CAPITULO 2: « Christopher Cooper »
~Kiara~
Mi primer día trabajando como asistente del hermano de Damián estaba resultando horrible y eso que ni siquiera lo había conocido aún. Le prometí a Damián que trabajaría para él en su empresa para así poderle pagar el dinero que me ha prestado, porque si, lo he tomado como un préstamo y no como un regalo. Ya mucho me ha dado y quiero recompensarlo de esta manera.
Ahora Kora, mi hermana, está internada en uno de los mejores hospitales mentales de la ciudad en donde la van a cuidar y darle los cuidados necesarios para ayudarla con su adicción.
Enciendo la fotocopiadora porque se me ha dicho muy claramente que debía hacer unas copias de algunos contratos o algo así... No entiendo nada estos documentos.
Al tiempo que voy esperando que la fotocopiadora me entregue todas las hojas, lleno una taza de café oscuro y el cual había hervido un poco de más.
Lo que me tenía nerviosa, era el hecho de que Damián me había dicho el día de ayer sobre su hermano y que era un hombre un poco difícil de tratar, así que ahora estoy trabajando bajo presión rogando por hacer todo bien para agradar al hermano de mi ángel y no quedar mal ante nadie. Había mucho que reponer, no pensaba perder mi trabajo así tan de repente por el miedo
—Mi hermano es bastante... Peculiar —me había dicho Damián —, odia que lleguen tarde y siempre debe tener su café a primera hora de la mañana, odia que este muy caliente, pero es peor si está frío.
¿En serio? Ruedo mis ojos al recordar aquello, seguramente ese hombre tenía un termómetro consigo para saber si tenía la temperatura ideal.
—No hables si él no te lo pide y siempre llámalo señor —intenté no rodar mis ojos frente a Damián, pero vaya... Su hermano parece que es un completo narzicista.
Aún así yo había asentido y prometido que cumpliría todo lo que él me dijera, trabajar acá no era ni la cuarta forma de poder agradecerle lo que ha hecho por mí, es que realmente él no tiene una idea de que ha salvado mi vida. Realmente lo ha hecho, Damián Cooper para mí es el hombre más generoso y bueno de todo mundo.
Pero su hermano es un completo imbécil.
Salí de mis recuerdos de lo hablado con Damián al escuchar como la fotocopiadora pitaba anunciando que se había quedado sin papel para seguir su trabajo y al mismo tiempo vi por el rabillo de mi ojo como la cafetera humeaba como si se tratara de un tren.
—¡Mierda! —desconecté la cafetera con rapidez y traté de airear el humo con una carpeta, olía a quemado.
El café —ya hervido—, había terminado totalmente quemado ¿Acaso eso era posible?
Tomé la taza y vacíe el contenido del café en un vaso de cartón, de verdad olía asquerosamente horrible, pero al ver el reloj supe que ya no había nada que hacer, Damián Cooper estaba a punto de llegar y el café aún no estaba en su mesa, no quiero ser despedida el primer día de trabajo.
Tal vez... Solo tal vez, él no sintiera el olor ni sabor a quemado.
Esperaba que ninguna persona se acercara a este lugar para no ver la tragedia que yo estaba haciendo, organice las hojas que habían salido y tomé el café para salir corriendo directo a la oficina que en un gran rótulo dorado se podía leer con claridad Damián Cooper presidente general.
Yo ya había estado acá hace pocos minutos recogiendo todo y también las hojas que debía fotocopiar, por eso ya había visto que una de las paredes estaba repleta de cuadros enmarcando diplomas, habían por lo menos unos diez mal contados. Todo relacionado con la abogacía y de las mejores universidades del país e incluso una alemana.
Mientras me acercaba con rapidez a la oficina, pude ver la espalda ancha de Damián y suspiré con alegría, me había dicho que no llegaría a la empresa hasta después de las doce del medio día, pero acá estaba, seguramente quería saber cómo estaba llevando mi primer día. Con él ya podía relajarme un poco así que a paso rápido comencé a suspirar para calmar mi respiración.
Antes de poder llegar, una mujer de cabello rojo se me atravesó en el camino haciendo que me detuviera de golpe y por poco el asqueroso café caía sobre ambas.
—¡Cuidado! —exclamé alterada mirando a la mujer con los ojos entrecerrados —, casi haces que tengamos un accidente con el café.
—Cuidado tu —me siseo con irritación —, al señor Cooper no le gusta que hagan ruido al caminar y tus tacones —dijo eso último con desprecio mirando hacia mis pies y haciendo una mueca —se escuchan hasta el piso de abajo.
—Vale, lo siento —me disculpe, eso no lo sabía, pero él aún no estaba acá y ella casi me hace tener un accidente solo porque si.
La mujer se fue antes de que yo pudiera preguntar su nombre así que yo seguí con mi camino y una pequeña molestia en mi pecho, al parecer la única buena persona de todo este lugar es Damián.
Seguí mi camino entrando a la oficina.
—Creí que habías dicho que venías a la oficina después del medio día. —Le dije a Damián a modo de saludo.
