Diana había ido a Londres con toda la intención de hacer borrón y cuenta nueva en su vida. Después de un desastroso romance con pinta de idílico, con el imbécil de Iván Fayad, ese cretino miserable que tuvo la osadía de tomarla por ingenua al planear casarse con ella y llevar una doble vida a sus espaldas, acostándose con cuanta tipa se le antojara. Pero, siempre podía contar con Londres y con Denise, sobre todo, para curar sus heridas y recuperar su estabilidad emocional. Después de su boda, De, se iría de luna de miel a las islas griegas. Ella, su perfecto príncipe y esas deliciosas y cálidas aguas azules. Entonces, tendría que conformarse con Londres y todo lo que tenía que ofrecerle a una chica soltera, que venía dispuesta a no dejar pasar cada aventura que la vida le propusiera. Porque, tampoco es que haya estado tan enamorada del imbécil de Iván, le había dolido el engaño, sí, pero lo que más rabia le había provocado, fue encontrarlo en su departamento con la golfa de Barbara Urdaneta. Se había acostado con su némesis, en su propia cama y en su propio departamento, con esa “Barbie descerebrada y llena de silicón”.
Se dejo caer sobre la cama y sus mullidos cojines, olía delicioso y la habitación era un sueño. Así que, decidió que no iba a pesar más en ellos, no iba a permitir que le arruinaran el viaje. Un viaje de autodescubrimiento, porque estaba decidida a descubrir a su “yo” divertido, esa parte extrovertida que sabía qué tenía pero que casi nunca dejaba salir por insegura. Iván la había llamado remilgada y “mocha”, lo que sea que eso signifique. Insinuó que era demasiado seria y aburrida, que solo pensaba en el trabajo y que no sabía divertirse. En pocas palabras, la había culpado a ella por su infidelidad, el muy… bastardo. Así que, tomo una maleta, la única que había preparado y salió del departamento con Iván detrás de ella, diciendo que aun así la quería, que no importaba que fuera aburrida, que tenía un cuerpo estupendo y quien sabe cuántas estupideces más y al final, por si hacía falta coronar la patética escena, en medio del estacionamiento y justo cuando iba a subir a su coche, estando él medio desnudo, con los pantalones desabrochados y frente a sus vecinos, le pidió a gritos que se casara con él.
Sí, después de haberlo encontrado f0llandose a su peor enemiga, en su departamento y en su propia cama, todavía tuvo la osadía y el cinismo de pedirle a gritos frente a todos, que se casara con él. Se había quedado paralizada por unos minutos, estupefacta y patidifusa, sin saber que hacer o que decir, cada que abría la boca volvía a cerrarla sin pronunciar ningún sonido. Era la primera vez que Iván la dejaba con la boca abierta. Entonces se había acercado tratando de abrazarla, mientras le preguntaba cuál era su respuesta. Cuando al fin reacciono, lo empujo con todas sus fuerzas, entro al auto y cuando dio la vuelta para salir del estacionamiento, le grito a voz en cuello que tendría que estar demente para aceptar esa locura y solo escucho que le preguntaba, también a gritos, si eso era un “no”.
“Dios” Todo había sido tan patético y se le caía la cara de vergüenza tan solo de pensar que algún día volvería a su departamento y tendría que enfrentar las criticas, o, peor aún, las miradas compasivas de sus vecinos. Y ahí estaba, en Londres, en su hotel favorito y con la expectativa de la gran boda de su mejor amiga, a quien consideraba como su hermana. Denise declaraba ser la mujer más feliz del mundo porque, no solo iba a casarse con el hombre de sus sueños, sino que, además, tenía otra razón más para ser tan feliz, pero no le había contado nada, solo dijo que era una sorpresa y que se lo diría cuando estuviera en Londres. Además, la identidad del príncipe azul era todo un misterio, porque al parecer, la familia era muy reservada y mantenía la información que se le daba a prensa muy controlada y era tan cierto porque, solo sabía que se llamaba Jonathan y eso que había buscado información y no pudo encontrar nada acerca de un importante empresario ingles llamado Jonathan.
Tardo horas para comunicarse con Denise y cuando logro hacerlo, solo pudo cruzar algunas cuantas palabras con ella. Se disculpaba por no ir a recibirla personalmente y también por no poder llevarla a cenar, aun tenía mil cosas que hacer y su planeadora de bodas la mantenía muy ocupada, pero le confirmo que su vestido estaba listo y que la boutique del hotel podía perfectamente hacerse cargo de los ajustes necesarios para que le quedara perfecto su vestido de “Dama”. En su lugar, una chica llamada Natalie, fue a buscarla y le informo que era la Dama de Honor, ella se encargaría de llevarla a probarse su vestido. Definitivamente fue rápido, el vestido era hermoso y no necesitaba muchos ajustes, solo subir un poco la bastilla, aunque no sería absolutamente necesario, con unos tacones más altos, no habría ningún problema.
Después de terminar con el vestido, la llevo a un restaurante donde se reunieron todas las damas para organizar la despedida de soltera de Denise, la cual tendría lugar la noche siguiente. Después de casi tres horas de deliberación, la fiesta quedo organizada y quedaron en recogerla afuera del hotel, al día siguiente después de la siete de la tarde. Gracias a la algarabía de 5 mujeres hablando al mismo tiempo durante tres horas, pudo mantener a raya los nervios. Se sentía nerviosa a pesar de las dudas y la incertidumbre. No podía creer que ese hombre tan guapo y sexy la hubiese invitado a cenar, sobre todo por la forma tan cliché en que se habían conocido. El típico tropiezo, bueno, aunque… ¿cuántas veces, dos futuras almas gemelas, se conocen mientras la chica va distraída mirándole el trasero a un rubio sexy que se parece a Brad Pitt?
Se decidió por arreglarse, porque igual tendría que bajar a cenar. Claro que podría quedarse en la habitación y pedir servicio al cuarto, pero… podría perderse la oportunidad de volver a ver al rubio. Si, él otro se lo llevaba de calle, con esa altura y esa encantadora sonrisa de lado, pero… siendo realistas, ¿Qué posibilidades había de que cumpliera su palabra? Se había sentido muy extraña cuando se miraba reflejada en esos hermosos ojos azules, pero no sabía su nombre, ni su número de habitación, ni tampoco tenía su teléfono y si no era huésped del hotel, podría estar tan ocupado que seguro olvidaría su breve encuentro, aunque para ella hubiese sido tan significativo, no quería decir que fuera lo mismo para él.
Perfecto, ahora se sentía deprimida y ya no quería bajar. Se le antojaba quedarse en la habitación, pedir un litro de deliciosa nieve de nuez con chispas de chocolate y ver un maratón de películas cursis de amor. Y, por si fuera poco, recordó que no tenía pareja para la boda. Se vería absolutamente patética al presentarse sola a la boda de su mejor amiga. Le había asegurado a Denise que iría acompañada de su fabuloso galán, Iván Fayad; hijo de un político muy importante. Y ahora, ahí estaba, tan patética y sola, como siempre.