Charlotte dejó escapar un suspiro profundo, y sus hombros se hundían ligeramente como si llevaran el peso del mundo. Sus ojos, antes perdidos en el vacío, se clavaron en Reinaldo con una intensidad que lo hizo estremecerse. Mientras lo observaba, se decía en pensamientos: «¡Mmmm, ahora ya sé porque es que me llama, Aurora! ¡Es por mi nombre falso del bar deportivo en donde nos vimos! ―Lo miró entrecerrando sus ojos―Esta vez, si no estás tan odioso como en aquel día…» |Charlotte| Hace unos tres años, conocí a Reinaldo, el hombre que se convertiría ahora en mi salvador inesperado. Recién graduada como ingeniera industrial de la Universidad de Nashville, Tennessee, a mis veintitrés años, había dejado atrás mi hogar sureño para perseguir una oportunidad en la prestigiosa empresa ECO VIDA,