Salvando Nuestro Amor

6. Miedo

[GAEL]

—Doctor Ramírez, la paciente se ha encerrado en el baño y no quiere salir de allí. No nos contesta, no abre la puerta.— Explica una enfermera que acaba de entrar al consultorio.

Le miro mientras quitó las lágrimas de mis ojos y me levanto de la silla —¿Dónde queda el baño?— Consigo preguntar.

—Al fondo del pasillo.— Me indica y de inmediato salgo del consultorio para ir hacia allí. —¡Serena, abre por favor!— Le pido mientras golpeo la puerta. Lo repito una, dos… cuatro... cinco veces, pero no obtengo respuesta.

—Señor, por favor hágase a un lado.— Me pide un hombre mayor que se acerca a la puerta con unas herramientas en sus manos.

Rápidamente hago lo que me pide y son pocos los minutos que él tarda en abrir la puerta. —¡Serena!— Exclamo al verle tirada en el suelo. Me agacho a su lado intentando saber si está bien o no, pero los doctores Ramírez e Insua rápidamente me piden que me haga a un lado y comienzan a revisarla.

—Su presión arterial está baja.— Explica el Dr. Insua. —Traigan una camilla.— Pide a unas enfermeras que observan la situación.

—Por favor, dígame que ella y mis hijos estarán bien.— Les pido levantándome del suelo para salir del baño y que ellos puedan hacer su trabajo.

—Haremos todo lo que podamos Gael, pero necesitamos revisarla, y hacerle un ultrasonido urgente. No sabemos si el golpe haya podido hacerle daño a los bebes.— Me explica el doctor Ramirez y creo estar viviendo una segunda parte de mi pesadilla.

Observo como la levantan del suelo, la suben a la camilla y sin más se la llevan con urgencia a uno de los consultorios. Los sigo y al entrar me quedo observando con detenimiento cada movimiento que hacen, no lo puedo creer... «¿Qué he hecho?» Me pregunto una y otra vez...

—¿Cómo están doctor?— Pregunto cuando ninguno de los dos dicen nada.

—Su presión sanguínea está muy baja, ¿Sabes si se ha alimentado bien estos últimos días?— Me pregunta y a decir verdad no tengo ni idea, apenas le he estado prestando atención a lo que ella hacía.

—No lo sé, he estado de viaje.— Me justifico y es que en parte es cierto. He estado lejos de casa y casi ni la he llamado.

Cada recuerdo de lo que he hecho en estos meses parece ser un castigo ahora. Si tan solo la hubiese dejado hablar ¿Cuántas veces lo ha intentado? ¿Cuántas veces no le deje continuar?

El doctor Ramírez me mira con desaprobación y sé que debe estar pensando qué clase de esposo soy que no he estado al tanto de mi esposa durante este tiempo, y mucho peor aún... ¿Cómo no sabía de lo que en realidad le había sucedido?

—Haremos un estudio de sangre urgentemente. Creo que está anémica. — Le explica el doctor Insua al doctor Ramírez y hace espacio para que una de las enfermeras haga su trabajo mientras ellos preparan el equipo para hacer el ultrasonido.

Todo esto no puede ser verdad... Quisiera despertarme y estar nuevamente en aquel yate celebrando su cumpleaños. Quisiera arrancar todo nuevamente desde ese momento y haber ido con ella a esa presentación, quisiera que nada de lo que le sucedió fuese verdad... Mucho más quisiera no haber sido tan hijo de puta de haberla tratado como lo vengo haciendo hasta ahora.

—¿Por qué no despierta, doctor?— Pregunto entre lágrimas en medio de mi dolor.

—Está muy débil.— Explica el doctor Ramírez mientras que el doctor Insua mueve el ecógrafo.

—Doctor. — Dice alarmado el doctor Ramírez —Está sangrando.— Declara y de inmediato ambos comienzan a moverse rápidamente. —Está teniendo una pérdida. — Alerta.

Puedo escuchar todo lo que indican el uno al otro hasta que una de las enfermeras me hace salir a la fuerza del consultorio. Tengo miedo, demasiado miedo... ¿Y si los pierdo a los tres?

Apoyo mi espalda contra la pared del pasillo y me dejo caer sentándome en el suelo. Mis codos están apoyados sobre mis rodillas y mis manos sostienen mi cabeza. Intento entender todo lo que estoy viviendo en estos momentos, pero no puedo... es demasiado fuerte...

Es inexplicable como pasamos de ser tan felices a estar así. Yo creía que su engaño fue quien había matado nuestro amor, pero en realidad era yo quien lo estaba matando de una manera tortuosa y llena de agonía.

«¿Cómo he sido capaz de todo esto? ¿Cómo la he podido dañar si le amaba tanto?»

Observo como una de las enfermeras viene corriendo con un concentrado de sangre y de manera inmediata mi corazón parece detenerse. —Mi amor...— Digo entre lágrimas.

[...]

No sé si llevo horas o minutos aquí. No sé si afuera es de día o es de noche... Solo sé que la puerta del consultorio se abre y es el doctor Ramírez quien sale. —Doctor, ¿Cómo estan ella y mis hijos?— Pregunto levantándome del suelo.

—Ya está estable y afortunadamente los bebés no han sufrido ningún daño. Le hemos tenido que practicar una transfusión, algo que normalmente no haríamos durante un embarazo, pero era eso o perderla.—

—Pero, ella estaba sangrando...— Intento entender.

—Era una perdida normal a causa del embarazo; esas cosas suelen suceder. Lo que ha ocurrido en el caso de Serena es que ella ya estaba muy débil. Estaba anémica y eso no le hace bien ni a ella ni a los bebés. Supongo que es normal que esté en un estado de depresión por lo que le ha ocurrido, pero si usted quiere que ella y sus hijos estén bien, deberá asegurarse de que se alimente como es debido. Le daré un suplemento de hierro también para que mantenga el nivel de los glóbulos rojos, pero de verdad le digo ella no puede volver a sufrir un episodio así.—

—¿Podrá ir a casa?— Pregunto extremadamente preocupado.

—Si, pero deberá regresar en una semana para que le practique otro estudio.—

—De acuerdo, ¿ya despertó? ¿Puedo pasar a verla?—

—Ha despertado, pero no quiere verte ahora. Ha dicho que la esperes en el auto.— Me explica.

—Esta bien...— Me limito a responder y no me queda más que asentir y darme la media vuelta.

«¿Cómo se supone que puedo deshacerme de todo lo que he hecho? ¿Cómo curo las heridas que yo mismo he provocado?»

No sé que hacer, como seguir, y mucho menos sé como poder acercarme a ella para que hablemos y pedirle perdón... Ni siquiera sé si me perdone; esa es la verdad.