Capítulo 3: "Increíblemente bueno, para ser verdad"

1199 Words
Se miro en el enorme espejo de dos metros que adornaba una estrecha pared en su suite. No estaba mal. Llevaba un vestido n***o ajustado, con un amplio escote en la espalda, de manga larga, pero en el hombro derecho estaba abierto y solo cubierto por algunas tiras bordadas de pedrería que le daban un toque bastante formal. Con su 1.67 de estatura, no era muy alta, pero tampoco baja y sus tacones del 10 lograban que sus piernas lucieran largas y estilizadas. El vestido también resaltaba su talle esbelto y delineaba muy bien su trasero. Entonces se sacudió la depresión y tomo su cartera de mano, se suponía que estaba ahí para darle un giro diferente a su vida, quería conocer personas y divertirse, encerrada en su habitación no haría nada de eso. En cuanto cerró la puerta y se volvió hacia el pasillo, volvió a tropezar con alguien. Levanto la vista y se encontró de nuevo entre los brazos de mismo hombre, el dueño de esos ojos que eran imposibles de olvidar. —Juro que esta vez no fue intencional. —No, creo que la del problema soy yo. —En realidad, venía a buscarte, así que el encuentro no fue tan fortuito. —¿En serio? Yo… creí que… no podrías encontrarme. —Yo siempre —se inclinó para susurrarle muy cerca de su oído—, encuentro lo que quiero. Sus rodillas flaquearon y tuvo que sostenerse para no caer, sus brazos se aferraron a lo que tenía más cerca, él. Y cuando sus cuerpos entraron en contacto, no pudo reprimirse y gimió, los brazos de él la estrecharon y cubrió su boca con la suya. Fue como una gran explosión de adrenalina que recorrió sus cuerpos y los hizo vibrar en la misma frecuencia… sus labios se movían expertos por su boca, con pequeños y suaves mordiscos, su lengua cálida acariciaba las comisuras de su boca, era como si le estuviera pidiendo permiso para entrar, entonces le dio acceso y el beso muto y se volvió más pasional, exigente y posesivo. Alguien se aclaró la garganta a su espalda, pero continuaron perdidos el uno en el otro por varios segundos más, hasta que la persona que esperaba que se hicieran a un lado, les pidió permiso para pasar con tono molesto. Diana escondió el rostro contra su pecho, bastante avergonzada y él tuvo que darle la cara al huésped que los fulminaba a ambos por estorbar en la mitad del pasillo. Se meso el cabello mientras murmuraba su mal genio, y se restregó la cara con las manos. —¡Lo siento! —le murmuro al mal encarado huésped, quien no se dignó a contestar. Ella no levanto la cara hasta que estuvo segura de que la persona desapareció de la vista. Entonces John la separo y levanto su barbilla. —Eso fue… increíblemente bueno. Mira —le enseño sus manos qué temblaban— Estoy temblando. No sé lo que me pasa contigo, es tan… inesperado y… me siento tan... necesitada. El también levanto sus manos y le enseño que también temblaban. De hecho, todo él estaba temblando y ella, por un momento se asustó e iba decir algo, pero él volvió a tomar sus labios, succionando habilmente causando que gimiera con suavidad contra sus labios. Sus cuerpos estaban en contacto porque la tenía prisionera contra la puerta de su habitación, entonces recordó la tarjeta y trato de abrir la puerta sin dejar de besarlo en el intento. Tardo un poco, pero finalmente la puerta se abrió y ambos se vieron empujados por la inercia hacia adentro, tuvieron que separarse para no caer al piso. John pareció tomar conciencia por un momento, pero Diana se lamió los labios y él no pudo o ya no quiso, seguir resistiéndose a la tentación, cerró la puerta con el pie y acto seguido se quitó la americana. Diana estaba a la expectativa de su próximo movimiento y jadeo cuando se acercó, le acuno el rostro entre las manos, delineo sus labios con los pulgares y entonces bajo el rostro y volvió a besarla. Lo siguiente que ocurrió fue que, él la tomo por las nalg@s y la levanto para llevarla contra la pared, ella rodeo sus caderas con las piernas, su vestido no era muy elástico, así que, se subió hasta muy por encima de su cadera, dándole todo el acceso necesario y pudo sentir su excit@ción en toda su gloria, la deseaba casi con desesperación y ella a él. John no dejaba de besarla, mientras que ella luchaba con los botones de su camisa. Él bajo su vestido por los hombros para desnudar sus sen0s, no llevaba bra porque con ese escote en la espalda no era necesario, lo cual era muy conveniente en ese momento. Diana había cruzado los tobillos a su espalda y él pudo soltar sus nalg@s para levantar sus brazos por encima de la cabeza y devorar sus pech0s, mientras lamía, m0rdía, chUpaba y restregaba su erecc¡ón contra ella que ya estaba demasiado c@liente y húmeda. Diana jadeaba y gemía cuando la aguda punzada en su zona íntim@ se clavaba tan profundamente, que ya era insoportable y sentía que si no la pen3traba ya, la frustración se apoderaría de ella y se volvería loc@. Entonces le suplico >>¡por favor, ya!<< y él levanto la vista, clavando sus ojos azules en los de ella y sin dejar de mirarla, bajo su cremallera, aparto sus bragas húmedas y la penetr0 hundiéndose profundamente mientras ella arqueaba las cader@s, quejándose tan solo un poco y luego dejando escapar un gem¡do largo y profundo. John comenzó a moverse en su interior con estocadas fuertes, retirándose casi por completo para hundirse completamente después. Los sonidos de Diana lo envolvían exc¡tándol0 a tal grado que, perdió el control y termino corriéndose en su interior mientras ella gritaba y se estremecía entre sus brazos. Ambos recobraron la cordura unos minutos después, aun jadeando y tratando de normalizar su respiración. Él la miro con ternura y quizás algo más, despues coloco sus mechones rebeldes detrás de sus oídos y le pregunto si se encontraba bien, ella solo asintió porque, se sentía abrumada por lo que acababa de pasar. Diana intento bajar las piernas y él sintió su temblor, sabía que no estaba demasiado estable, así que la sostuvo hasta que pudo pararse bien y la ayudo a subir las mangas de su vestido, acto seguido alineo la falda y dio un paso inseguro. John le rodeo la cintura y la ayudo a llegar hasta la cama. Ninguno dijo nada, no se atrevieron por miedo a romper la magia que los envolvía, aferrándose cada uno, por sus propias razones, a los vestigios que aún quedaban. La razón de él, mantener a raya y muy lejos la culpa. Mientras que la razón de ella era la incredulidad. La culpa que él sentía porque, sabía que eso no está bien y la incredulidad de ella, porque jamás espero que las cosas resultaran así, algo tan sublime y hermoso, dentro de algo tan básico y sobrevalorado como lo era el sexo, o al menos, eso pensaba antes.
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