Calia
Desde qué Azzoth propuso qué Constantin y yo nos casaramos para arreglar el problema que tenemos, Constantin me ha evitado por días, se la pasa encerrado en su habitación, vagando por los rincones del infierno o entre las habitaciones dónde tienen la ropa por la cuales personas han vendido su alma.
Sin mencionar qué cuando Caín se enteró de esto casi va a matar a Constantin de nuevo y qué ahora me tiene más vigilada.
Ahora estoy en la biblioteca cuando escucho la voz de Lucifer seguida de dos de los príncipes del infierno, no les presto atención, sí algo me han enseñado es qué escuchar conversaciones ajenas no es de buena educación. Así que me concentro en el libro que tengo en las manos, pero no logro hacer cuando escuchó otra voz.
— Quiero verla.
¿Gabriel? Dejó el libro en su lugar y corro a la puerta, camino por el pasillo y entonces lo veo, alto con el cabello plata y sus ojos ámbar, tiene un traje n***o.
— ¡Gabriel! – gritó y él se volteó.
— Calia – viene a mí y me abraza. – Niña de mis ojos, te ves mucho mejor qué cuando estabas en el Cielo.
— Sí, porque aquí si la cuidamos bien – dijo Lucifer llegando a nosotros.
— La verdad sí – sonrió y miró a Gabriel. – ¿Qué haces aquí? ¿Te envío padre?
— No sabe ni siquiera qué estoy aquí – vamos a la gran sala y nos sentamos. – Pero hay serios problemas, supongo qué Lucifer te tiene al tanto de lo qué ha estado pasando.
— ¿Qué? – miró a Lucifer.
— No le he dicho nada, joder el Infierno es problema mío y Calia lo único qué debe hacer es estar cómoda no preocuparse por cuantos ángeles ya he enviado al lago de lava ardiente del infierno.
Llevo mi mano a la boca ¿ha estado matando angeles? ¿Por qué no me dijo? Lucifer suspira cuando me mira y Gabriel también lo hace.
— ¿Esto es normal para ustedes? Es claro qué no estoy de acuerdo con el Cielo pero sigue siendo mi familia, tú ya los consideras eso – digo mirando a Lucifer.
— Princesa, soldados angelicales vienen a la puerta de mi casa matando a mis Hellhound y amenazando con traer el fuego de Dios si no te sacó de aquí – me mira con una sonrisa. – Si vinieran como Gabe lo hace, hasta les invitaría un café.
— Dios está enviando matones del Cielo – dice Gabriel. – Te van a sacar de aquí por la malas, matando a quien sea.
— ¿Qué? – lo miró. – No sería capaz.
— Emmanuel está alistando una legión de ángeles para sacarte aquí – dijo Gabriel.
Me levantó de golpe, creo todo lo qué dice porque conozco cómo es el Cielo y si es dicho por Dios creen que es bueno y deben hacerlo cuando están matando inocentes qué sólo tratan de cuidarme aquí. Levantó la vista y veo a Constantin recargado en la pared, ¿desde cuándo está ahí? Me vuelvo a Gabriel, miró a mis dos hermanos mayores y me fijo que Lucifer y Gabriel parecen tener buena relación.
— ¿Por qué nunca me dijiste que te llevabas bien con Lucifer?
— Nunca lo preguntaste, Luci y yo siempre nos hemos llevado bien – dijo Gabriel mirando a Lucifer.
— Entonces él te dijo que estaba aquí.
— No, hemos hablado todo el tiempo y nunca te menciono hasta qué empezó a matar ángeles y dije ¿por qué? Y aquí estás.
Miró a Lucifer y tiene una sonrisa, muy malo puede ser, pero no dijo ni una sola palabra de mí.
— Cuido lo qué es importante para mí – dijo Lucifer. – En fin, preparare a los mejores demonios, Vonamok y Bolzum los van a liderar, estaremos listos para cualquier ataqué del Cielo.
— Si Emmanuel llega a venir aquí – dijo Gabriel. – Tendrás qué salir tú.
— Si salgo yo, es una declaración de guerra al Cielo – dijo Lucifer. – Matar a un arcángel es cómo iniciar el apocalipsis.
— No los dejaré hacer eso – los miró. – No van a iniciar de nuevo el apocalipsis por mí, me voy a ir. Podré sobrevivir a Emmanuel.
— No – dijo Gabriel. – Tú mejor decisión hasta ahora es irte del Cielo, no vas a regresar por miedo.
— Además siempre he podido con los ángeles, porque una vez fui uno – dijo Lucifer. – No tienes qué preocuparte, Calia.
