Me miro en el espejo asombrada por la chica guapísima que se refleja en él. En verdad, no me considero una persona fea, pero a mis ojos tampoco es que he sido la más hermosa del grupo. Soy bastante delgada, complexión que heredé de mi padre, con algunas curvas no muy pronunciadas con las que me siento bastante bien. Mi pelo es castaño claro, quizás podría decirse que un rubio muy oscuro y mis ojos del mismo color, hacen que me parezca más a mi padre que a mi madre. No soy muy alta, aunque tampoco soy pequeña, por lo que mi aspecto es de una chica promedio, de esas que a primera vista no te llaman la atención… O al menos, eso creo yo, que de atención masculina he recibido muy poca. Por eso, viéndome en el espejo, no doy crédito a lo que mis ojos ven: llevo puesto un vestido blanco, de sed