Cuando la munición se acabó, Mia se puso de pie y corrió hacia la arboleda, saltó la barda de seguridad nuevamente y se perdió entre el bosque que crecía al costado de la carretera, le costaba ver hacia dónde iba pues llevaba la vista nublada por las lágrimas, pero no tenía mucho tiempo para quedarse sentada llorando el dolor que iba creciendo en su interior por su pérdida, de los autos bajaron muchos hombres fuertemente armados que corrieron detrás de ella, pero tenían órdenes estrictas de no disparar en contra de Mia, la necesitaban viva, pero esperaban que al ver tantos hombres armados ella se sintiera intimidada y se detuviera, pero eso no iba a pasar, Mia no se detuvo ni porque escuchó un disparo al aire, no le importó nada más que mantenerse con vida.
— ¡Traigan a esa mocosa y recuerden, el jefe la quiere viva! — gritó el asesino.
Mia tropezó con unas raíces de los árboles que estaban salidas y eso la hizo caer de lleno al suelo, el impacto fue tan fuerte que la hizo ver puntos de colores mientras daba una inspiración profunda intentando recuperar el aire, el instinto de supervivencia era más fuerte que el dolor que sintió en su pecho y se levantó casi a los segundos pues los hombres no iban tan lejos de ella, volvió a correr hasta que llegó a un barranco de tierra suelta muy inclinada de la cual muy difícilmente iba a poder salir intacta si intentaba bajar por ese lado.
— Oye bonita, ven conmigo... — dijo el hombre parado a unos metros por detrás de ella — Te prometo que no te haré daño si te portas bien. — sonrió como si nada.
— Pagarás la muerte de Giovanni. — Mia mostró la navaja que el hombre le había dado.
— No te lo recomiendo, el jefe te quiere viva, pero no dijo nada sobre que no podíamos golpearte si era necesario y créeme, me encanta ver como las mujeres terminan con el rostro destrozado gracias a mis puños. — la reto a atacar con una mirada desafiante en sus ojos.
— Dile a tu jefe que se vaya a comer mierda y que a mí no me va a tener viva. — se dio la vuelta y salto.
Mia salto a la pendiente terrosa, aunque solo pudo correr unos metros en bajada, terminó cayendo de rodillas y rodando como un trompo por la pendiente, el hombre se acercó a la orilla para ver incrédulo de que realmente se hubiese atrevido a tanto y estaba igual de sorprendido que los demás hombres que ya la tenían rodeada, estaban esperando saltarle encima para atraparla, pero se les escapó.
— ¿Qué acaba de pasar? — preguntó el asesino.
— Salto al vacío. — respondió otro que estaba a su lado.
— Hay que irnos antes de que la policía venga. — nadie iba a bajar por allí.
No supo cuánto rodó por el suelo, pero al final se estampó contra una enorme roca que la detuvo con un golpe seco que la hizo soltar un quejido escandaloso, con mucho esfuerzo pudo sentarse después de sentir como sus pulmones se habían quedado sin aire por unos segundos muy largos, posiblemente acababa de romperse unas cuantas costillas tras ese golpe; bajo la mirada y verse el cuerpo, estaba llena de tierra, ramas y cortes en todos lados, el labio inferior roto y la nariz también le estaba sangrando, pero al menos estaba con vida y podría encontrar la forma de salir de aquel lugar así fuera arrastrándose entre todos los árboles.
Pierre estaba en su oficina recibiendo llamadas y ocupándose de sus respectivas labores de oficina cuando recibió una llamada por parte de sus guardaespaldas que ya habían recibido la alerta de que su hija podría estar en peligro, el botón de pánico de una de sus hijas fue activado al medio día y no dudó en desplegar a su equipo de seguridad para que fueran a buscarla, pero lo que no esperaba es que no fuera la única que tuviera que pasar por lo mismo pues el botón de pánico de su hija mayor también se activó; Isabella llegó a casa con el pequeño Julien, el pequeño tenía una cita médica ese mismo día y su madre lo había llevado, la madre estaba en casa cuando comenzó a ver que los hombres de seguridad comenzaban a rodear la casa y la angustia fue grande pues ninguno le daba razón de lo que estaba pasando. Unos minutos después llegaron Amelie y Clara fuertemente custodiadas por un equipo de seguridad, ellas fueron sacadas de la universidad después de que hubiera una amenaza hacia Amelie, apenas le contaron a su madre, casi le da un infarto pues Mia todavía no había vuelto a casa y ya se había pasado del horario.
