Su mano estaba envuelta calidamente por la del apuesto príncipe del Este, parecían dos niños escapandose de sus padres luego hacer travesuras. Entre risas cayeron sobre el pasto verde, estallando en carcajadas y con la mirada al cielo. Rosalie se quitó el casco acomodándose sobre el pecho de Gareth, podía escuchar sus latidos, mientras él le acariciaba el rostro. — ¿Se siente comoda? —preguntó él. — Muy comoda. — Respondió pasando su brazo sobre el joven de ojos azules. — Me encantaría estar siempre así, su presencia no solo me relaja, me da la libertad de alejarme de todos los problemas que nos enfrentamos a diario. — ¿Problemas? Se incorporó mirandolo con preocupación. — No es algo que no ocurra siempre, pero es agotador. — Se a que se refiere, aveces las peleas en el puebl