Capítulo 7: «Hacia abajo»
~Christopher~
Esta niña está completamente roja mientras con una mano temblorosa intenta meter la llave en la cerradura, yo me cruzo de brazos y miro hacia otro lado para no exasperarme más de lo que ya me está provocando.
Sabía que salir del auto sería un problema muy grande, pero realmente necesito entrar al baño con urgencia, no le pediría nada a ella si no fuera muy necesario.
Y prefiero pedirle un puto favor a ella tan sencillo como el baño prestado a aguantarme y provocar en un futuro problemas de riñones.
Escucho por fin el click que indica que la puerta está abierta y ambos entramos al departamento, es bastante pequeño y está muy ordenado. Debo admitir que esperaba algo completamente opuesto a esto, tal vez colores pasteles y juguetes de niña pequeña, tal y como es ella, pero a pesar de que hay pocas decoraciones, todo está muy bien para una solterona y niñata como lo es Kiara.
—Esa puerta es el baño —señala y yo paso por su lado.
Entro a un baño demasiado pequeño, siento que me asfixio, yo soy demasiado grande para este lugar.
Los azulejos son de color blanco, la cortina de la ducha tiene un estampado de flores y huele a duranzo.
Orino con rapidez y lavo mis manos, salgo de ese reducido espacio y me encuentro a la niñata con el rostro sonrojado y su pecho subiendo y bajando como si hubiera estado corriendo algún maratón. Miró a los lados notando que todo sigue tal cual antes. ¿Qué se supone que estaba haciendo?
Ella me mira con los ojos un poco abiertos y me crispa los nervios que sea de esa manera, parece estar ocultando algo y me caga saber que puede ser una solapada cuando mi hermano a hecho tanto por ella. Claro que él también es un estúpido, estoy bastante seguro de eso, él no puede tener más de dos neuronas. Lo juro.
—¿Qui... Quiere algo de beber? —tartamudea y solo me fijo en que sigue chorreando agua como cuando la recogí.
El bolso color azul está a un lado de la cocina, es el bolso más feo, viejo y roto que yo he visto alguna vez, me fastidia verlo y no se me hizo difícil reconocerla. Nadie más andaría por la calle con una cosa tan espantosa como esa.
—No.
Respondo y camino hacia la salida del departamento, ella sigue parada como si el hecho de no moverse la hicieran desaparecer. Ruedo mis ojos con fastidio y hablo antes de salir y largarme de ese lugar.
—A las ocho de la noche pasarán a recogerte, tienes que estar lista.
—Si señor —responde en un hilo de voz cuando la miro esperando una respuesta.
Cierro la puerta con un poco más de fuerza de la necesaria y voy a mi auto. Mamá me ha jodido el día. En mis planes no estaba tener que ir a su cumpleaños, claro que no le iba a hacer un desplante, esa mujer es una maniática y no aceptaría que uno de sus hijos pase por alto un día tan importante para ella. Lo que quería era no tener que ir a esas aburridas reuniones en las que las hijas de las amigas de mi madre prácticamente se quitan las bragas y me las arrojan.
Julieta sabe que odio con mi vida que me busquen, odio que las mujeres se me lance como perras desesperadas. Puedo tener a la mujer que quiero y entre la que yo quiero y la que se le lanza, hay una gran diferencia.
Media hora después estoy llegando a mi departamento, dejo el auto parqueado y hablo con el encargado para que se ocupen del desastre que ha dejado Kiara en mi asiento.
—Lo necesito listo en una hora —le digo al hombre.
—Cuente con ello señor Cooper. —asiento y caminó directo a las puertas del ascensor.
Marco el número de mi piso, este ascensor es un acceso directo a mi hogar por lo que no tengo que verle la cara a nadie.
Las puertas del elevador se abren paso a un loft. Mi piso es lo bastante grande y lleno de lujos, alguno que otro muy innecesario, pero que la mujer que lo ha decorado ha mencionado que algún día lo puedo necesitar.
No sé para qué podría yo necesitar un TV de setenta pulgadas si ni siquiera veo programas de televisión. No me agradan.
Voy quitando uno a uno los botones de mi camisa mientras con la otra mano deslizó el dedo pulgar por la pantalla de mi iPhone. Tengo varios mensajes de Julieta y lo imaginaba, ella primero recurre a los mensajes y si no obtiene respuesta llama e insiste tanto hasta que logra provocarme jaqueca y debo atender la llamada.
Elimino sus mensajes, total ya sé que era lo que quería, también borro unos cuantos de chicas con las que ya estuve.
No me interesan más y no quiero verlas rondando por mis mensajes privados.