Me acerco por su lado derecho y me pongo en puntas para darle un beso en la mejilla, siento un poco de barba rozar mis labios, así que se la ha dejado crecer un poco.
Organizo las hojas sobre el escritorio y dejo el café, pero pasados unos minutos en los que no escucho la voz de él, decido mirarlo.
—¿Esta todo bien? —veo que tiene el ceño un poco fruncido y está más serio de lo normal, pero en general sigue siendo el mismo guapo hombre que me ha sacado del infierno.
Aparte de tener la barba un poco larga, también su cabello estaba un poco diferente y se notaba más alto y eso que hoy estoy usando tacones.
Él me estaba mirando con seriedad y no podía entender porque parecía tan serio, desde que lo conocí siempre me ha mirado con ternura y amabilidad, pero no puedo ver en sus ojos aquellas dos emociones, me miraba tan profundamente que podía sentir que él en algún momento pudiera llegar a traspasar mis ojos y llegar hasta mi alma.
¿Por qué hoy parecía tan raro?
Se veía como si estuviera un poco molesto, tal vez no se ha levantado con el pie derecho o algo ha pasado para estar acá tan temprano cuando dijo que llegaría más tarde...
—Oye, de verdad me estas comenzando a preocupar —camino hacia él y tomo entre mis manos su rostro para poder ver realmente que es lo que le sucede. —¿Tienes algún problema en el que pueda ayudarte? —susurro con suavidad..
Él continuó mirándome desde su altura sin decir palabra alguna, pasados unos segundos desvío su mirada y la posó sobre el vaso de café.
—¿Para mi? —pregunto y me alejé de él mirando el café divertida, negué con mi cabeza.
—Es para tu hermano —comenté soltando una pequeña risa —, aunque se me ha quemado un poco —confesé entre risas. —Espero que a él no le importe ya que al parecer odia todo.
Rodé mis ojos con fastidio, de verdad ¿Porqué tenía que ser tan horrible? Damián sonrió un poco con diversión.
—Es un tipo complicado —comentó mientras le daba un sorbo al café sin importar que no fuera suyo, yo no le dije nada, ya él me diría si se siente muy quemado o no.
—Dímelo a mi —sacudí mi cabeza —. No lo conozco y ya me tiene extremadamente nerviosa, siento que me va a odiar y que su temperamento no tendrá química con el mío, ¿estás seguro de que este era el único trabajo disponible para mí? No me importaría fregar los inodoros, te lo juro que prefiero eso a enfrentar a tu hermano.
Él frunció un poco el ceño ante mis palabras, sabía que ya habíamos tenido esta conversación y que no le gustaba que yo dijera que merecía un cargo menor, él me había dicho que este era el trabajo perfecto para mi, pero Dios, es tan difícil cuando él mismo me ha dicho cosas horribles de su hermano y se lo hago saber.
—Es decir, tu mismo me lo dijiste, tu hermano es un ogro —me quejé —¡Tengo miedo! Me hará la vida imposible, lo sé. Es que sinceramente, agradezco todo lo que has hecho por mí, pero no me veo capaz de enfrentar a tu hermano.
—¿Tan malo creen que soy? —dijo de repente dejándome sin aire, lo miré con los ojos muy abiertos.
—¿Disculpa? ¿Qué has dicho? —pregunté sintiendo un nudo en la garganta.
—En primer lugar tengo que decir que este café es un asco —comenzó a decir, abrí mis labios con asombro, no por el café claro está, sino por él ¡¿Qué carajos?! —, segunda cosa por decir, odio con mi vida que me besen en la mejilla si yo no lo he pedido.
Creo que muy pronto mis ojos azules podrían salir rodando de lo mucho que los tengo abiertos mientras él habla con desprecio hasta mi... ¿Qué mierda está pasando acá...?
—Mi hermano debería haberte dicho primero que somos gemelos, pero Damián sabe que odio que lo mencione así que no puedo culparlo, me doy los créditos totalmente.
Solté un jadeo ahogado al escucharlo decir aquello.
¡¿GEMELOS?! ¡¡¡¿GEMELOS?!!!
Él, siguió señalando todo el desorden que había dejado yo sobre el escritorio y de inmediato comencé a recoger todo sin darle tiempo a decir nada más, pero aún así... Lo hizo.
—Lastimosamente no hay otro puesto disponible, así que tendrás que aguantarme hasta que considere que no me sirves más. —Dijo y pude notar con claridad como aquello no le había gustado para nada, así que si, oficialmente mi jefe me está odiando.
—Si, señor —. Christopher Cooper me miraba con una expresión de seriedad, con tanta frialdad que sentí como una ventizca helada pasaba y tocaba mi espina dorsal.
Fuí una idiota al no haberme dado cuenta de que eran diferentes personas, Christopher era muy más alto, serio, con más barba y la espalda más ancha que Damián. Mi ángel era la versión buena de este diablo sexy que tengo al frente.
~Christopher~
La rubia que tengo delante de mí parece que estuviera a punto de hacerse en los pantalones, está demasiado pálida y sus ojos azules están muy abiertos mientras me mira con lo que parece ser miedo.
