—¿Al… Alejandro? — la oigo tartamudear del otro lado de la línea y me la imagino ruborizada como una rosa. —El mismo que viste y calza. ¿Llegaste bien a casa? A pesar de que me siento un muy enojado y frustrado con ella, decido empezar de manera sencilla esta conversación. De todos modos, ya llevo ventaja porque la he sorprendido y eso me gusta, cosa que me hace sonreír. —Sí, estoy muy bien. ¿A qué se debe tu llamada? — se recupera rápidamente del asombro y ahora su voz es más segura. Me la imagino en su cama y la excitación crece más. Mis dedos arden por tocarla. —¿Me dejaste acaso otra opción cuando huiste de mí? — Esta vez no logro disimularlo más, y es notorio en mi voz el descontento. —Hmm, señor Lombardi, se nota que está un poco alterado. Su voz es coqueta incluso por telé