Calia
Me miró al espejo, con un vestido amarillo de la coleccion de Coantsnatin, me pongo unso zapatos del mismo color y suelto mi cabello, alguien toca la puerta y veo a Azzoth qué se lleva las manos a su boca.
— Está hermoso ese vestido – dijo al verme. – Te hace juego con tu cabello, tu piel te ves radiante – le sonrió. – A Constantin le va a gustar.
— Eso espero – sonrió pasando las manos por el cinturón del vestido.
— Dejame maquillarte, sé qué toda tu belleza es natural, pero algo de maquillaje no te hará mal.
— ¿Y qué hago?
— Sólo siéntate y déjame hacer todo.
Azzoth comenzó a sacar cosas y no podía ver lo que hacía, sólo sentía que me ponía cosas en la cara.
— Constantin es el hombre más dulce qué conozco, es un hombre qué no tiene miedo de demostrar sus sentimientos – comienza a hablar Azzoth. – Defiende a quienes ama y no importa qué tan peligroso sea algo, sí él puede hacer algo lo hace. No tengo duda de qué no tendrás un mejor hombre cómo esposo que él.
— ¿Enserio? – la miró.
— Sí.
Mi corazón aún late con fuerza cuando recuerdo el besó. Sus labios sobre los míos, esa sensación de calor esparciéndose por todo mi cuerpo, y la forma en la qué me habló. Me gusta.
— Listo – dijo Azzoth y se quitó para verme. – No fue mucho, pero te quedo muy bien.
Vaya. Mis ojos tienen una sombra de brillos dorados, mis pestañas se ven largas y con brillo, mis labios tienen un color rosa fuerte.
— Me gusta, gracias – le sonrió.
— Cuando sea tu boda, me encargare de arreglarte – me sonríe y en ese momento tocan la puerta. – Es para ti, vamos.
Suspiró y voy a abrir la puerta, lo veo. Constantin tiene una camisa blanca, unos pantalones negros, su cabello está bien peinado y se afeito la barba, en sus manos tiene una flores. Veo cómo su mirada me recorre de pies a cabeza, tiene la boca ligeramente abierta y una sonrisa.
— Te ves muy hermosa – dice mirándome.
— Gracias – susurró sintiendo cómo mis mejillas se encendían.
— Toma – me entrega las flores. – Un pequeño detalle.
— Son hermosas – las huelo y me fascina lo dulce y hermosas qué son. Las dejó sobre la mesa.
— Vamos.
Salgo de la habitación y tomó su mano, sintiendo esa calidez de nuevo. Bajamos las escaleras y me dirige a una zona del infierno a la qué no he ido, en cuanto dos demonios abren la puerta me quedé boquiabierta. Había un gran candelabro iluminando la sala, había varias velas alrededor, la mesa estaba decorada con muchas cosas y de pronto me sentí cómo en un cuento de hadas, en una de las películas dónde yo soy la princesa. Constantin me está mirando y tiene una sonrisa, una hermosa sonrisa, un gran brillo en sus ojos, se acerca a mí y sin quitar la vista de la mía, me tomó de la cintura.
— ¿Te gusta, ángel?
— Me encanta – digo con una gran sonrisa. – Esto es… maravilloso.
Estoy muy emocionada, creo que nunca lo estuve tanto desde qué Miguel me llevó a comer hamburguesas por primera vez, Constantin se ríe y siento cómo algo dentro de mí se llena de calidez. Me gusta su risa. Me gusta su sonrisa. Me gusta el brillo en sus ojos. Me gusta la forma en la qué me mira. Me gusta él. Sí, él me gusta mucho.
Me siento y él toma asiento frente a mí, huelo algo delicioso y no sé qué es. Se me hace agua la boca.
— Pasta boloñesa – dice Constantin cuando empieza a servir la cena. – Acompañalo con un poco de parmesano y unas hojas de menta – pone el plato frente a mí.
— Huele delicioso Constantin – digo mirando el plato.
— Adelante, pruébalo.
Tomó mi tenedor y enredó la pasta en él, Miguel fue quien se esforzó por enseñarme a comer decente, y cuando salía con Gabriel decía qué no importaba la forma en la qué comiera, mientras lo disfrutara. Pruebo la pasta y… cielo santo, es deliciosa. Constantin no pierde gesto alguno y sonríe cuando me ve tragar.
— Esto es delicioso, nunca lo había comido, o al menos no sabía tan rico – vuelvo a tomar más.
Constantin comienza a comer, lo disfruta pero creo qué no tanto cómo yo.
— ¿Te gusta el vino? – pregunta y asiento con la cabeza. Sirve tinto en dos copas, pero entonces lo veo tomar una servilleta y se acerca a mí, limpiandome la boca.
