–Lina…–era el día, llegó con mucha rapidez gracias a que los abogados de Mariel jamás llegaron a un acuerdo con nosotros ni quisieron aceptar mi generosa oferta. Entonces yo me seguía preguntando… ¿de verdad ella creía que iba a ganar o tan solo se estaba dejando contagiar de los pensamientos de su hermano? Lina seguía en la cama, su mirada en el techo y ambas manos sobre su vientre, desde lo ocurrido en la oficina, luego de que ella sacara a Mariel de las cuentas, se comportaba distante conmigo, esperando una disculpa que no llegaría porque ella fue la que falló, no yo, sin importar que ella se sintiera con motivos, esa acción de ella nos pudo costar mucho. –Buenos días, Rafael. ¿Ya te estás preparando? –Voy a tomar baño. –¿Nervioso? –Puede que un poco. –Es normal. Los tribunales s