Siento qué alguien está a mis espalda, me giro y veo a Constantin. Es un poco más alto qué yo, su cabello n***o brilla con la luz y sus ojos son cómo un mar profundo. Desde el primer momento me sentí extraña con él, pero no malo, sino algo bueno. Me gusta su cercanía y cuando me tocaba, disfruto tenerlo cerca, algo qué no me pasa con muchos.
— Un matrimonio nos va a liberar de todo – dijo Constantin.
— ¿Qué? – dijo Gabriel.
— Dijiste que no – digo mirándolo. Su mar me mira fijamente y siento un escalofrío en mi espalda. – Así qué eso ya no es una opción.
— ¿Quieres el apocalipsis, o tener todo en paz? – dice mirándome. – No voy a dejar qué te vayas de nuevo al Cielo y no dejaré qué la Muerte venga por ti.
— ¿Cómo? – dijo Gabriel.
— Constantin…
— Ángel, sólo así te vas a liberar de todo.
Me cruzo de brazos, siento la mirada de Constantin calandome por dentro, muerdo mis labios y miró a mis hermanos.
— Quiero estar sola.
— No – dijo Gabriel.
— Vámonos – dijo Lucifer.
— No la voy a dejar sola con este cuervo…
— Qué nos vamos – dijo Lucifer y lo sacó a la fuerza.
Constantin no deja de mirarme, es la primera vez desde qué dijo qué no a la propuesta de Azzoth. Me siento en el sofá y él hace lo mismo, suspira y pasa una mano por su cabello.
— ¿Estás consciente de lo qué vas a pasar si te casas conmigo? – digo mirándolo. – Soy un ángel, tu enemigo básicamente, somos todo lo opuesto, yo soy la vida y tú eres la muerte.
— A la mierda lo qué somos, no eres mi enemiga tú eres mi salvadora, mi ángel – siento qué mi corazón late con fuerza cuando dice “mi ángel”. – No acepte el matrimonio porque no pienso encadenarte a otro, pero la situación está creciendo y no te voy a dejar sola después de lo qué hiciste por mí, además te lo debo.
— No me debes nada, ¿por qué todos dicen eso cuando haces algo bueno? Lo hice desinteresadamente, no quiero tu lastima a cambio.
— No es lastima – toma mi mano. – Creeme qué no es lastima.
— ¿Entonces?
Aprieta la mandíbula y quita la mirada de la mía, no suelta mi mano y me gusta volver a sentir su tacto, esas manos grandes, rasposas y con varias cicatrices en ellas. No sé porque me gusta tanto sentirlo cerca.
— Lo haremos sólo sí tú quieres, no te voy a obligar a nada – dijo.
— No quiero iniciar el siguiente apocalipsis, así qué sí – lo miró. – Es poco romántico, esperaba qué esto fuera cómo en las películas – suspiró. – En fin, vamos a decirles.
— No, aun no – se levanta. – Esperemos hasta mañana, yo hablaré con ellos ahora, sólo espera hasta mañana para decirles nuestra decisión.
— Está bien ¿a dónde irás? – preguntó cuando se levantó y suelta mi mano.
— Tengo algo qué hacer, nos veremos aquí más tarde.
No sé qué fue lo que Constantin les dijo a Gabriel y Lucifer pero ninguno de los dos me dijo nada sobre el tema, simplemente pasamos tiempo los tres juntos, cómo sí fuera algo tan normal y natural. Gabriel le contaba a Lucifer los lugares a los qué me ha llevado en la tierra y Lucifer a cada tanto regaña a Gabriel por llevarme a lugares inapropiados, según él.
— La lleve a un club de strippers – dijo Gabriel.
— No me puto jodas – dijo Lucifer. – ¿Por qué?
— Mi curiosidad, pero sabes qué pasó, ella terminó bailando con las chicas y salimos del club llenos de brillos, ella se las hizo sus amigas.
— ¿Enserio?
— Sí – sonreí mientras comía helado.
— Calia saca lo bueno de las personas, no importa lo jodidas qué están ella reluce todo lo bueno – dijo Gabriel. – Pero eso no aplica al cielo porque según todos son buenos, en cambio ella reluce todo lo malo de ellos.
Gabriel es al menos el único arcángel que habla con Lucifer cómo si no hubiese ocurrido nada, supongo qué es por eso qué siempre me llevo mejor con Gabriel qué con Miguel.
— Vaya parece qué los hermanos mayores se reunieron con la más chiquita – dijo Caín, me sonrió y se sentó frente a mí.