— Pierre ¿Qué pasa? — preguntó Isabella al verlo llegar a casa agitado.
— La alerta de atentado se activó por parte de Amelia ¿Están todas bien? — vio a sus hijas mayores.
— Falta la enana, Mia no está en su habitación y tampoco sus cosas del colegio, no ha vuelto y ya se le pasó la hora. — dijo Clara que acababa de bajar corriendo.
— Señor, Giovanni no responde y la alerta salió de su vehículo. — dijo un hombre alto y serio de canas en el cabello.
— ¡¿Dónde está mi niña?! — gritó Isabella entrando en mayor pánico.
— La vamos a encontrar señora, no se preocupe, se pudieron haber desviado al verse perseguidos. — aseguró el hombre esperando tranquilizar a la familia.
La llamada de la policía fue para poner a la casa Morrison en la histeria total, se confirmó que Giovanni estaba muerto y no había rastros de Mia por ningún lado en donde había ocurrido el accidente que no estaba muy lejos de ellos, aquel suceso fue un banquete para los medios amarillistas que se hicieron dueños de la noticia al segundo, comenzaron a publicarlas por todos los medios habidos y por haber sin importarles si ponían en peligro a la joven por todas las especulaciones que estaban haciendo. Ajena a todo el escándalo que se había formado por su desaparición, Mia iba caminando entre el bosque tratando de guiarse sólo por su instinto y por donde imaginaba debía seguir la carretera, logró llegar a un lugar donde podía subir escalando y así lo hizo, aunque casi cae un par de veces, cuando llego a la carretera vio a su alrededor sin saber muy bien donde estaba, no reconoció el lugar porque su estado mental no estaba en condiciones.
— Niña ¿Estás bien? — preguntó una viejecita que paseaba a su perro.
— Necesito llamar a mi mamá. — dijo Mia desplomándose en el suelo.
La señora corrió como pudo hacia ella y otra mujer que pasaba también se acercó para darle agua, dos horas caminando con el calor del pleno verano habían dejado a Mia al borde del desmayo y a eso se le sumaron todos los golpes que había recibido, pero su instinto de supervivencia estaba demasiado desarrollado como para dejarse caer en aquel lugar y es que todavía seguía pensando en que Giovanni iba a estar bien, que pudo haberse desmayado solamente, que al salir de ahí lo vería en el hospital, débil y mal herido, pero volvería a verlo. La ambulancia llegó y se la llevaron al hospital de emergencia avisando en el camino que habían encontrado a la hija de la familia Morrison, avisaron que no fue secuestrada como todos estaban jurando y que a pesar de estar herida ya se encontraba en buenas manos.
— ¿Dónde está mi hija? — Isabella hizo un escándalo en la sala de emergencia, corrió llevando a su hijo en brazos.
— Señora por favor cálmese. — una enfermera intentó calmarla porque su estado de agitación era muy grande.
— ¡Cállate, porque no es tu hija a la que casi matan es que puedes decirme eso! — la mujer casi se le va encima a la pobre enfermera que solo hacía su trabajo.
— Buscamos a Mia Morrison, tiene quince años y es nuestra hija, nos dijeron que la trajeron a este hospital, si no sabe nada por favor, llame a alguien que si sepa. — dijo Pierre manteniendo la calma lo mejor que podía y cargo a Julien porque el pequeño estaba asustado en brazos de su madre.
— Señores Morrison, síganme por favor. — un médico intervino calmando a los desesperados padres.