— Lo siento.
— No lo sientas, me gusta qué disfrutes la comida – me sonríe y toma su copa dándole un sorbo. – Entonces, ángel, quiero saber más de ti. ¿Cuánto tiempo tienes en la tierra?
Tomó mi copa y le doy un pequeño sorbo, con Miguel también aprendí a degustar un vino.
— Cinco años, pero no era recurrente, podía venir una o dos semanas, máximo un mes y regresaba al cielo y no lo hacía sola, siempre era con Gabriel, Miguel o Emmanuela, e incluso a veces los tres.
Mencionar a Emmanuel pone tenso a Constantin, tal vez le moleste quien es él y no lo juzgo, a mí tampoco me agrada pero al final es un ángel.
— ¿Y entonces cuántos años tienes?
— Tengo 179 años – digo mirándolo y asiente con la cabeza. – Aunque Dios hizo qué mi apariencia fuera más joven. Me mantuvo oculta porque creía qué me volvería cómo Eva o Lilith, su problema fue qué creó un ángel con capacidad de ser libre de pensar hacer lo qué fuera, a ellas las hizo para doblegarse ante el hombre y cuando fueron tentadas por Lucifer cayeron fácilmente.
— Y en cambio a ti nadie te tentó.
— Emmanuel me dijo una vez qué estaba teniendo la misma actitud de Lucifer antes de caer – suspiró. – Le dije qué esa era la razón por la qué el infierno tiene a los mejores y nosotros sólo tenemos a los arrastrados.
— ¿Le dijiste eso? – dijo muy sorprendido.
— Sí, pero me gané la primera visita con el “espíritu santo” un torturador qué entre más dolor sientas es más honra a Dios – suspiró. – Fue desde ahí qué yo empecé a alejarme más de todo lo celestial, pasaba más tiempo en la tierra y me aleje de todos, incluso de Gabriel, tenía miedo de qué fuera con Dios y él volviera a darme el espíritu santo.
Siento las manos de Constantin tomarme, lo miró y veo un mar agitado en sus ojos, acuna mi rostro en sus manos.
— ¿Y aún así pensabas regresar con tal de no empezar el apocalipsis? – dijo duramente.
— Prefiero ser la única qué sufra a qué los demás lo hagan por mí – digo mirándolo, sus ojos se oscurecen más, es cómo si el mar estuviera agitado por una tormenta.
— Ángel, no vas a ponerte en riesgo por nadie más, ni siquiera por ti misma. Tu esposo o no, voy a protegerte, me salvaste más no te has dado cuenta de qué necesitas qué te salven – acaricia mis mejillas. – Nadie te pondrá un dedo encima, no sufrirás por nadie más, ángel.
— No puedes prever el futuro.
— No, pero soy la Muerte y soy capaz de joder a quien sea por ti – suelta mi rostro y veo qué saca algo de su pantalón. – Es por eso qué te prometo, te juro estar contigo en todo momento, bueno o malo, apocalipsis o muerte, luz y oscuridad, voy a estar contigo – toma mis manos y pone algo en ellas, bajo la mirada y veo un anillo. Una flor azul con pequeñas hojas verdes, lo miró y ahora está de rodillas. – ¿Quieres casarte conmigo?
— Sí.
No lo pienso, no lo medito, sólo respondió con una afirmación. Sí quiero. Quiero todo lo que siento con él, quiero experimentar más cosas con él, quiero estar con él, porque desde el momento en el qué despertó algo más despertó en mi interior.
Constantin sonríe, toma mi mano izquierda y desliza el anillo, se ajusta a la perfección, besa mi mano y vuelve a mirarme, acuna mi rostro entre sus manos y me besa. Vuelve a unir sus labios con los míos. La calidez de su boca, de su lengua. Besarlo es cómo tocar el mismo cielo, cómo probar el poder de un ángel. Tan bueno, tan exquisito. Es cómo morder el fruto prohibido y querer más.
— Espera – susurra. – No quiero hacer nada hasta qué estés completamente segura de quererme – me mira. – Hasta qué estemos casados, seré yo quien te enseñe un mundo qué no has conocido.
— Está bien – digo jadeando.
Siento cómo si hubiera corrido un maratón, pero me siento muy feliz y de nuevo una emoción recorre todo mi cuerpo y no me contengo de abrazarlo. He sido más feliz aquí, qué estado en el Cielo. Más feliz con Constantin qué con cualquier otro ángel.
Toma un control y presiona un botón, la sala se inunda con una canción.