— Caín – dijo Gabriel. – ¿Sabes qué está loca lo encontró sola? – dijo a Lucifer. – Le enseñe a salir del cielo sin qué nadie la viera, una semana después de qué saliera por primera vez la encuentro en casa de Caín cultivando abejas.
— Yo sí le enseñaba cosas buenas a la niña, tú sólo la enseñabas a ir a fiestas – dijo Caín.
— Es joven, debe hacerlo – sonrió Gabriel.
— Pero, a todo esto, sí estás aquí no son buenas noticias – dijo Caín mirándolo. – ¿Qué pasó? No van a aceptar ese matrimonio con el cuervo ¿verdad?
— No necesita tu aprobación – dijo Gabriel. – Sólo la nuestra.
— Es cómo mi hija, siempre acude a mí a problemas – dijo Caín. – No te casaras con él, Calia.
— No me lo ha propuesto – digo mirándolo. – Caín, te quiero mucho y lo sabes, pero no quiero un apocalipsis y ellos no quieren qué me entregue al Cielo, entonces, un matrimonio es lo mejor.
De pronto la puerta de la sala se abre, Vonamok entra y sin decir nada enciende la televisión.
— ¿Cuándo íbamos a saber que Constantin Gorman es un sujeto famoso en el mundo mortal?
En la televisión se muestra a mucha prensa, los reporteros avasallan a Constantin y Azzoth, los dos tratan de alejarse de la prensa y le hacen muchas preguntas a Constantin, no logró entender qué demonios ocurre.
— Mierda – dijo Lucifer.
— ¿Lo sabías? – dijo Vonamok.
— Claro qué lo sabía, joder yo lo sé todo, Constantin se mantuvo casi cinco meses lejos de su mundo para apoyar a Alister – dijo Lucifer mirándolo. – Pero parece qué la prensa lo encontró de alguna manera.
— ¿Y es algo malo? – digo sin saber qué pasa.
— De hecho no – dijo Gabriel. – Lucifer hablemos en tu despacho.
Los dos se van sin decirme nada y Vonamok me mira y se va casi corriendo, ¿qué pasa? No entiendo nada.
— Vaya, diseñador de moda – dijo Caín. – Al menos vas a tener todos tus caprichos en la ropa.
— ¿Eso significa qué lo aceptas? – dije mirándolo. – Caín, no quiero sangre derramada en mi nombre, no soy así.
— Eres muy buena – me miró. – Y eso es lo malo en ti – suspiró. – Hablaré con él, pero hasta qué no haya anillo, no acepto nada.
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Constantin
Azzoth me acompaño, es la única en la qué confío para estas cosas. Me reconforta saber qué estamos muy muy lejos de Castlebrook, por lo qué significa qué nadie corre peligro y qué en el lugar qué estamos ahora no hay ningún núcleo de magia ni nada por el estilo, sino qué es un simple lugar dónde todos son seres humanos.
— Aquí – dijo Azzoth. – Aradia venía aquí por sus joyas.
El lugar es muy grande, joyas enormes y de buena calidad son las qué venden.
— Buenas tardes ¿en qué podemos ayudarlos? – dijo el hombre qué nos recibió.
— Anillos de compromiso – dije mirándolo.
Miró a Azzoth y seguramente pensó algo el hombre porque nos miró raros, y es qué Azzoth tiene aún un rostro tan de niña pequeña aunque ya tiene 18 años.
— Soy su hermana – dijo Azzoth. – Los anillos, vamos.
— Claro, pasen por aquí.
— Sí conmigo se ponen así, imagine con Calia, parece una chica de 20 años aunque ya tiene casi doscientos años.
— Me casaré con una mujer mayor – le sonrió y ella puso los ojos en blanco. – Ánimo enana, habrá boda y será mucho mejor que la de Crowley.
No dice nada, nos sentamos y esperamos al hombre.
— ¿Tienes algo en mente? – dijo Azzoth.
Tengo algo en mente. Más no se lo digo. El hombre llega y nos ponen varias cajas con los anillos, todos tienen enormes piedras y no dudo qué con alguno de estos anillos Calia se vea estupenda, pero dadas las circunstancias quiero algo especial.
— Mira esto – Azzoth toma un anillo con una piedra roja. – Es hermoso.
— Lo es – digo mirándolo. – Pero no me gusta.
Sigo observando mientras Azzoth sigue diciendo lo hermosos qué son los anillos. Entonces lo veo, es un zafiro en forma de flor, tiene el diseño de los pétalos de la flor y a sus lados tiene dos esmeraldas qué simulan las hojas verdes de la misma flor. Es una combinación perfecta, los ojos del ángel y mis ojos plasmados en un anillo.
