Cúmplelo

1934 Words
Ellis estaba decidido a no dejar a Marcela escapar, ella por alguna razón se había hecho a la idea de que él no era un hombre que sería capaz de cumplir con sus expectativas, mientras él le deseaba demasiado y por demasiado tiempo, se había replanteado de mil formas qué es lo que tenía que hacer para mejorar, para convencerle de que podía ser él adecuando no solo para una noche descontrolada y cargada de sexo, sino para una relación. ¿No era eso lo que buscaban todos? ¿Por qué Marcela no quería más? Se preguntó Ellis mientras se acercaba a su espléndida compañera de trabajo, le tomó de la cintura, luego depositó cálidos besos sobre las mejillas de su amiga, Marcela le devolvió los besos y le acarició lentamente el cabello.  — ¿En qué consiste ese plan de contingencia tuyo? — preguntó Ellis al ver a la última pareja marcharse. —¿Quieres ir a mi casa? — Solo si puedo meterme en tu cama. — Te quiero más que en mi cama — Aseveró y le mordió el lóbulo de la oreja. Después de agradecer a los invitados que quedaban por su asistencia y a los exquisitos organizadores del evento, Ellis y Marcela salieron por la puerta trasera con la esperanza de nos es vistos o interrumpidos por nadie. Juntos se metieron en el mismo auto que los llevó al apartamento de la joven. Marcela se preguntaba si sería una buena idea, sin embargo, luego de rellenar varias fórmulas para el sistema de adopción, se dio cuenta de que además de una responsabilidad un hijo es un compromiso y estaba tan decidida a tener uno que decidió no negarse de la oportunidad de tener una amplia sesión de sexo de soltera y sin compromisos con Ellis, en la oficina haba escuchado lo bueno que era en la cama de boca de varias modelos y fotógrafas, sin embargo, se había negado la oportunidad. Se inclinó y le dio un beso arrebatado, lleno de promesa s****l, deseo y Ellis le respondió con la misma energía. Al llegar ingresaron en silencio, Marcela no tardó en deshacerse de algunas cosas como sus joyas, luego la coleta y finalmente los tacones. Marcela miró a Ellis a los ojos y se acercó para sacar el nudo de su corbata, tiró la corbata color plateada y luego abrió los botones de la camisa del hombre, le acarició el pecho y con ese pequeño tacto logró que las hormonas del hombre se revolucionaran un poco más, ella lo admiró durante unos segundos, se veía especialmente guapo. —Toma asiento, —Dijo con la esperanza de poder recobrar un poco la compostura. —te traeré un trago. — Yo los preparo. Ella fue a su oficina y sacó el sobre rojo, era en dónde se encontraba su plan de contingencia escrito, era un recordatorio para ella misma, abrió el sobre y vio que estaban los papeles correctos, de igual manera no se sentía cómoda compartiendo sus fantasías con alguien más, pero no hubo tiempo para los arrepentimientos, ella se volteó y encontró a Ellis con su atenta mirada apoyada contra el umbral de la puerta. — Así qué...— Ellis asintió. — ¿No hay prisa?—preguntó agitado y ella negó con la cabeza. — Ooh... Cariño, no tengo dieciséis. Quiero algo rápido, bueno y fuerte ¿Puedes?—Ellis le sonrió con más picardía de la normal. La mujer no pudo evitar calentarse un poco más ante la respuesta del joven que consistió en cargarle y pegarle contra la puerta, se mantuvieron ahí besándose y torturándose mutuamente con caricias. En aquel corto tiempo, Marcela tenía más de la mitad de los botones de la camisa de Ellis abierta y él no había perdido la oportunidad de deshacerse de las bragas de la joven. Él extendió la copa hacia Marcela quien le dedicó una de sus sensuales sonrisas, la mujer se acercó por su bebida y le dio un largo sorbo hasta a acabar con el contenido de la misma, ya sin nada en ambos casos fueron segundos los que se interpusieron en aquel pasional y esperado encuentro. Ninguno de los dos dudó en besarse y acariciarse, por más que lo negaran o lo pospusieran su necesidad de ser amantes estaba latente desde su primer encuentro. Ellis no había dejado de coquetear desde entonces y Marcela no podía evitar calentarse ante su tacto. Marcela se embriagó con cada uno de los movimientos que efectuaba Ellis sobre los sus labios, él estaba igual o más extasiado con una fuerte e incontenible erección que no estaba dispuesto a ocultar o reprimir, Marcela se dejó impresionar por los febriles movimientos que Ellis efectuaba con el fin de cumplir su objetivo; darle placer. Se sentía más caliente que la adolescencia cuando no paraba de masturbarse, alguna vez imaginó el sexo como algo caliente, lleno de sensaciones, deseo en su versión más pura, el sexo lleva a un único lugar, el placer, pero requería de muchos componentes. Entre esos componentes un buen amante; lo podía dar un excelente amante, Ellis estaba entre aquellos amantes descritos en todas las novelas eróticas que había leído y deseado. En su caso solo un hombre podía llevarla a aquel mundo de placer, calentura le gustaba jugar con caricias toscas, besos que le dejaran los pulmones vacíos y los labios en carne viva, rojos tan rojos como la lujuria, el sexo para ella se trataba de algo diferente. Esa noche tenía un compañero envidiable, estaba en brazos de un joven amante, pero complaciente, seguía moviéndose rítmicamente entre sus carnes mientras escuchaban las fuertes respiraciones de ambos, el sudor de sus cuerpos, el cabello del mismo pegado a su frente, su