Salgo de la biblioteca de mi padre con la mente y el alma hecha un torbellino. Mis manos tiemblan, todavía en shock, así que me dirijo hacia el exterior, demasiado alterada, demasiado agobiada con todo lo que he descubierto, como para quedarme encerrada en casa junto a ellos. No es que no los ame, es innegable que para mi familia es lo principal para mí, de hecho, es como si fuera un chip que le integran a todos los italianos: “la familia es lo primero”, pero ahora mismo, con las verdades que me han revelado, me siento extrañamente mal, engañada, burlada y eso hace que dude de ellos hasta involuntariamente. Empiezo a cuestionarme si será cierto todo esto o si quizás ha sido una alucinación que tuve y quizás esté dormida. Hace cinco días yo estaba en Londres, en el dormitorio de la univ
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