[GAEL]
No puedo con la idea de que ella quiera divorciarse de mí. Puede que sea masoquista, puede que sea mi manera de vengarme por lo que me ha hecho, o puede simplemente ser este corazón idiota que no entiende razón alguna de que todo lo que teníamos ha terminado aquella noche que vi a Pedro haciéndole el amor a quien sería mi esposa al día siguiente.
Siento tanta rabia, tanto rencor... tristeza... y a la vez culpa... Cierro los ojos y me veo a mi en la cama con Pamela y le veo a ella reclamándome el haber estado con otra...
«¿Por qué siento culpa si ella me ha hecho lo mismo?»
Sacudo mi cabeza de un lado a otro intentando quitar todos estos pensamientos mientras le espero dentro del auto a que salga de su oficina para ir al doctor.
—Suficiente Gael. Ella no merece nada de ti y lo sabes bien, ¿no ha sido suficiente verle en la cama con otro?, ¿acaso necesitas verle de nuevo con otro tío en la cama?— Me pregunto a mí mismo mirándome en el espejo retrovisor, pero mi vista periférica me hace saber que ella ha salido del edificio y al verle mi corazón late como un idiota que se ha olvidado de todo.
Cada vez que le veo me descontrolo por completo. No sé si es su cabello largo que se mueve con la brisa, no sé si son sus ojazos verdes, su piel caramelo, o quizás que el embarazo le ha sentado de maravilla. Solo sé que se ve divina con ese vestido blanco y que muero por dejar mi orgullo de hombre a un lado y perdonarle, pero no puedo.
—Ábreme— le escucho decir, mientras golpea suavemente el cristal de mi auto. Rápidamente quito el seguro y ella, abre la puerta para subirse.
Nos miramos el uno al otro, pero ninguno de los dos dice palabra alguna. Solo comienzo a conducir hacia la clínica e inevitablemente le veo de reojo intentando adivinar lo que piensa.
—Que sepas que no te daré el divorcio— digo finalmente rompiendo el silencio y sigo conduciendo.
—Si es por tus hijos, les podrás ver cuando quieras, pero no veo el punto a que estemos casados si esto a lo que menos se parece es a un matrimonio. Lo que estamos viviendo es un infierno— expresa con rabia.
—Yo si le veo el punto— rebato firme.
—¿Y cuál es según tú?— Cuestiona con el mismo tono de voz.
—No te dejaré ir con tu amante. Mis hijos no serán criados por nadie más.— Digo y le miro por un instante para luego regresar mi mirada a la carretera.
—¿Y tú sí puedes irte con tu amante cuando quieras?, ¿cómo se llama?, ¿acaso es tu ex Delfina?, ¿o es otra estúpida como yo que cayó en tu juego de sexo sin ser nada?— Cuestiona llena de ira.
—Si tú tienes un amante, yo puedo tener una también. Creo que no nos debemos muchas explicaciones, ¿acaso me las has dado cuando decidiste follar en nuestra cama con el imbécil de tu ex?— Arremeto.
—¿Acaso me has dejado hablar de aquella noche?— Me pregunta y nuevamente está llorando.
—Ya es suficiente con tu teatro, no necesitas seguir llorando ¿no te cansas? — Cuestiono y afortunadamente nuestra conversación llega a un fin ya que hemos llegado a la clínica. –Por último, no necesito ninguna explicación. El verle a él moviéndose dentro de ti es la imagen más explícita y asquerosa que he visto en mi vida. Ahora, simplemente seca esas lágrimas y vayamos a la cita con el doctor.— Concluyo lo suficientemente enfadado como para ni siquiera pensar en nada más que no sea el dolor que sigo sintiendo desde aquel día.
Bajo del auto y sin esperarla camino hacia la clínica como lo hago en cada revisión mensual que tiene. —Buenas tardes — me saluda la recepcionista que ya sabe perfectamente a qué venimos.
—Buenas tardes.— Me limito a decir y cuando estoy por ir a la sala privada donde siempre esperamos; ella entra y saluda también.
—Buenas tardes Serena.— Le saluda amablemente la recepcionista—¡Qué guapa te ves!.— Le halaga –El Dr. Ramirez quiere hablar contigo antes de irte.— Le explica y no entiendo nada.