cuerpo era tan sensual como cada una de las palabras que salían de su boca; el solo ver como sus músculos se tensaba mientras sostenías sus piernas en el aire le enloquecía, Marcela por primera vez pidió más y antes de decirlo sabía que lo recibiría, > de lo que creía poder imaginar. Porque realmente lo sentía, había química y conexión entre ellos, cada una de sus caricias prometían enloquecerla en un amplio viaje de placer. Marcela era parte de gran cantidad de fantasías que el joven tenía, por lo que, Ellis no dudaba en reclamar aquel cuerpo por el cual había esperado tanto. Cansado de los juegos preliminares él le dio una nalgada antes de subirle a su hombro e ir en busca de la habitación en la cual besaría y haría con aquel hermoso cuerpo, todo lo que jamás le habían permitido hacer pero llevaba demasiado tiempo deseado. Ellis quien nunca había estado en el departamento de su socia caminó por los pasillos siguiendo su instinto hasta llegar a la habitación principal; el rico aroma de la fragancia de Marcela estaba esparcido en aquella estancia y le confirmó que estaba en el lugar correcto, era el aroma propio de la mujer entre sus brazos, combinado con una fragancia que haba que perdiera el sentido de lo correcto e incorrecto. La tiró sobre la cama y con rapidez se deshizo del vestido de la mujer, ella le quitó los pantalones y se dedicó por unos segundos a examinar la desnudez del joven, tenía un cuerpo bastante proporcionado, era más varonil de lo que jamás imaginó que podría gustarle tanto; sabía que tenía un buen cuerpo, le había visto ocasionalmente sin camisa o en traje de baño, pero justo en ese momento, la mezcla de hormonas en aquella habitación le hacía ver a un completo adonis frente a ella. Marcela se sentía pecaminosa y deseada al mismo tiempo, pocos hombres, o mejor dicho; ningún hombre le había hecho sentir así al mismo tiempo, siempre era una la mujer deseada o la otra; la mujer pecaminosa. Eso no quiere decir que no hubiese disfrutado del buen sexo en su vida, pero jamás de un amante tan sensual como el que tenía. La mujer se tomó unos segundos para acariciar por completo el cuerpo de aquel joven de cabellera larga y negra, acarició su cuerpo desde los muslos hasta su tatuado pecho, y de rodillas sobre su cama pensó que a pesar de ser un momento único como lo era la primera relación s****l con un hombre, podía traer un resultado espantoso entre ellos, así como placentero el sexo era complicado. ¿Qué pasaría el lunes?, luego las semanas siguientes, en unos meses, o años. ¿Cómo esto afectaría su amistad? ¡Vaya confusión! Ellis observó la confundida mirada de su compañera, sus ojos que brillaban con fuego unos minutos atrás, se habían apagado, se veía agotada e insegura, estaban perdiendo todo el calor y el impulso que habían ganado. El joven besó cada uno de los pechos de la mujer y la acostó sobre la cama con bastante delicadeza El joven se iba a poner el condón cuando le vio negar con la cabeza, poco después estaba sintiendo la fricción de sus sexos y lo estaba disfrutando en grande, el deseo, la pasión, lujuria e incluso la confusión dentro de sus cuerpos que estaba en medio del pecado y la razón estaban explotando como tanto lo había deseado la pareja, ellos habían deseado besarse, tocarse unirse como uno, una unión de pareja y lo estaban logrando ahí, solos en una habitación. Ellis abrió los ojos y vio el reloj que había en la mesa de noche de la mujer con la cual había pasado una excelente y pasional noche, el reloj marcaba las 4:35 am y ella no estaba en la cama. Él caminó hasta el baño y tomó una corta ducha antes de volver a ponerse el bóxer, luego salió en busca de Marcela quien estaba vestida con unas bragas y una bata bastante trasparente, se acercó y le estrujó una nalga, ella se volteó con el rostro cargado de seriedad y le dio una caricia. — ¿Café? — preguntó a Ellis quien negó con la cabeza antes de abrazarle y besarlo. — ¿Sexo o sueño? — Ambas— El chico no tardó en cargarla y llevarle de vuelta a la cama. Esta vez quedaron rendidos y no despertaron sino hasta doce horas más tarde. Ellis pidió un desayuno y un almuerzo en su restaurante favorito, cuando llegó los sirvió en unos platos y los llevó a la habitación de la joven mujer, le miró con el pelo revuelto sobre la almohada y decidió hacerle un chupete en el hombro, otro en el brazo, morderle la pierna... — ¡j***r!, no soy tu mamá — Gritó y le golpeó con la almohada. — ¿Tienes hambre? — No quiero más sexo, Ellis. Al menos, no ahora. Eres demasiado fabuloso, pero, ha sido demasiado en muy pocas horas. Estoy saciada. Gracias. — Bien, mi amigo y yo nos controlaremos, por ahora —le acercó una crepa con frutas y con el otro tenedor crepas con pollo. — Mmm. Maravilloso, quiero de ambos. Marcela disfrutó la compañía del joven hasta que el mismo se vistió y se preparó para irse a casa. En meses no había compartido cama con nadie y se lamentaba el que el joven tuviese que irse o más bien el que quisiese irse tan rápido aún podían beber una copa más de vino, conversar, ver televisión, pero por más que quisiera que se quedara, vivía sobre la oficina y no quería que les vieran bajar juntos en la mañana y tolerar los chismes de oficina. Le dio un beso suave y delicado como nunca pensó él podría darle y luego caminó hacia la puerta.
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