Siento mi corazón latiendo con fuerza, cierro los ojos y vuelvo a verla, su cabello dorado, sus ojos esmeraldas, esa sonrisa hermosa y esa dulce voz diciendo mi nombre. Va a ser mi esposa. He estado cómo una puta sombra tras ella todos estos días, pero por más qué trataba de alejarme de ella no podía dejar de pensar en ella, me sentía un acosador por seguirla, pero mierda, no podía dejar de verla. Soy un egoísta al decir qué no quería un matrimonio arreglado porque no iba a funcionar, pero ahora sólo la quiero para mí, puedo hacer qué funcione este matrimonio.
— Me lo llevo – digo dándole el anillo.
— Déjame verlo – dijo Azzoth pero el hombre se lo llevó. – No vi cómo era.
— Lo verás en la mano de Calia.
— Maldito – susurró y me miró. – ¿Me dirás qué cambio? No querías casarte con ella.
— No quiero otra guerra – la miró. – Ya me canse de estar en guerra, necesito paz, tengo cosas que arreglar por lo sucedido pero estaba tan absorto en los problemas de Alister y Elahe qué me olvide de lo mío, dime egoísta pero ahora todo lo qué pase en Castlebrook, el Smile y todo lo demás, es problema de los Crowley, no mío. Ya puse a todos sobre mis necesidades y gracias a Calia tengo una segunda oportunidad que no voy a desaprovechar.
— Y vaya qué no lo harás – se pone frente a mí. – Te gusta, no lo niegues, ella te atrae cómo un imán.
— No lo voy a negar – le sonrió.
— Me alegra – me sonríe. – Además, estoy segura de qué todos tus encantos y ese lado tan romántico qué tienes la van a enamorar.
— Aquí tiene – el hombre me entrega el anillo.
— Gracias.
Lo guardo y Azzoth me tomó del brazo para salir de la joyería, cuando de pronto demasiados reporteros aparecen de no sé dónde.
— ¡Señor Gorman! ¿Qué hace aquí? ¿Volverá a Italia para sus nuevos diseños?
— ¿Ya acabó su descanso creativo?
— ¿Nos dirá por qué se retiró?
Mierda.
Mierda.
Mierda.
La jodida prensa me encontró por fin y mañana todos los tabloides tendrán mi cara, el gran diseñador de moda aparece saliendo de una joyería carísima.
Con suerte subimos a la camioneta qué se pone en marcha apenas cerramos la puerta.
— ¿Qué demonios fue eso? ¿Diseñador de moda? ¿Qué me escondes?
— Esto sólo lo sabe tu padre – la miró. – Soy un importante diseñador de moda, joder yo fui quien le diseño el traje a Alister para su boda, pero nunca lo sabra. Es un puto secreto así qué cállate.
— ¿Y porque es un secreto?
— Porqué así quiero mantenerlo.
Nadie, ni siquiera Alister lo sabía. Soy el gran criminalista y forense, también fui parte del ejército de seres sobrenaturales, pero siempre tuve inclinación por la moda y estuve casi cinco años desaparecido, me forme cómo un gran diseñador de moda. Cuando todo lo de Alister acabara, me iría de Castlebrook para tener esa vida qué siempre quise y ahora la voy a tener, sin importar nada.
— Quiero qué le digas al chef qué prepare una buena cena, quiero estar en uno de los grandes salones y quiero estar sólo con ella – digo mirando a Azzoth.
— Dame tres horas, voy a preparar todo y te avisaré cuando ya puedas ir – me miró. – Haré tu pedida de mano inolvidable – sonrió.
Llegamos al infierno, todos me miran y sin duda ya deben saber qué demonios pasó. Azzoth se va de inmediato a preparar lo qué le dije y cuando estoy llegando a la gran sala veo a Calia, respiro profundo cuando la veo, me sorprendo qué siempre tiene un gran impacto cuando la veo.
— Hola – me acerqué a ella.
— Te ves bien en televisión – dijo mirándome. – ¿Me vas a explicar?
— Claro – me senté a su lado y la mire. – Soy un diseñador de moda muy importante del mundo mortal, estuve desaparecido varios meses y no sé cómo la prensa me encontró.
— ¿Diseñador? – se le forma esa gran sonrisa qué le ilumina los ojos y qué hace mi corazón latir con fuerza. – ¿Puedo ver?
— Claro – extiendo mi mano. – Vamos, tengo algunos modelos aquí.
