Entre a la fuerza

1172 Words
“En el inframundo se encontraba Hades algo aburrido, jugaba con su pelota y la lanzaba a la pared de piedra y esta regresaba a él. Ya había dado un recorrido por todo el tártaro, ya había hecho sufrir a los condenados ¿Qué más podía hacer? Era su rutina diaria, le encantaba, pero ahora se su cuerpo a caído en la más profunda pereza dentro de su propio reino. De repente escucha una hermosa melodía en la superficie, curioso por saber a quién le pertenece la entonación, manda con Caronto a reglar su coche, él obedece fielmente y prepara el carruaje para su amo. Un coche hecho de un material resistente como el diamante de color n***o y jalado por dos caballos negros de ojos rojos que se preparan para la salida. Hades busca aquella voz y se encuentra con las más bellas de las deidades cantando en medio de las flores, decide quedarse a observar sin entender el por qué lo hacía, lo único que sentía en aquel momento, era a su duro corazón como una roca, latir con gran fuerza. Perséfone la Diosa de la vegetación y la vida, le cantaba a sus flores y plantas, con el rabillo de sus ojos se dio cuenta de que estaba siendo espiada por un ente que tenía ropas completamente negras y el aura que emitía se podría decir que era de un color violeta o tal vez verde oscuro. - ¿Por qué no vienes a mí? – le preguntó con su melodiosa voz. - ¿Acaso me tienes miedo? – volvió a preguntar sonriendo. Hades se queda con la boca abierta por sus palabras. ¿Él, el Dios del inframundo sentir miedo? No. Salió de su escondite y fue donde ella muy tranquilo y al mismo tiempo con su semblante serio. - No me gustan las flores. – dijo con una voz ronca y profunda, donde mil almas condenadas habían sido testigo de su crueldad. Después caminó un poco más hasta darle la espalda mirando el Oeste, donde el sol amanezca con esconderse poco a poco. Perséfone sonrió curiosa, había escuchado de él por las demás diosas, deidades y ninfas, calificándolo como el peor de los peores dioses. A ella no le pareció ver eso, era un Dios muy bello, incluso más que el resto, era misterioso y hasta curioso. De melena larga, ojos negros, rasgos finos, nariz perfilada, labios gruesos, piel blanca, alto y de buen cuerpo. Se acercó a él y le dijo, mientras extendía su mano. - Soy Perséfone. Hades se quedó mirando aquella mano vacía, se la iba a dar, pero se detuvo en poco centímetros de hacerlo. - No puedo. – dijo alejándose. – todo lo que topo se muere. Perséfone vio el camino que Hades había dado sus pasos y era cierto, las flores estaban marchitas en cuanto Hades las topó con su pie descalzo. - Pudo arreglar eso. – dijo positiva y fue por una cáscara de árbol. – sube sobre esto. – ordenó y Hades por primera vez obedecía a alguien. Perséfone puso sus manos sobre la tierra marchitar y después empezó a cantar, y como lo tenía planeado las flores volvieron a la vida. – si piensan de forma negativa seguirás matando, yo te esperaré hasta que estés dispuesto a tocarme. – dijo Perséfone con una enorme sonrisa con la esperanza de que Hades puede estrechar su mano o incluso abrazarla. Hades torció los ojos por sus palabras ¿Pensar de manera positiva? Claro, después sembraría flores en el inframundo y les daría un pícnic a los condenados junto con un masaje para que se sientan en una cueva de cinco estrellas, pensó. Dejó de verla y se fue del lugar, dejando nuevamente un camino marchito”. - Soy Perséfone. – volvió a decir ella todavía con su mano extendida esperando una reacción de Hades que se había quedado inmóvil ante Perséfone, era como si estuviera desconectado de este mundo. Desde que lo vio, sintió una gran atracción inexplicable hacia él y estaba curiosa por saber más de Hades. Su corazón empezó a latir más de lo normal y eso sí que era extraño para ella. Hades movió su cabeza, parpadeo un par de veces, viendo a Perséfone la tomó de los hombros hasta tocar la pared y acorralarla. - ¡¿Quién te dejó entrar? ¿Por qué has venido?! – preguntó molesto. Sus palabras fueron un gran golpe, haciendo que su actitud asuste a Perséfone. - Entré a la fuerza. – respondió ella protegiendo a la secretaria. – no fue mi intención molestarlo, me iré de inmediato. – cerró sus ojos para no ver sus ojos, esos ojos negros que por poco echaban fuego. Hades vio miedo en Perséfone y la soltó sin quitar su mirada. ¿Qué hacía ahí? Tantos siglos ignorándola y ahora está frente a ella, el destino no existía, él era su propio destino, Hades hacia sus propios caminos y formaba su futuro y en su futuro no estaba ella, no estaba Perséfone ¿En qué falló? Perséfone dejó de verlo y empezó a caminar para la salida, sólo había ido con la esperanza de buscar trabajo y por poco la mata del susto. - Espera. – dijo Hades antes que ella saliera por completo. – todavía no te he hecho la entrevista. ¿Estaba rompiendo su regla? Sí y él no lo podía creer. Perséfone dudó un poco, se llevó un tremendo susto, respiró, se dio la vuelta y fue para su entrevista. - Dame tu carpeta. – dijo Hades en tono autoritario. – Perséfone Davis. – Leyó su nombre en voz alta, haciendo que la piel de Perséfone se erizada al mencionar su nombre salir de los labios de Hades. En toda la línea del tiempo ella tenía diferentes apellidos, pero siempre su nombre permanecía. – amante de la jardinería, te graduaste con honores de la universidad en la carrera de administración y tienes experiencias de asistente. - Así es señor. – respondió ella, afirmando la lectura de Hades. Sus verdes ojos lo seguían, trataba de darle una explicación del por qué Hades lograba que su loco corazón latiera de una manera despampanante, como si en ella surgiera algún tipo de temblor por todo su cuerpo. - Interesante. – dejó de leer y volvió a decir, sin la necesidad de verla a los ojos – Te llamaremos para decirte si estás contratada o no. Retírate. - con sus manos le enseñó la puerta. Perséfone asentó su mirada y se puso de pie para marcharse, Hades la vio irse, seguía siendo tan bella y curiosa como la recordaba. De pronto su mente se llenó de preguntas ¿Estaba haciendo una locura? Tal vez. Tenía muchos años sin verla, la quería lejos y a la vez cerca de él. - ¿Todo bien ahí a dentro? – preguntó la secretaria cuando vio a Perséfone salir casi traumada de la entrevista. - Sí. – dijo ella respirando al fin tranquila y se marchó del lugar.
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