Desvío la llamada de Damián cuando aparece en la pantalla y entro a la ducha.
Hoy ha sido un pésimo día desde que me desperté, tal vez lo hice con el pie izquierdo y no me di cuenta.
Desde la turbulencia bastante fuerte en el avión que casi nos mata y los llantos de niños fastidiosos hasta la llamada de mamá, el día estuvo de la mierda.
Creí que venir en un vuelo comercial me sería más rápido pues el jet privado estaba en otra ruta y debo admitir que fue la peor idea del mundo.
Mi noche se arruina cuando me avisan que mi auto tardará más de una hora pues la máquina se ha averiado y el asiento sigue más mojado que antes. Acaricio mi cabeza, justo en cada sien y suelto un fuerte suspiro.
Llevar el auto era sinónimo de una medio follada en los asientos antes de llegar al motel, pero ahora los planes han cambiado y debo usar la moto.
Me dirijo al parqueadero de motos, como casi no la uso está guardada en un lugar específico para que ningún auto la dañe, al llegar allí me quedo de piedra al ver que la moto no está. No hay rastro de ella.
¿Es una jodida broma?
—¿En dónde está mi moto? —pregunto al guarda de seguridad, lo he hecho venir hasta acá.
El hombre palidece y comienza a tartamudear, hago mis manos puños esperando por una respuesta.
—No lo sé señor —responde al fin.
—¿Perdón? ¡¿Cómo no lo va a saber?!
Veo que da un brinco hacia atrás y palidece mucho más mientras mira a todos lados buscando la moto que en efecto: No está.
—Yo... Yo... —lo tomo de las solapas de su chaqueta y lo levanto del suelo.
—Por su bien espero una respuesta a esta payasada en diez minutos, quiero mi moto acá y ahora.
—Si señor —el hombre se remueve en mis brazos y lo suelto, sale corriendo pegando un radio a su boca mientras habla "moto desaparecida" es lo que dice y quiero estamparlo contra el piso.
No vivo en un mal lugar, este es uno de los edificios más exclusivos de todo Londres, sé que acá también viven famosos, políticos, gente con mucho dinero que ha pagado bastante por un departamento y que cada mes paga bastante para tener una buena administración que incluye una excelente seguridad y una muy buena limpieza incluyendo el interior del departamento como el mantenimiento de todo lo demás, por ello no me explico cómo acá, de la nada, mi moto a "desaparecido" en todo caso, la robaron y eso me pone mucho más furioso.
Llamo de inmediato al dueño del edificio, hace algunos años fui su abogado, nos llevamos bien y espero que me diga si esto es solo una broma de mal gusto.
—Christopher Cooper, que dicha saludarlo —responde al otro lado.
—Me apena no decir lo mismo —suelto con rabia.
—¿Todo bien? ¿En qué puedo ayudar?
—Todo mal, ¿Qué clase de gente contrata usted en el edificio? Porqué al parecer son unas malditas ratas de mierda y ladrones.
—¿Cómo?
—Mi moto ha sido robada y necesito que alguien responda ya mismo por ella.
Lo escucho contener la respiración.
—Voy para allá.
Cuelga la llamada.
Camino de un lado a otro en el sótano entre carros y oscuridad, escucho como corren de acá para allá buscando mi moto y como tratan inútilmente de reparar el daño de la máquina para seguir lavando mi auto.
Todo por culpa de esa niñata.
Envío el mensaje que me estaba revisando a enviar, pero a raíz de todo esto no puedo simplemente alejarme y dejar todo así.
Christopher: Noche cancelada. Será en otra ocasión.
Bloqueo su número porque sé que me llenará de mensajes y ahora no quiero tener que responderle a nadie, ya me encontraré de nuevo con aquella linda azafata de esta mañana. Fue lo único bueno del vuelo.
Santiago Vettel, dueño de la residencia en la que vivo, llega rápidamente y me pide disculpas a la vez que dice que están buscando qué es lo que ha pasado. Mi seriedad le dice todo. Bastante mierda he cargado hoy como para seguir con esto.
Mientras el hombre habla cuánta mierda le sale por la boca, yo tomo mi celular de nuevo y escribo un mensaje.
Christopher: Necesito que vengas por mi y no es discutible. Estoy en mi departamento.
No espero una respuesta, sé que vendrá. A pesar de toda la mierda que nos lanzamos mutuamente —un poco más de mi lado—, jamás nos daríamos la espalda.
—Señor Cooper, la policía debe venir para poner la denuncia y revisar las cámaras de seguridad.
Esto empeora cada vez más.