Punto de vista de Lilith
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Me tomó una noche decidirme. Tenía que ir a la empresa de Altas y enfrentarlo, no podía quedarme atrás esperando a que él nuevamente me buscara. Necesitaba respuestas y él era el único que podía dármelas. Al día siguiente le conté a Maite mi decisión, ella me ayudó a vestirme por supuesto.
Tenía que verme guapa, fuerte, y decidida, además de formal. Use una falda de lápiz de color roja con una camisa beige. Como estaba haciendo calor me decidí por un blazer rojo para que haga juego con mi falda. Maite me ayudó con mi peinado, no sabía si dejar mi cabellera rubia suelta o recogida, y al final me decidí por estilizar mis ondas naturales. Me coloqué un collar dorado que me había regalado mi abuela con la letra ‘L’, era la única pieza de joyería fina que poseía.
Cuando me miré en el espejo, vi a alguien decidida, aunque no podía engañarme por completo. Mi corazón aún latía desbocado ante la perspectiva de lo que estaba a punto de hacer.
Por último, me coloqué un labial rojo, y de esa manera terminé de arreglarme.
-Te ves preciosa amiga. – Comentó Maite.
Me sentía hermosa, sofisticada, no me había vestido así en años. Estaba lista para enfrentarme a Atlas.
Al llegar al edificio de Valmont Enterprises, me sentí pequeña. Era un rascacielos imponente, de esos que parecen acariciar el cielo, con enormes ventanales que reflejaban la ciudad. La estructura brillaba bajo el sol, y el logo de la empresa, una "V" estilizada en plata, destacaba en la entrada, casi como si se burlara de mi inseguridad. Respiré hondo antes de atravesar las puertas automáticas, intentando mantener mi compostura.
Tú puedes hacer esto Lilith, eres fuerte y nada te puede detener.
Dentro, el lujo era palpable. Denotaba todo el dinero que la familia Valmont poseía. Los pisos eran de mármol blanco, la iluminación suave estaba dada por unos hermosos candelabros hechos de vidrio.
Wow, todo este lugar es más caro que mi maldito departamento. Mentira, corrijo, el departamento que el imbécil de Damián me robó.
Mira todo mi alrededor, los empleados se movían constantemente, muchos estaban en llamadas acaloradas, indicando que definitivamente hoy era un día bastante caótico.
Tal vez no debería haber venido, pero ya era demasiado tarde para retractarme, debía obtener respuestas y lo peor que podían decirme es que Atlas no tenía tiempo, en tal caso cambiaría de táctica y ya, no todo estaba perdido.
Me acerqué al mostrador de recepción, donde una joven impecablemente vestida y con una sonrisa profesional me recibió.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla? —preguntó la recepcionista, su tono cordial pero distante.
—Vengo a ver al señor Valmont. Lilith… Lilith Marlowe, tengo una cita —mentí con la mejor seguridad que pude reunir.
No tenía cita, pero esperaba ver alguna manera de escabullirme. Tal vez ella tenga que tomar un descanso en algún momento y ahí puedo correr sin que ella se de cuenta.
La mujer tecleó algo en su ordenador, y por un segundo, temí que descubriera la verdad: no tenía ninguna cita y yo aún no había encontrado la manera de llegar a su oficina sin que nadie nos interrumpiera. Pero después de unos segundos, su sonrisa se amplió de manera profesional.
Creo que no estoy entendiendo que está pasando.
—Por supuesto, señorita Marlowe. El señor Valmont la recibirá en unos momentos. Por favor, tome asiento.
Ahora yo estoy asombrada.
Asentí, agradecida de que mi mentira no hubiera sido descubierta. Me dirigí a una de las sillas en la sala de espera, sintiendo los nervios revolverse en mi estómago. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿De verdad pensaba que iba a sacarle algo de provecho a esta reunión?
¿Por qué había una cita a mi nombre? Y no solo mi nombre, era mi nombre de soltera.
Atlas era extremadamente inteligente, el sabía que vendría y sabía cuándo vendría, de eso no había duda.
Los minutos pasaron lentos, casi agónicos. El sonido del reloj en la pared parecía hacer eco en mi mente, cada "tic" aumentando la presión que sentía en el pecho. Las manos me sudaban, y me limpié las palmas discretamente la falda, esperando que no se notara.
Finalmente, una puerta de cristal se abrió, y un hombre de aspecto intimidante, probablemente su asistente, apareció.
—El señor Valmont la espera, señorita Marlowe —anunció.
Me levanté con las piernas un poco temblorosas, pero mantuve la cabeza en alto. Lo seguí a través de los pasillos minimalistas y de paredes de cristal, donde pude ver oficinas impecables y empleados concentrados en su trabajo. Todo aquí parecía demasiado perfecto, demasiado calculado, justo como Atlas.
Cuando llegamos a la oficina, el asistente abrió la puerta y me hizo un gesto para que pasara. Tomé aire una última vez antes de cruzar el umbral.
Atlas estaba sentado tras un amplio escritorio de madera oscura, su presencia dominando la habitación. La luz de los ventanales bañaba la oficina en una suave claridad, resaltando sus rasgos afilados y perfectos. Al verme, una sonrisa lenta y calculada curvó sus labios.
—Lilith. Sabía que vendrías —dijo, su voz tan suave y seductora como recordaba, pero con un filo oculto que no podía ignorar.
Por supuesto que sabía que vendría, el tenía todo lo que yo carecía. Dinero, poder, la capacidad de destruir a cualquier persona que se pusiera en frente. No entendía que tenía Carolina en su cabeza para dejar semejante partido, y ahora por su gran decisión yo estoy metida en el medio de este embrollo.