Los llevó a una habitación donde vieron a Mia dormida y con muchos cortes en sus brazos, rostro y piernas, tenía suero en su brazo izquierdo y parecía estar inconsciente aunque el médico les explicó que había tenido que darle un sedante para el dolor de cuerpo del que se quejaba, el corazón se les hizo pedazos al verla en ese estado y sobre todo cuando el médico les mostró las radiografías, tenía tres costillas del lado izquierdo fisuradas y cuatro del lado derecho fracturadas, por suerte fueron completamente cerradas y no iban a tener necesidad de llevarla a cirugía; el doctor se tomó el tiempo de explicarles cómo iba a ser el tiempo de recuperación, los medicamentos que iba a tener que tomar y cómo iban a tener que cuidarla, el hospital se llenó de agentes del servicio de seguridad francés porque no podían dejarla sola y es que corría el riesgo de que intentarán terminar el trabajo que comenzaron, Pierre estaba moviendo mar y tierra para que cuidaran de su familia al mismo tiempo de que trataba de comprender quién podría estar detrás de aquel acto terrorista en contra de su familia.
Mia abrió los ojos sintiendo el cuerpo pesado y con dolores en cada extremidad, las luces del lugar la dejaron ciega por unos segundos porque eran demasiado brillantes y cuando pudo enfocar su visión se dio cuenta de que estaba en una pulcra habitación pintada de blanco, eso provocó que todos los recuerdos llegaron a ella como un rayo devastador y sus ojos se volvieron a empañar con el recuerdo de Giovanni tirado en el suelo sin respiración, sin vida, sus ojos apagados y sin más expresión en el rostro, su mente divagaba entre que sobrevivió y entre que ella lo vio morir; se cubrió los ojos con el brazo y no pudo contener más las lágrimas, Pierre e Isabella entraron al cuarto unos minutos después, habían tenido que organizar a la seguridad para no dejar ningún espacio libre a que pudieran llegar a Mia, se preocuparon muchísimo por ver a su hija en aquel estado de histeria, llorando a mares mientras se retorcía en la camilla por el dolor de haber perdido a un ser amado.
— ¿Qué te duele cariño? — Isabella la tomó de la mano con suavidad.
— Dime que Giovanni está bien... — apartó el brazo y vio a sus padres que no sabían que decir — ¡Todo fue mi culpa, si no lo hubiera distraído con mis tonterías! — se cubrió el rostro de nuevo.
— Mia no fue tu culpa, los emboscaron y era imposible que se percatará de algo en ese lugar porque lo planearon muy bien, sabían su ruta, lo que importa es que tú estás viva mi amor. — Pierre se sentó al otro lado en la camilla para tomarle la otra mano.
— Papá, no vas a poder quitarme de la cabeza que fue mi culpa. — Mia se cubrió con la sábana hasta la cabeza.
— Lo importante es que tú estás viva cariño, ese era su trabajo, mantenerte con vida y su familia va a tener una buena compensación, pero lo que importa eres tú. — Isabella le puso la mano en el hombro y ella se encogió deseando que no la tocaran, sonaba cruel diciendo aquello, pero era su hija, era uno de sus mayores tesoros y solo le importaba ella.
— A costa de la vida de un inocente. — respondió Mia con la voz quebrada.
Ninguno de los dos pudo decirle nada después de escucharla hablar de esa manera, no era para menos y es que Mia se sentía culpable por haber ido jugando con él, impidiéndole prestar atención a todo lo que los rodeaba como era su trabajo y ahora el hombre estaba muerto, ella sola y quedaba un pequeño de cinco años en la orfandad, porque si, Giovanni tenía una esposa y un hijo de los que cuidaba responsablemente a pesar de estar con ella.
— Señores Morrison, necesito revisarla. — Mia escucho la voz de un médico y se quitó la sábana de la cabeza.
— Podría darle algo para el dolor, ya pasó el efecto de los sedantes. — dijo Isabella esperando que algo aliviara el llanto de Mia.
— No quiero nada para el dolor, me quiero ir a casa. — Mia se sentó con algo de dificultad y vio a la niñera entrar al cuarto llevando a Julien de la mano.
— ¡Mia! — el pequeño extendió los brazos hacia ella feliz de verla.
— Lo siento, no podremos darla de alta hasta asegurarnos de que este bien y que no desarrolle una hemorragia interna, además debe mantener reposo absoluto por las fisuras y fracturas en sus costillas, no debe cargar peso tampoco. — explicó el médico viéndola intentar inclinarse hacia un lado con deseos de levantar a su hermano.
