La habitación estaba sumida en una tranquilidad casi tangible, interrumpida únicamente por el suave teclear que emanaba de las rápidas pulsaciones de Lina. Sentada con el ordenador sobre sus piernas, lanzaba ocasionalmente miradas llenas de ternura hacia Declan, su hijo, cuyo sueño pacífico contrastaba con la tormenta de emociones que ella albergaba. Muchas cosas habían pasado la última semana, pero su plan seguía en pie, había sido paciente, porque no tenía prisa, sabía que el golpe sería fuerte y causaría una gran herida, tal como la herida que él causó ella al rechazar a su hijo. La humillación hacia ella, de parte de él y su madre, había quedado en segundo plano, pero… ¿qué Rafael realmente no quisiera saber nada de su hijo? No pensó que él fuera a cambiar de idea con el tiempo, pero