Toma mi mano y siento un cosquilleo, me encanta. Sentir su suave piel, sentir cómo aprieta mi mano y cómo se pega a mi cuerpo, ese dulce aroma al cual me estoy volviendo adicto. Soy consciente de qué somos luz y oscuridad, vida y muerte, lo imposible y lo posible, pero una vez le de ese anillo nadie me la va a quitar, ni la Muerte ni el Cielo, me enfrentaré a ellos con tal de tenerla conmigo.
Entramos a dónde Aradia llegaba a trabajar, la llevó hasta uno de los grandes pasillos y entramos a una habitación, suelto su mano y quitó la sábana negra de todos mis diseños. Son diseños pasados, algunos qué no me gustaron, pero en sí todos estos diseños son los qué nunca salieron a la luz.
— Son diseños especiales – digo mirándolos. – Nunca salieron a la luz, son un secreto.
Me giró y veo a Calia mirándolos con tanta intriga, cómo si acabara de encontrar los diez mandamientos escritos por Dios. Suspiró y me acercó a ella, parándome detrás de ella, pasó los dedos por su melena dorada, es tan suave y huele a rosas, no frenó mis manos y la tomó de la cintura.
— Todo esto es tuyo – susurró a su oído. – Haré qué te envíen esto a tu habitación y puedas ponerte lo que quieras.
— ¿De verdad? – me mira sobre su hombro.
— Sí – digo mirándola a los ojos. – Todo lo mío es tuyo a partir de ahora, ángel.
Se gira y queda frente a mí, mi mano va a su mejilla y acarició su suave piel, tiene los labios entreabiertos, y puedo escuchar el latido de su corazón. Sus ojos recorren mi rostro, la acercó más a mí, levanta la mirada y me mira a los ojos.
Inclino mi rostro, nuestras frentes se juntan, ella jadea y roza su nariz con la mía. No soy bueno para ella. Pero no me importa ni siquiera un poco. Siento sus manos en mis brazos y por un momento siento qué se va a retirar y romper el contacto, no la obligare, pero me sorprende cuando ella es quien roza nuestros labios y me besa.
Un dulce, tímido e inexperto besó. Se detiene, pero yo no lo hago, vuelvo a unir nuestros labios y está vez yo tomó el control, guiando sus labios con los míos, un beso lento y tierno, no tengo prisa por nada y quiero qué disfrute lo qué es un beso. Rompemos el contacto, acuno su rostro entre mis manos y la miró, la pupila de sus ojos se dilato, me sonríe, sus mejillas están rojas y sus labios rojos e hinchados, acarició sus mejillas y le sonrió.
— Sí me he pasado de la raya dimelo y no volveré a hacerlo – digo sin apartar la mirada.
— No, no te has pasado – dice de inmediato. – Me gusto mucho.
Sonrió al ver qué se ha apenado conmigo. La atraigo a mis brazos, ella deja su cabeza sobre mi pecho y aspiro su dulce aroma, besó su cabello y disfruto de esto.
— Ángel, no quiero arruinar el momento pero debes ir a tu habitación, tengo qué hablar con tus hermanos y luego iré por ti para cenar juntos.
— ¿Cómo una cita, de esas qué pasan en la televisión? Es qué he visto muchas de esas con Azzoth.
— Sí – le sonrió y besó su mejilla. – Nos vemos en un rato.
Salgo de la habitación, conteniendo mis ganas de no volver ahí y tomarla cómo mía. Voy al despacho de Lucifer dónde está con Gabriel, me siento y los miró a ambos.
— Queríamos hablar contigo – dijo Gabriel.
— Yo también – pongo la cajita con el anillo sobre el escritorio. – Me casare con su hermana, hoy le pediré matrimonio y diganme anticuado pero yo sí hago las cosas bien, denme su bendición.
— Tienes huevos – dijo Gabriel con una sonrisa. – Lucifer y yo hablamos, tu situación como diseñador nos dio una idea.
— ¿Qué?
— Qué su relación sea pública, qué la prensa los tomen juntos, así se verán más reales y además, entre más lejos esté ella de la guerra y todo eso, será mejor. Calia quiere explorar el mundo, además casada y ligada con la Muerte misma hace casi imposible detectarla en la tierra – dijo Lucifer. – Nosotros nos vamos a encargar del Cielo y de la Muerte, tú te encargaras de tus cosas y de tener a Calia contigo y a salvo.
— Resumiendo todo, mantienes a Calia a salvo y feliz, mientras nosotros detenemos las guerras qué se avecinan. Entre más lejos estén, será mejor ¿sí? – dijo Gabriel.
— Está bien, aceptó – tomó el anillo. – La boda será en cinco días, Lucifer encargate de eso, eres el mejor para esas cosas.
— Por supuesto – dijo Lucifer. – ¿Quieres qué me encargue del vestido también?
— No.