— ¡Me importa un carajo! — Mia se rompió de nuevo — ¡Me quiero ir! — alzo la voz molesta.
— ¡Mia! — Isabella siempre le daba un golpe con el dorso de la mano cuando decía alguna grosería, pero no tuvo el valor de hacerlo, solo le acercó al niño, ellos dos tenían una conexión especial y siempre se daban compañía cuando lo necesitaban.
— Papá, sácame de aquí. — vio a Pierre con una mirada de súplica en sus ojos.
— Pasa la noche aquí, mañana yo mismo te llevaré a casa. — el hombre le dio un beso en la frente.
— Señor Morrison, la joven debería permanecer en el hospital por lo menos por cuatro días para asegurarnos de que sus heridas sanen bien. — dijo el médico.
— ¡Me emboscaron unos mafiosos, mataron a mi guardaespaldas, tuve que lanzarme de un barranco para que no me atraparan! ¿Qué tan seguro es este lugar para que no vengan por mí de nuevo? — las palabras de Mia hicieron que sus padres se pusieran blancos como el papel.
— Porque nosotros la estaremos custodiando. — entró un hombre de baja estatura, regordete y calvo.
— Detective Hernández. — Pierre le dio la mano en saludo por obligación.
— Al diablo todos ustedes. — Mia bajo de la camilla de un salto y casi se cae al suelo.
Isabella alcanzó a detenerla haciendo malabares con Julien en su otro brazo y hubo un forcejeo entre ambas porque no quería subir de nuevo a la camilla, Pierre la tomó de la cintura y la subió a la fuerza abrazándola para que se calmara un poco, no le costó mucho someterla siendo un hombre de metro ochenta contra su hija de un metro cincuenta y cinco, le faltaba un poco más de desarrollo físico, pero eso era parte de la edad y la adolescencia tardía.
— ¡Te quedarás aquí esta noche y mañana volverás a casa, pagaré a un médico que te atienda en casa, pero quiero estar seguro de que no tienes nada grave internamente! — dijo su padre con voz firme.
— Me gustaría hacerle unas preguntas. — dijo Hernández como si nada.
— Primero déjenme revisar a la joven y después le hace las preguntas, salga por favor. — el médico ya estaba fastidiado con el oficial porque había estado molestando desde que Mia llego.
El detective salió y por fin pudo examinarla, de milagro no tenía ninguna fractura expuesta y les costaba creer que hubiera saltado a un barranco, pero llego cubierta de tierra y ramas así que era posible, además Mia nunca fue una mentirosa y eso les constaba a sus padres. Cuando el médico terminó de revisarla se retiró y dejó que el otro hombre entrara al cuarto, ahí fue cuando Mia supo que era un investigador especial de la policía y el encargado de llevar su caso, ellos manejaban el caso como un intento de persuasión para que Pierre no presentará una reforma al código penal que afectaría directamente a las organizaciones que estaban en contra de la migración, desde hace algunos años aquello era un tema muy sensible y que debía tratarse con pinzas, secuestrar a Mia o Amelie era una forma de doblegarlo, pero los planes no funcionaron porque ambas escaparon.
— Podría decirme qué es lo que recuerda. — puso una grabadora sobre una mesita al lado de la camilla.
— Iba sentada detrás del asiento de Giovanni, íbamos hablando de una pelea con una chica y de la nada vi una camioneta impactar contra el lado contrario al mío, todo fue tan rápido, estaba sentada y después de cabeza sobre el techo. — dijo Mia viendo sus manos.
— ¿Dónde ocurrió esa pelea? — pregunto Hernández.
— En el colegio, una chica me tomó del cabello alegando que estaba coqueteando con su novio cuando yo ni sabía quién era el fulano. — alzó la vista hacia su padre.
— Es verdad, la directora me llamó después de que eso pasó y me puso queja de la reacción que tuvo Mia porque fue desmedida a su opinión. — confirmó Pierre.
— ¿Qué hiciste con la chica? — Hernández vio a Mia.
— La puse de rodillas frente a mí y le advertí que no volviera a tocarme, practico artes marciales mixtas. — relamió sus labios resecos y partidos.
