llegar al altar, no hubo disculpas ni explicaciones. Solo un asentimiento corto hacia los presentes y luego, sus ojos se fijaron en ella. Por un momento, el tiempo pareció detenerse para Chiara cuando vio el rostro de su prometido. Ella lo miró, buscando algún indicio de lo que él pensaba o sentía, quizás intentando que él la recordara, ya que se trataba del hombre que la cubrió con su paraguas en el aeropuerto. Era él. Chiara ya había conocido el rostro de su prometido y no lo sabía. Una sonrisa se asomó a los labios de la mujer, feliz de su llegada, de lo guapo que era su esposo y probablemente un hombre amable, dado que sin conocerla le ofreció su paraguas para cubrirla de la lluvia. Aquel era el hombre con el que ella construiría su nuevo futuro, una familia, un amor. Entonces, el sacerdote comenzó la ceremonia ya que estaban presentes los novios. —¿Aceptas a esta mujer como tu legítima esposa, para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe? Con una voz clara y sin vacilar, él aceptó. —Sí, acepto. Tras la afirmación, se inclinó hacia ella, su rostro a centímetros del suyo retiró el velo, quedando expuesto el rostro de Chiara. Mientras tocaba suavemente su mejilla, su mirada recorrió su rostro y luego su cuerpo, como si estuviera evaluándola. Luego, se inclinó aún más, su aliento cálido en su oído. Ella se puso muy nerviosa, esperando el beso que recibiría de su, ahora, esposo. Pero este parecía antes querer decirle algo. —Solo para que quede claro—susurró con una voz baja, pero cargada de una frialdad cortante, estremeciendo completamente el cuerpo de Chiara por la sorpresa de esa voz fría—eres completamente insignificante para mí. Ella cerró los ojos por un momento, asimilando sus palabras. Cuando los abrió de nuevo, las lágrimas salían de sus ojos, buscando algo en el rostro de su esposo, pero solo había una expresión fría y aquella mirada dura que él le daba. —Yo…—Se había quedado sin hablar, recibiendo aquellas palabras carentes de todo en lugar del beso—. ¿Qué se supone que significa eso? —había hecho todo lo posible porque las palabras salieran claras de su boca. —Ya estamos casados, eso fue lo que se me pidió. Tú tienes un esposo y yo sigo a cargo de mi empresa. —Las palabras resonaron en la iglesia como un eco de hielo. La novia estaba paralizada por la humillación mientras él se alejaba de ella con determinación. Pero justo cuando parecía que la ceremonia seguiría su curso, la puerta de la iglesia se abrió de golpe cuando Davide solo se había alejado unos metros de la novia. Llegaba alguien. Una mujer joven, con un prominente vientre que anunciaba un embarazo avanzado, entró apresuradamente. Sus ojos estaban llenos de angustia y, al verla, todos en la iglesia quedaron en estado de shock. Murmullos de sorpresa y confusión se extendieron entre los invitados. La señora Queen se iba apresurar hacia allí para sacar a aquella mujer de la iglesia, pero Davide le dio una mirada amenazante, impidiendo que su madre moviera un solo músculo. Chiara no entendía nada, pero para los presentes era muy clara la situación. Querían una boda. Ya se había realizado, pero la joven Moretti no tendría un esposo. Él se volvió hacia la recién llegada, dejando a la novia sola en el altar. Sin una palabra, tomó su mano y la condujo hacia el centro del pasillo. La expresión en el rostro de la novia cambió de humillación a un dolor profundo. Sus lágrimas caían libremente mientras observaba cómo él se alejaba con otra mujer, una que llevaba consigo el símbolo más poderoso de un vínculo profundo: un hijo por nacer. La recién llegada parecía angustiada y ansiosa, y aunque las palabras entre ellos eran inaudibles para los presentes, quedaba claro que algo inusual estaba ocurriendo. La tensión en la iglesia era palpable mientras todos observaban esta impactante y repentina transformación de la ceremonia. Chiara, abandonada en el altar, sentía una mezcla abrumadora de emociones que la lastimaban, humillación, tristeza, enojo y confusión. Su esposo se acababa de ir con otra mujer. —¿Para qué llegó a la boda? —se preguntó con un sollozo, sus piernas debilitadas por toda la tensión en su cuerpo. Sentía que se caía, pero unas manos la sostuvieron antes de que su cuerpo se desplomara. Dante Queen la tomó entre sus brazos, sacando a Chiara Moretti de aquel lugar junto con todo el escándalo que había allí. ¿Podía ser peor?
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