Al amanecer Rosalie se cercioró de que la herida del jovencito no fuera de gravedad, necesitaba revisarlo durante el día, y aprovechando la luz del sol en la mañana se encargaba de curarlo recordando todo lo sucedido en el castillo.
Con una mirada llena de tristeza, limpiaba la herida.
— No se preocupe jefe, me he dado golpes más fuertes. Respondió el adolescente restándole importancia a la herida abierta en su cabeza.
— Lo siento muchísimo… Sollozó.
Sintiendo unas gotas caerle en la frente, levantó la mirada topandose con los ojos verdes cristalinos de la joven.
— Jefe… Susurró.
— Perdóname Mamá… Dijo enterrando las uñas en la hierba.
Contemplandola entendió que esa pintura había representado algo muy especial para ella, era como ver a otro mundo para encontrarse con su madre.
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