— ¿Por qué menciono a las mafias? ¿Tienes relación con alguien que pertenezca a ellas? — la pregunta del investigador molesto a Isabella.
— ¿Insinúa que lo que pasó fue culpa de Mia? — se cruzó de brazos.
— Estaban armados, lucían trajes caros y tenían camionetas lujosas, no eran simples secuestradores y uno de ellos mencionó a un jefe, no se tiene que ser un investigador para saber ese tipo de cosas, solo hacen falta más de dos dedos de frente. — suspiró pesadamente, se molestó también.
— ¿Tiene enemigos señor Morrison? — vio al hombre y los cuatro de la familia se le quedaron viendo fijamente porque la pregunta fue estúpida.
— Soy uno de los diputados del parlamento francés, mi enfoque es internacional, claro que tengo muchos enemigos que no están de acuerdo con mi forma política de pensar, pero que yo sepa no tengo ninguna amenaza por parte de mafias. — se encogió de hombros tratando de no ser grosero con el oficial.
— ¿Algún otro hombre que quiera su lugar? — Pierre negó con la cabeza ¿Quién iba a querer su puesto cuando las elecciones estaban tan cerca? — Fue un ataque personal, querían secuestrar a su hija posiblemente para dinero o para sobornarlo de alguna manera, es probable que por sus reformas o solo por su dinero, pero deben colaborar para que la investigación avance rápido. — Hernández tomó un par de notas.
— Es ridículo que esos hombres quisieran dinero, uno de ellos usaba una cadena de oro y diamantes, otro tenía un reloj que cuesta más de lo que usted gana mensualmente. — Mia siempre había sido buena para recordar detalles.
— Si le mostrará unas fotos ¿Los reconocería? — Hernández la vio a los ojos.
— Trigueño de piel, musculoso, más alto que papá, cabello hasta los hombros de color azabache y amarrado en una coleta baja, nariz recta, ojos un poco rasgados e iris verdes o azules. — la descripción que dio fue muy precisa.
— Mañana llevaré una carpeta con fotos que tengan esas características... — Hernández tomó la grabadora y la apago — Espero que esté mejor señorita... — se arregló el saco que apenas se tocaba entre sí — Señores, pasen buena tarde. — se dio la vuelta y se fue.
Mia se acostó en la camilla de nuevo y volvió a cubrirse hasta la cabeza con la ligera sábana que tenía, ninguno de sus padres quiso decirle nada y ella se volvió a quedar dormida, no tuvo que recibir ningún sedante, pero si le dieron un coctel de analgésicos porque iba a sentir mucho dolor mientras continuaba pasando el tiempo. Los padres tenían a sus otras dos hijas en casa preocupadas y al menos uno de ellos debía volver para calmarlas, esa fue Isabella que se llevó a Julien a pesar de que el niño no quería dejar a su hermana y rompió el llanto agudo, Pierre se quedó con su hija para protegerla, para velar sus pesadillas a causa de lo que vio, fue un asesinato frente a sus ojos y eso iba a dejar una marca muy profunda en ella.
Cuando Mia volvió a abrir los ojos se dio cuenta de que estaba a oscuras y lo único que iluminaba la habitación era la luz que se colaba por la amplia ventana rectangular cuyas cortinas estaban abiertas, no tenía forma de saber qué horas eran y cuando se sentó en la camilla vio a su alrededor notando que estaba sola, las ganas de ir al baño la hicieron bajar de la camilla con mucha dificultad y tomó la barra de metal de donde colgaba el suero que apenas iba por la mitad, cojeando se dirigió hacia el baño y cuando entró encendió la luz que nuevamente la cegó por segundos. Hizo lo que tenía que hacer y mientras se lavaba las manos con cuidado de no mojar el catéter en el dorso de su mano derecha, se vio en el espejo que estaba frente a ella; tenía los ojos hinchados por haber estado llorando tanto, un corte atravesaba la mitad de su ceja derecha y otro más su labio inferior, raspones en su mejilla derecha y otro en su barbilla, sentía un poco de dolor en sus dientes frontales, muy seguramente se habría golpeado mientras rodaba por el acantilado.