Me quedé de pie frente a él, intentando no mostrar lo nerviosa que estaba.
—No vine por ti, Atlas. Vine para entender qué demonios quieres de mí —respondí, tratando de sonar firme, aunque mi voz tembló ligeramente.
Maravilloso Lilith.
Atlas se levantó lentamente, rodeando el escritorio hasta quedar a pocos pasos de mí. Su proximidad hizo que mi piel se erizara, pero no retrocedí.
—Quiero lo que siempre he querido, Lilith —susurró, su mirada fija en la mía, intensa y oscura—. Quiero que seas mía.
No pude evitar una risita que salió de mis labios, lo cual hizo que los ojos de Atlas se oscurecieran.
-¿Tuya? Tú lo que quieres es vengarte de tu ex, Carolina. – Declaré fríamente.
Si Atlas pensaba que quería ser parte de su estúpido juego estaba en lo correcto, pero quería tener toda la información. Yo no sería una marioneta para Atlas, le ayudaría y me aseguraría de hacer sufrir a Damián en el proceso, es más hasta podría obtener buen sexo de este trato, siempre y cuando él fuera honesto conmigo.
-Haz estado investigando. – Dijo, no era una pregunta, era una declaración a la cual yo asentí. -Perfecto, eres una mujer de negocios al igual que yo, así que dime, Lilith, qué es lo que quieres.
Lo miré fijamente, su tono se había vuelto más severo, peligroso hasta cierto punto.
-Quiero saber que quieres de mí. Es obvio que estás buscando la manera de vengarte de tu ex, lo que no entiendo es por qué rayos me buscaste a mí.
-Simple, quiero que seas mi esposa. – Me volvió a decir, haciéndome rodar los ojos.
—Esposa, ¿eh? —murmuré, como si estuviera considerando su oferta seriamente. Lo que en realidad estaba haciendo era ganar tiempo, intentando descubrir cuál era su verdadero juego. No me tragaba ni por un segundo que solo quisiera casarse conmigo para vengarse de Carolina. Atlas siempre era más complejo que eso. Más calculador.
Él sonrió, esa sonrisa lenta y peligrosa que hacía que mi piel se erizara. —Exactamente. Tú y yo, Lilith, podemos ser mucho más que simples aliados. Juntos podemos destruir a quienes nos hicieron daño.
Mis ojos se entrecerraron.
—Y supongo que piensas que voy a decir que sí.
Atlas inclinó la cabeza, su expresión aún tranquila, pero en sus ojos había una chispa de algo más oscuro. —No espero que digas que sí de inmediato, Lilith. Eres una mujer inteligente. Sabes lo que está en juego. Lo que podemos ganar.
No pude evitar reírme, una risa breve y amarga que resonó en la elegante oficina. —¿Y qué hay para mí, Atlas? —pregunté, mirándolo directamente a los ojos—. ¿Qué gano yo de este trato, además de estar casada con un hombre que probablemente me use como una ficha en su tablero de ajedrez?
Atlas dio un paso más cerca, invadiendo mi espacio personal, pero no retrocedí. —Ganas poder, Lilith. Ganas lo que siempre te ha sido negado. ¿No te cansas de estar a la sombra de hombres como Damián? ¿De ser tratada como si no valieras nada? Yo puedo darte lo que siempre has querido... libertad, independencia, y una oportunidad para vengarte de él.
Me quedé en silencio por un momento, sopesando sus palabras. Tenía razón en algo: estaba cansada. Cansada de ser traicionada, de ser utilizada. Pero también sabía que Atlas no me estaba ofreciendo esto sin esperar algo a cambio. Sabía que, de aceptar, estaría entrando en su juego.
—Entonces, yo obtengo todo lo que deseo, pero qué obtienes tú a cambio. Estarás casado con una mujer que no amas, que no puede ayudarte de ninguna manera, o ¿acaso quieres que Carolina vuelva a tu lado? – Pregunté.
Era lo único que hacía lógica en mi mente. Tal vez él quería que Carolina se diera cuenta del error que cometió y volviera a él, pero en lugar de quedarse callado, Atlas bufó.
—Digamos que ella me dio en mi orgullo, pero nunca la amé. No he amado a nadie en mi vida, por lo cual si ingresas a esto es solo un matrimonio de contrato. No habrá amor, ni citas, ni flores. En las cámaras dirás que eres la mujer más afortunada y yo seré un marido ejemplar. — Lo que me explicaba yo ya lo sabía, no era tan estúpida para pensar que Atlas se había enamorado de mi por una sola cogida. —Antes de que preguntes, no habrá engaños de ningún lado, si necesitas sexo puedes pedírmelo y ya está, no quiero titulares de que mi esposa se está revolcando con cualquiera.
Me entró una rabia que no sabía que podía caber en mi cuerpo, tal fue mi furia que alcé mi brazo y le di una fuerte bofetada.
—¡A mí no me insultas carajo! — Rugí. Nunca en mi vida había sido infiel, y si entraba en este contrato no lo sería. —A diferencia de tu ex noviecita yo sí sé mantener mis piernas cerradas.
Atlas acarició la mejilla que yo había abofeteado suavemente y luego me miró. Esperaba ver ira, pero, al contrario, era como si le divirtiera mi reacción.
—Me disculpo, es verdad, no he encontrado nada que reprocharte en ese aspecto. — dijo con su voz sexy. — ¿Te parece si te invito a almorzar?
¿Acepto o no acepto su propuesta? Sé que si salgo ahora sería como hacer un trato con el diablo.
Un diablo demasiado guapo para mi desgracia.