Me había sorprendido muchísimo al entrar a mi oficina sin llamar a la puerta y la manera en la que me había dado un beso en la mejilla y luego comprendí que me había confundido con mi hermano. Me causó gracia la manera en que parecía parlotear con irritación sobre mi, como si realmente yo, que cabe aclarar jamás nos habíamos visto en la vida, fuera su enemigo número uno.
Así que dejé que creyera que yo era Damián para ver hasta qué punto podía llegar antes de calmarla y mostrarle mis molestias. Me divertí a su costa, viendo cómo parecía temblar al escucharme hablar mientras yo decía todo lo que odiaba.
Es una joven muy linda, pero tan molesta.
Desde que llegó su voz me perforó los tímpanos y parecía que nunca se iba a callar. Amo el silencio y ella lo estaba perturbando por completo.
Mientras ella sigue mirándome con temor, yo recorro su cuerpo con mis ojos, es bastante delgada, tanto que su vestido n***o que parece de funeral le queda muy ancho y parece que uno de sus tacones estuviera a punto de doblarse.
Suspiro con calma, no quiero explotar a tan temprana hora de la mañana, pero espero que mi hermano venga y me explique el porque tengo a una jodida colegiala en mi despacho.
¡¿A quien voy a coger al medio día?!
Porqué ella se ve tan frágil, que con seguridad mis embestidas la dejarían en silla de ruedas por lo menos una semana. Además, ¿De donde la sacó? ¿Qué guardería asalto esta vez? Damián siempre sorpendiendome.
Parece una adolescente con un poco de maquillaje jugando a ser una adulta, le doy un día de trabajo, mañana ya no querrá estar acá. Sus ojos azules que me miran con miedo me demuestran cuan inocente es con ese brillo en los ojos anunciando cuan inexperta es en esta vida.
¡Qué fastidio!
¿Porqué de tantas mujeres con currículum impresionantes, mi hermano había elegido a una niñata?
No queriendo seguir lidiando con aquella niña, me senté en el escritorio dejando notar que no me hacía nada de gracia su presencia y abrí la laptop.
—No quiero ninguna interrupción hasta medio día —le dije sin mirarla.
—Si, señor.
—Ahora vete, estás perturbando mi espacio de trabajo.
Sus pasos resonaron con fuerza jodiendome más la mañana, pero si yo solo había pedido una jodida mujer competente, no una adolescente inexperta y torpe, ¿En qué mierda pensaba Damián?
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La pantalla del computador mostraba las cámaras de seguridad en tiempo real, me quedé observando que la cámara que daba frente a la niñata no estuviera averiada, pues llevaba al menos dos horas en la misma posición, dos horas desde que yo la había visto, pero quién sabe cuánto tiempo más habrá estado así.
Parecía que ni siquiera movía los ojos.
Solo alcanzaba a ver qué sus ojos estaban fijos en el reloj, de repente se levantó y comenzó a caminar hacia mi oficina por lo que rápidamente cambie la imagen a un documento.
Escuché tres golpes en la puerta y aún recordaba como está había resonado por todo el piso al cerrarse con fuerza debido a una ráfaga de viento, porque cuando ella huyó la dejó completamente abierta.
—Adelante.
—Señor Cooper, tiene una reunión en diez minutos con los accionistas de Tokio —se aclaró la garganta cuando terminó de hablar.
No la miré sino hasta cuando yo empecé a hablar, su mirada estaba clavada en el suelo.
—Necesito que hagas una reserva para esta noche en el hotel Miles de la avenida séptima. —La vi asentir y esperé a que me mirara, cuando lo hizo que mejillas estaban de un color rojo.
Me miraba con curiosidad y poco después giraba los ojos hacia un lado. Entrecerre mi mirada hacia ella, ¿Se había enamorado o qué?
—¿Reservo el salón de eventos? —preguntó como sea que se llame, la miré como si estuviera tonta.
—Una habitación… —le aclaré porque al parecer su joven cerebro no lo iba a entender.
—¿Una habitación para una reunión? —su ceño estaba fruncido, la miré con una sonrisa burlona.
Tan inocente que me daban arcadas.
—No lo llamaría una reunión, pero algo así —comenté mientras me coloco el abrigo para ir a una reunión —. Es para follar, ¿Sabes acaso lo que eso significa?
—Po…Por supuesto que sé, señor —carraspeó nuevamente la garganta.
Sus mejillas estaban demasiado rojas, mucho más que antes y negué con mi cabeza.
Una virgen... ¿En serio?
Damián sabía que me gustaba follar con mis secretarias y ahora me privaba de aquello, me ha enviado una niñata tonta, inmadura y virgen. ¿Porqué me odia tanto?
—Reserva la habitación y envía unas flores a esta dirección —anoté rápidamente la dirección que me sabía de memoria —, dile que la quiero ver desnuda al entrar en la habitación y que no use ese perfume de durazno... Lo odio.
—Si, señor.
La miré por última vez antes de rodar mis ojos y salir de la oficina, ya tendría tiempo de hablar con Damián sobre su bromita, me las iba a pagar caro.