— Lana del Rey, Young Beautiful – dice tomando mis manos y llevándome al centro de la sala, me pega a su cuerpo, me hace rodearlo por el cuello mientras él toma mi cintura. – ¿Has bailado antes?
— No.
— Bueno, esto es una de las primeras cosas qué te aprenderás conmigo – me sonríe. – Sólo relajate y dejame llevarte.
Siento qué nos movemos cómo si fuéramos plumas en el viento, nuestras miradas no se despegan, estamos sincronizados, acaricia mi cintura, pega su frente a la mía y me dejó llevar. Cierro los ojos y la voz de la mujer me lleva a otro mundo, uno dónde sólo estoy en los brazos de este hombre. Si esto es el amor, el amor qué Dios tanto dice qué existe entre una pareja, lo quiero. Quiero este amor. Abro los ojos y Constantin está sonriéndome.
— Mi ángel – susurra besándome los labios. – Mi vida – besa mi mejilla. – Mi sol – besa mi frente. – Mi prometida – vuelve a besarme los labios.
Me gusta.
La canción se termina, pero no nos separamos. Disfrutamos de esto el tiempo necesario. Pero al final, terminamos, terminó la noche de ensueño y me llevó a mi habitación. Me abraza cómo despedida y se va.
Me quedo tumbada en la cama, mirando el anillo qué tengo en mi dedo anular, hay una gran felicidad qué no se me quita y no quiero qué lo haga, quiero esto. Me quedo dormida siendo la mujer más feliz.
A la mañana siguiente, cuando estoy terminando de ponerme uno de los conjuntos de Constantin qué consta de un pantalón rosa y algo qué me llega arriba del ombligo qué es del mismo color, trenzo mi cabello y cuando salgo de mi habitación me encuentro a Constantin a punto de tocar mi puerta. Obtengo la misma reacción de ayer, recorre la vista por todo mi cuerpo hasta mirarme a los ojos con una sonrisa.
— Buen día ángel – besa mi mejilla. – Estás preciosa.
— Buen día – le sonrió y tomó mi mano, acariciando el dedo en el qué tengo el anillo. – ¿A dónde vamos? – preguntó.
— A dale las buenas noticias al infierno.
Vamos al comedor principal y cuando entramos, veo qué todos los príncipes están a la mesa, Caín y Gabriel también lo están, Lucifer está a la cabeza, Azzoth a su lado y veo a más demonios sentados a la mesa. Somos el foco de atención, aunque veo mucha sorpresa en Caín, Gabriel y Lucifer.
— Calia y yo nos hemos comprometido – dice Constantin. – Así qué a partir de ahora no quiero a nadie mirándola, ni siendo su sombra, ella ahora es mi prometida.
Todos se quedan callados, hasta qué Azzoth comienza a aplaudir y todos la siguen.
— Ya necesitábamos buenas noticias aquí – dijo Azzoth y nos abrazó. – Joder los felicito – me mira. – Y linda, me sorprende cómo estás vestida.
— ¿Cómo estoy vestida? – miró el atuendo. – ¿Me veo mal?
— Te ves hermosa – dijo Constantin.
Gabriel viene a mí y me abraza, pero es un pretexto para alejarme de Constantin, me mira de pies a cabeza y me lleva a dónde Lucifer y Caín están, parece qué les salieron raíces porque no se mueven.
— ¿Estás feliz? – dijo Gabriel.
— Mucho – digo sin contener mi emoción.
— Eso es mi ricitos de oro – me sonríe. – Pero recuerda, nada en está vida es bueno, y no porque estés sintiendo cosas por él signifiqué qué todo será así siempre. Cuando algo pase, sabes qué siempre estaré para ti y yo mismo te sacaré de este mundo y te alejare de todos.
— No le hagas caso – dijo Lucifer acariciando mi cabeza. – El amor siempre será lo más fuerte qué haya en el mundo y ni nuestro padre puede con él, así qué no te preocupes – besa mi frente.
— Lo mataré si te hace algo – dijo Caín y me abrazó.
Entonces llega Constantin y los mira con una sonrisa.
— Nosotros ya hablamos – dijo Gabriel. – Sabes qué te pasara si le haces algo malo.
— Lo sé – mira a Caín. – No la dañare, pero sí eso sucede, pueden hacer mi segunda muerte más dolorosa.
— Perfecto.
— La boda es en cinco días – dijo Constantin. – Por lo qué tengo poco tiempo – me mira. – Disfruta de tu familia – besa mi mejilla y se va. – ¡Azzoth, vámonos!
— ¿A dónde van? – digo sentándome con ellos.
— Es sorpresa – dijo Lucifer. – Ahora, come y cuéntanos cómo te propuso matrimonio, espero qué haya sido más romántico qué Crowley.