Tuve horas a solas para pensar, pensar tanto que me dolía la cabeza, tanto que no podía quedarme con los ojos abiertos, me dolían. Quería volver a correr a los brazos de mis padres, resguardarme en la seguridad que ellos me brindaban, pero ¿cuánto más? Tenía veintinueve años, un divorcio, desempleada, con una vida desastrosa y… demasiadas cosas por arreglar y sin saber por dónde empezar, inmersa en una venganza que no parecía ir bien, enojada con la vida y con una persona en concreto, deseando cosas que no podía alcanzar yo sola y sin saber el rumbo que tomaría mi vida. Desde luego, sería más fácil correr a los brazos de mis padres, olvidarme de todo el dinero que perdí, los años invertidos en una relación que terminaría en esto e intentar enterrar el pasado, pero no podía tomar el ca