—¿Quién es el Dr. Ramirez?— Cuestiono interrumpiendo y ambas se me quedan mirando —Creía que tu doctor era el Dr. Insua.— Comento.
—Es una interconsulta que he hecho. — Explica ella y mira a la recepcionista —¿Puedo hablar con él ahora?— Cuestiona.
—Sí, ya le digo que estás aquí. — Explica.
Estamos los dos en absoluto silencio caminando hacia la sala de espera y al parecer ella no me dirá nada de lo que sucede —¿Explicaras qué ocurre? ¿Acaso hay algo malo con mis hijos? — Pregunto y esta vez sí que estoy preocupado.
—Ya te lo he dicho, es una interconsulta. — Repite.
Quisiera seguir indagando, pero un hombre alto de cabello n***o y de unos 40 años aproximadamente entra a la sala y se acerca a saludarle —Hola Serena, ¿Cómo te sientes? — Le pregunta y luego me mira. —¿Tu eres el famoso Gael Martí?— Me pregunta y asiento.
—Sí, ¿y usted es?— Pregunto confundido.
—El doctor Alberto Ramirez, director del departamento de cardiología fetal. — Me explica y me ofrece su mano.
—¿Cardiología fetal?, ¿qué significa esto?, ¿sucede algo malo con mis hijos? — Pregunto totalmente desorientado y asustado.
Puedo notar como se miran entre ellos y en estos momentos que me doy cuenta que hay algo de lo que no me he enterado. —¿No lo sabe?— Le pregunta a ella.
—¿El qué? ¡¿Hablen ya por favor?!— Exijo.
—Gael, déjame hablar con él a solas.— Me pide e intenta irse con él, pero la sujeto del brazo y la detengo.
—Son mis hijos, de aquí no te vas a ninguna parte si no voy yo.— Digo firme y ambos se quedan mirando.
—¿Quieres que venga?— Le pregunta el doctor y ella encoge sus hombros. –Síganme.— Nos pide y simplemente seguimos sus pasos hasta llegar a uno de los consultorios. Cierra la puerta detrás de nosotros, y de inmediato ella se sienta en una de las sillas que hay allí y yo repito su acción en la otra silla. El doctor se sienta en su puesto detrás de su escritorio y yo siento que me voy a morir si le sigue dando vueltas al asunto.
—¿Me explicara qué sucede?— Presiono.
—Él me ignora y le mira a ella. Serena, debo hacerte un nuevo estudio. — Le explica y hace una pausa —La droga que te han suministrado podría afectar el desarrollo de los corazones de los bebés; tendremos que monitorearlos más de cerca para poder prevenir cualquier tipo de problema cardíaco antes del nacimiento. — Comenta y no entiendo nada de lo que habla.
—¿Qué? ¿De qué droga está hablando? — Pregunto alarmado y la miro a ella quien está al borde del llanto. —¿Tú te drogas?, ¿has consumido drogas durante el embarazo? — Le reclamo.
—Gael. — Dice el doctor y debo mirarle —¿Acaso tu no lo sabes?— Me pregunta.
—¿Qué cosa?— Pregunto totalmente confundido.
Él hace una pausa y me mira fijamente –A tu esposa la han drogado para violarla. De milagro no ha sufrido un aborto espontaneo a causa de la fuerte dosis que le han dado.— Me dice y en este preciso instante siento que todo el mundo se ha puesto en pausa mientras que las imágenes de lo que vi aquella noche regresan a mi mente una y otra vez...
«¿La estaba violando y yo vi como lo hacía y no hice nada?» No... es que no puede ser...
Siento que todo mi interior se está rompiendo en mil pedazos, intento reaccionar y no puedo...Mi respiración se ha detenido por un momento y solo un fuerte golpe me hace reaccionar.
Miro a mi alrededor y ella no está. —¡Serena!— Exclamo e intento ponerme de pie para ir detrás de ella, pero alguien me detiene sujetándome del brazo.
—Déjala... Necesita estar sola... ¿de verdad no lo sabías?— Me pregunta el doctor y niego.
—Yo lo vi... creí que estaba siéndome infiel... es que...— Intento decir, pero me dejo caer al suelo de rodillas mientras que mi rostro se convierte en un mar de lágrimas que no soy capaz de detener.
Esto tiene que ser una pesadilla...No puede ser real...