Desde luego, supe desde que me levanté que este no sería mi mejor día.
Era un día gris y agotador. Llevaba dos noches durmiendo mal, con Tobías ausente de la casa y un sinfín de pensamientos rondando mi mente, cuestionando todas y cada una de las cosas que había hecho hasta ahora.
Decidí irme en taxi al trabajo, ya que Tobías no había amanecido en casa, otra vez, planeando, además, comprar un coche por la tarde. Pero ni siquiera había previsto lo que estaba por suceder.
¿Cómo iba a saber que mi día estaba por empeorar?
Al llegar al trabajo, me encontré con una sorpresa inesperada y desalentadora: mi jefe me llamó a su oficina y, sin preámbulos, me informó que estaba despedida.
–Hemos encontrado a alguien más cualificado para el puesto–fueron sus únicas palabras.
–¿Pero cómo es pos
