Tres fueron a pedir el puesto y solo una podrá quedárselo

1040 Words
Perséfone tuvo suerte al encontrar un departamento donde se le permitiera cultivar sus plantas. Además, de tener un enorme patio para ella sola. Se cambió de ropa y se puso las prendas mas adecuadas para emprender su jardinería. Le gustaba eso, pero sus padres insistieron que estudiara otra carrera que le rindiera frutos a futuro. En su pueblo sus padres y ella vivían a las afueras de la ciudad porque la complacieron, a Perséfone no le gustaba vivir en un lugar sin flores. En el campo tenían una hacienda rodeada de flores que ella sembraba con mucho cariño y ahora hace lo mismo en el jardín mientras espera la llamada de la empresa de Hades. … Hades estaba sentado en su silla mirando la ciudad, tratando de dar una explicación a la llegada de Perséfone, estaban alejados a miles y miles de metros ¿Cómo dio con él habiendo más empresas que la contratarían sin pensarlo dos veces? Definitivamente el destino le dio una mala jugada. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Caronto entró en su oficina y sé puso frente a él, atento ante cualquier orden que Hades pueda darle. - ¿La viste? – preguntó Hades cuando lo sintió. - Sí, amo Hades. – respondió Caronto. - ¿Qué hago con ella? ¿La alejó de su presencia? Hades se quedó pensando por un momento, la idea de alejarla era tentadora, pero estaba intrigado y algo curioso. Se puso de pie, tomó las tres carpetas en sus manos y empezó a caminar para la salida, Caronto fue tras él en cuanto su amo empezó a caminar. Con la ayuda de su chofer, Hades entró en el coche y se fueron de la empresa para ir a su mansión. Era un lugar alejado, ocupaba colores pálidos y no había ninguna flor o rosas sembradas en el desiértico jardín, todo era tierra seca y árboles muertos, dando un escenario similar al inframundo. La razón por la que mandó a construir ahí su mansión, no era porque estaba en la mejor zona y estaba alejada de todo ruido o de las personas, todo lo contrario, ahí tenía una conexión con su reino, y como rey tenía deberes que cumplir. A pasos grandes entró al despacho, se sentó en su fino y cómodo sillón, se sirvió algo de Ron, lo bebió y le dijo a Caronto. - Veamos que dice la suerte. – tomó las carpetas y volvió a decir. – tres fueron a pedir el puesto y sólo una podrá quedárselo. Yo no lo voy a decidir. - señaló a su más leal chofer. - lo harás tú, vijo y anciano Caronto. - ¿Cómo haré eso, amo? – preguntó él curioso de sus palabras. Siempre serio e incapaz de mostrar emociones. Hades sonrió, algo que lo caracterizaba era su sarcasmo e ironía. Todos sus sonrisas eran irónicas, jamás lo hacia porque estaba algo bien, era una forma de burlarse de los demás y creerse superior. - Yo, doy vueltas y vueltas a las carpetas, y tú mi viejo y anciano Caronto, vas a tomar una. – Caronto asentó su mirada e iba a tomar una carpeta cuando Hades empezó el juego. – aguarda. - dijo Hades muy rápido. - tenemos que cerrar los ojos y no me lo dirás hasta que la llames, con eso no hay marcha atrás y ella estará contratada, ahora todo es cuestión de suerte. Hades empezó a barajear las carpetas nuevamente, mientras ambos tenían sus ojos sellados para no ver a la dichosa quien sería la asistente de Hades. - Toma una y recuerda no decirme el nombre hasta que la llames. – volvió a decir Hades aún con los ojos cerrados cuando terminó de hacerlo. Respiraba una y otra vez curioso por saber el resultado. Caronto tomó una de las carpetas con mucho cuidado, abrió los ojos y leyó el nombre. Hades todavía continuaba respirando intranquilo, acomodaba su corbata por la falta de aire. Caronto caminó hacia el teléfono y fingiendo la voz de la secretaria empezó a marcar el número. El timbre sonó, ella salió de la ducha después de haberse bañado en el lodo por estar sembrando sus bellas semillas de flores. Con la toalla enredada en su cuerpo desnudo fue a contestar. - Bueno. – dijo tranquila, con la esperanza que fuera alguien de la empresa Hades. - Señorita Perséfone Davis. – dijo Caronto con voz de mujer y Hades abrió sus ojos de inmediato y respiró muy fuerte al escuchar su nombre. – Felicidades, el puesto como asistente de Hades es suyo, puede empezar el lunes, la esperamos. Perséfone tapó sus labios con las manos para no dar un fuerte grito. El trabajo era suyo y ya empezaría a trabajar, estaba emocionada que saltaba de la alegría. - Gracias. – dijo feliz y colgaron la llamada. - Listo, amo Hades. – dijo Caronto habiendo obedecido su orden como él se lo dijo. Hades se quedó inmóvil y pensaba en como alejar a Perséfone, tenerla tan cerca ¿Iba a ayudar? Por su puesto. Molestaría a Perséfone con trabajos absurdos, la daría las peores tareas, con eso ella huiría y así en su siguiente vida lo pensaría dos veces antes de ir donde él. Era un plan brillante, el mejor que se le pudo ocurrir. Él era su propio destino ¿Qué podría salir mal? - Mi anciano y viejo Caronto. - dijo Hades volviendo a sentarse en su sillón. - ¿Qué trabajos no les gusta a las mujeres? - en su rostro se formó una enorme sonrisa de malicia. - Amo Hades, yo soy inexperto con las mujeres. - respondió Caronto. - después de mucho tiempo de vivir aquí y de servirle, apenas las entiendo. Pero usted a salido con muchas mujeres, tal vez alguna de ellas no le gustó algo que la habrá hecho. - Lo dudo. - dijo Hades pensante. - Todas se han vuelto loquitas después de nuestros encuentros candentes, siempre pidiendo más, se vuelven acosadoras que hasta has tenido que intervenir para alejarlas de mi lado. - cruzó sus piernas y volvió a decir con una sonrisa demoníaca teniendo una brillante idea. - Perséfone odia que la subestimen, haré de su vida un completo infierno.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD