Capítulo 10: «La fiesta, parte 2»
~Christopher~
Kiara sale del vestidor luciendo un vestido color rojo que le queda perfecto, mi mandíbula se desencaja un poco mientras veo como aquella tela envuelve su cuerpo como si fuera un guante.
Es un vestido elegante que trae una abertura en su pierna derecha dejándome ver qué tiene unas piernas largas y aunque ella es realmente delgada, tiene unos buenos muslos que me gustaría apretar y acariciar.
En la parte de arriba es totalmente cerrado hasta el cuello, pero cuando da la vuelta al momento en que se lo pido, puedo ver cómo hay un gran escote dejando toda la piel al descubierto. Debo acomodarme en el asiento para que ella no note que ha causado una gran —muy grande— reacción en mi.
Su piel es pálida, pero parece que fuera terciopelo, me contengo de levantar mi mano y tocar, no quiero parecer un jodido depravado mirándola de esa forma, pero no contaba con que bajo esa ropa ancha y aburrida que usa para trabajar, se esconde un buen cuerpo. Nadie me avisó que Kiara si podía llegar a ser muy sexy.
—¿Me queda muy mal? —pregunta ella mirándose al espejo, mi vista cae a su trasero y tengo que bajar las manos y apretar la silla con fuerza.
—Ummm un poco —miento porque estoy seguro de que no podría alejar mis ojos esta noche de ella y j***r, es mi asistente y algo de mi hermano.
—Oh —murmura ella, sus ojos ven con anhelo el vestido como si le gustara mucho, así que me trago mi jodida estupidez y vuelvo a hablar.
—Tal vez en otro color se vea mejor, el rojo es muy trillado —ella asiente dándome la razón y la señorita que la ha estado ayudando, sin darle miradas despectivas, corre a buscar otros colores del mismo diseño.
Me entretengo mirando mi correo electrónico actualizandome de nuevas peticiones de casos, contesto unos cuantos mientras escucho como Kiara va descartando color tras color, respondo rápidamente un par de cosas y nuevamente miro el lugar en donde se encuentra ella metida.
La mujer no está por ningún lado y a mi me pican las manos por abrir esa cortina y ver si realmente su piel es tan suave bajo mi tacto como se ve.
«¡Controlate, j***r!»
Escucho como se tropieza allá adentro y ruedo mis ojos, no deja de ser torpe haga lo que haga.
—¿Necesitas que te ponga yo el vestido? —pregunto divertido.
Bueh, no se me puede culpar por querer un poco de atención, desde antier no tengo sexo con nadie y anoche ella fue la que lo jodió con mi cita, tendría que hacerla pagar por ello. Se queda quieta tras mis palabras y aunque no la veo, puedo imaginarla con el rostro rojo y los ojos muy abiertos.
—Pues... La verdad es que si necesito ayuda —dice tomándome por sorpresa y me es inevitable no abrir ligeramente los labios. ¿Esta coqueteando conmigo?
Su rostro se asoma por la cortina y mira hacia los lados.
—No soy capaz de subir el cierre—me dice y yo me levanto yendo hacia ella.
—Bien, date la vuelta —intento apartar la cortina para poder entrar y ella la retiene con fuerza.
—¡Noo! —exclama dejándome desconcertado —, solo necesito que llame a la chica y ella me ayudará.
Me siento cuando un estúpido al entender el tipo de ayuda que necesitaba, miro a los lados avergonzado y sintiéndome patético, ¿Cómo no lo vi venir?
—Estará atendiendo a otro cliente, no hay que molestarla —digo.
No me he parado en vano, ahora tengo muchas más dudas que antes.
—Ehhh, ¿Seguro? Ella solo iba a buscar unos tacones —dice intentando ver nuevamente sobre mi hombro y yo me pongo más frente a ella tapando su vista.
Me hago el que miro a todos lados y señalo con mi cabeza hacia un lugar que ella no puede ver sin salir de ahí.
—Si, está con una señora —miento con total descaro.
—Oh... Mmm —muerde su labio inferior con fuerza y yo lamo el mío.
—Date la vuelta, no es la primera vez que veré un cuerpo desnudo.
—Ya, pero...
—Si será la primera vez que un hombre te vea desnuda —completo yo tragando con fuerza.
Nunca he sido el primer hombre de ninguna mujer y sería una gran mentira si dijera que no tengo ganas de serlo.
—Bueno, tampoco es que este desnuda por completo, pero es un poco incómodo, usted es mi jefe.
Sugar Daddy por hoy.
Cuando voy a darme por vencido y llamar realmente a la mujer, ella abre del todo la cortina dejándome ver su cuerpo, el vestido es un poco más diferente al anterior, esté en la parte de la espalda tiene una tela transparente que deja ver su espalda por completo.
El cierre comienza desde la mitad de su trasero y tengo que liberar mi cerebro de pensamientos sucios cuando veo que tiene unas diminutas tangas color n***o. Suelto un suspiro profundo.
—Creo que está atascado, ni siquiera pude comenzar a subirlo un poco —me dice recogiendo su cabello y dejándome más piel a la vista.
Me concentro en hacer lo único importante, subir el puto cierre. Tomo aquel pequeño pedazo de platico y lo jalo rápidamente hacia arriba cerrando el vestido. No toco piel, no caí en la tentación, pero vaya que ganas no me faltaron.
—Gracias.
Se gira hacia mí con una pequeña sonrisa dejándome ver uno de sus hoyuelos, alisa un poco el pliegue de este y retrocede unos cuantos pasos quedando en medio de los espejos, la veo en todos lados y compro las palabras de mi hermano.
Es una diosa.
Reparo en que el vestido es color azul, azul como el océano. Azul como justo mi tono de azul favorito. Mi color favorito.
¿Lo hizo aposta?
Claro que no, no tiene ni idea de cuál es mi color favorito, pero está coincidencia me tiene con el corazón acelerado. No dejo de mirar la forma en la que ese vestido parece abrazar su cuerpo con sensualidad, cada curva se le marca, cada facción de su rostro destaca más y sus ojos tienen un brillo que la hace ver mucho más inocente de lo que de por sí ya es.
—¿Está mejor que el anterior?
—Mucho mejor —y me jode. Me tengo que tratar mis putas palabras porque en este momento yo daría más que tres millones de libras por la mujer que tengo delante.
Aunque yo sí que pagaría por algo a cambio, tampoco soy tan estúpido como mi hermano.
—Me gusta, creo que me llevaré este.
—¡Se ve tan hermosa! —exclama la empleada del lugar sobresaltandonos, mira a Kiara con una sonrisa maternal como si estuviera muy orgullosa de lo hermosa que es —. Señor, tiene una novia muy preciosa.
Kiara se sonroja y comienza a negar con su cabeza.
—Oh no no no, él es mi...
—Sugar daddy —la interrumpo y le guiño un ojo a la mujer —, pero es secreto, ya sabe...
—Claro, lo entiendo —rie divertida y levanta el pulgar hacia Kiara —, no lo deje ir señorita.
Mi asistente no sabe dónde meterse de la vergüenza y yo disfruto de su reacción.
—Por favor ayúdela escogiendo unos tacones a juego, aún tenemos que ir a muchos lugares y ya vamos contra el tiempo.
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Tuve que dejar sola a Kiara en la peluquería cuando ya vi que el tiempo no nos iba a alcanzar, yo aún tenía que ir a buscar mi traje al lugar en donde siempre me los hacen a medida y no queda cerca de donde estábamos, por lo que quedamos de acuerdo en que un chófer pasaría por ella a la peluquería, la llevaría a su casa para que hiciera lo que tuviera que hacer y luego la llevara a la fiesta a encontrarse con mi hermano y oficialmente Kiara ya dejaba de ser mi ¿Sugar baby?
Patético.
Llegué a la casa de Damián, pasar todo el día con Kiara fue sinónimo de retrasar mi mudanza, ni siquiera he encontrado un nuevo lugar, sé que por ahora puedo quedarme en casa de mi hermano sin ningún problema, pero me gusta tener mi espacio y espero que para el lunes ya pueda tener un nuevo lugar para mí.
Dejo sobre la cama el traje que usaré y me meto a la ducha, tengo los músculos tensos y las palmas de mis manos tienen claras señales de las marcas que me hice al enterrar mis uñas en esta para evitar así tocar a la rubia. Me tenía como un tonto queriendo llamar su atención, incluso cuando nos sentamos en ese restaurante y su labio se llenó de salsa, tuve serios impulsos de pasar mi lengua por ahí limpiando su torpeza.
¿Enloquecí? Probablemente.
Ayer no la soportaba y hoy estoy teniendo ese tipo de pensamientos con ella, no hay explicación más lógica para ella como el que necesite un psiquiatra.
Dejo que el agua de la ducha quite toda esa tensión que me ha acompañado todo el día.
Ya no puedo seguir pensando así de ella.
El lunes volveré a mi oficina y no puedo distraerme viéndola, tengo que seguir siendo un profesional y un gran hijo de puta si es necesario.
Salgo envolviendo mi cintura con una toalla, dejo un rastro de agua tras de mi, decido que es hora de afeitar mi barba, sé que Julieta pegará el grito en el cielo si no me ve "igual" a Damián, ella ama que seamos sus gemelos idénticos, de pequeños amaba vestirnos completamente igual; abro nuevamente unos boxer nuevos y me los pongo con rapidez, esta noche si o si debo conseguir una mujer para pasar la noche y así poder desquitarme las ganas que he tenido todo el día de tocar algún cuerpo femenino.
La fiesta inicia a las ocho de la noche y yo debo estar antes para recibir a los invitados con mi madre, acá todo es puntual, nadie quiere llegar tarde a la épica fiesta de la jueza Julieta. Todos le temen y nadie quiere llevarle la contraria.
Me visto con rapidez cuando veo en mi reloj que la hora límite ya llega y no quiero yo ser el culpable de las amarguras de mi madre, menos si mi hermano aún no llega y solo yo puedo evitar que ella enloquezca.
Quizás tarde unos minutos de más en la ducha encargándome de un gran asunto que no podía esperar hasta la noche.
La noche brilla dándome la bienvenida, conduzco por la avenida principal a más de cien kilómetros sin importarme que me multen, el carro está a nombre de Damián, los papeles son de él y agradezco en este momento ser gemelo, porque si me multan, todo quedará a su nombre.
Por suerte logro llegar sin ningún contratiempo, le doy las llaves al chico encargado y entro al gran salón decorado para la mujer que me dio la vida.
Ya hay varias personas en el lugar y maldigo dentro de mi esperando que Julieta no me ponga ningún problema por eso.
No me hace falta buscarla mucho tiempo, es la mujer más hermosa del lugar con una sonrisa gigante celebrando sus cincuenta y cinco años, no los aparenta para nada, su cabello n***o y largo es lo que más destaca, ella es hermosa y sus ojos azules me miran con alegría cuando ve que me estoy acercando.
—Mi niño precioso, que felicidad me da verte —beso su mejilla.
—Feliz cumpleaños mamá, también me alegra verte —reparo en su vestido dorado —, estás muy hermosa.
—Gracias mi vida, ¿Y tu hermano?
Me encojo de hombros.
—Ya llegará pronto.
—Ven, vamos a saludar —ruedo mis ojos fastidiado, no quiero pararme a fingir una sonrisa mientras saludo a gente que ni conozco.
Claramente a ella le vale mierda lo que yo quiero, me toma de la mano y me mantiene a su lado como si yo fuera un niño pequeño y malcriado.
Media hora después mi mejilla duele de mantener una falsa sonrisa en mi rostro y estoy cansado de saludar a miles de personas.
—¿Dónde está mi regalo? —pregunta mirándome con una ceja enarcada, me señalo a mi mismo.
—Cancele mi agenda de fin de semana por ti, es el mejor regalo que pueda obtener —ella sonríe en grande.
—Eso me hace muy feliz, pero espero que entre esas cajas este tu nombre.
No respondo, envié mis regalos desde ayer, en algún lugar de la mesa tiene que estar.
Mamá es una mujer muy especial, sus fiestas siempre son grandes y la llenan de regalos bastantes costosos, nada de lluvia de sobres, mamá es lo suficientemente rica como para no necesitar que le den dinero, ni aunque sea como detalle, el divorcio con papá la dejó en una buena posición, aparte de que tiene un muy buen trabajo y una gran herencia del abuelo.
Escucho un jadeo de parte de mamá, volteo a ver lo que la ha sorprendido y veo como el chófer de confianza tiene de la mano a Kiara a quien ayuda a salir del auto.
Mi mandíbula de desencaja por completo, j***r, está preciosa.
Mis ojos hacen una lenta inspección desde su rostro hasta su cuerpo, es la mujer más hermosa del lugar —teniendo en cuenta de que las vi a todas—, eso sí, en esa lista no está mi madre, ella es la reina; pero Kiara le hace ninguna competencia y grande.
—¿Quién es ella? —escucho que preguntan, no respondo, no puedo dejar de mirarla.
Alguien llama a mi madre y ella se aleja un poco, veo que Kiara me ve y sonríe en grande, se acerca dándome un beso en la mejilla.
—¡Hola! Creí que no llegarías temprano.
Piensa que soy Damián.
—No me gusta que me besen la mejilla, mucho menos en público —digo, mi voz sale demasiado grave y parece sería, pero en realidad estoy excitado, no hay una mejor manera de describirlo.
La sonrisa de Kiara se desvanece y me mira con sorpresa, veo como palidece un poco.
—¡Lo siento señor Cooper! Creí que era Damián —lleva una mano a su boca sin dejar de mirarme apenada.
—Van dos, espero que no haya una tercera o directamente vas a ser despedida.
Su ceño se frunce un poco y me mira con molestía.
—Lo siento señor Cooper, aún no puedo reconocerlos con facilidad.
—Deberías —murmuro mirándola de arriba hacia abajo —, no quiero que las personas vean ese tipo de confianza y crean que hay algo más entre nosotros, más teniendo en cuenta de que yo en ningún momento quise contratar a una niñata.
Ella abre ligeramente sus labios carmín.
—Esta malinterpretando las cosas, señor Cooper.
—¿Yo? —me señalo a mi mismo y niego con la cabeza. —Yo no soy el que se lanza a darle besos a todo el mundo, tu jefe soy yo y como tal merezco el respeto que me he ganado, ni siquiera debería estar discutiendo estás bobadas con mi asistente, que por si no ha quedado claro su labor es escuchar y seguir órdenes, nada más.
Su ceño se frunce mucho más, está furiosa y yo también, odio que mi cuerpo reaccione de esa manera ante ella y debo alejarla de alguna manera.
—Le hice una promesa a su hermano y no me importa que tanto pase usted por encima de mi o cuánto esperé que me vaya de acá, pero eso no va a suceder. —Toma aire y yo la miro fijamente —. Yo no soy la niña que usted cree que soy y pisoteeme todo lo que quiera, haga lo que se le dé la gana, pero no va a tener el lujo de correrme de mi trabajo porque es algo que poco a poco me he ido ganando porque soy buena en ello. Y tampoco debe decirme que es lo que debo hacer, conozco bien mi lugar.
Se aleja caminando con rapidez, no la miro irse, estoy fastidiado, enojado y aunque quiero ir tras ella y callarla de otras maneras, me contengo.
—Vaya, vaya... ¿Te ha dejado callado? —pregunta mamá llegando a mi lado.
—¿Eh? ¿Qué fue lo que escuchaste?
—Lo escuché absolutamente todo —sonríe con diversión —, he de suponer entonces que esa linda chica es Kiara, tu nueva asistente.
—Lastimosamente, es irritante, torpe, asustadiza y ahora me falta al respeto —cruzo mis brazos molesto.
—Me agrada —miro a mi madre como si se hubiera vuelto loca.
—¿Qué?
—Es hermosa, fuerte al no quedarse callada y me encanta que no se deje humillar de ti y espero que de ningún hombre, no te ha faltado al respeto, te ha dicho con sinceridad y educación lo que ha querido —palmea mi rostro dejando un beso en mi mejilla —, ojo con ella, mujeres como ella son las más peligrosas.
—¿Peligrosa?
Una niñata inocente como ella no podría ser peligrosa ni aunque le pagarán por ello.
—Si, peligrosa —explica —, se mete a tu corazón sin avisar y fácil de sacar nunca es.