Era de noche y Lenin se encontraba terminando de lavar los platos de la cena. Puso los cubiertos en el escurridor y después caminó hasta una esquina de la cocina para tomar la escoba y barrer algunas migajas que cayeron en el piso.
En aquel momento entró Eliot con aquel típico rostro serio y abrió la nevera para sacar una gelatina.
A ella no le gustaba estar enojada con su primo, así que decidió hablarle.
—Eliot, disculpa por haber entrado a tu cuarto sin permiso anoche. No sabía que tenías cosas tan privadas allí, además, tampoco era consciente de lo personal que era ese libro para ti.
El joven miró fijamente a su prima a los ojos, dejó salir un suspiro y tragó en seco.
—Lenin, mira… —mantuvo su boca abierta sin saber qué decir— no te preocupes— desplegó una sonrisa.
Eliot llevó una mano a la cabeza de la joven y la acarició.
—Sigues siendo la misma chica curiosa —dejó salir una risita—. Por favor, no vuelvas a tocar el tema de esos libros, ¿sí?
—¿Pero, qué tienen de interesante esos libros?
—Por favor, prométeme que nunca volverás a tocar ese tema. Olvida lo que viste en mi cuarto —pidió Eliot volviendo a poner su semblante serio.
—Vale, está bien.
No, Lenin no aceptaba que su primo tuviera secretos con ella. Le parecía ofensivo, consideraba a Eliot como su mejor amigo y hermano mayor. Descubriría lo que había detrás de aquella logia y esos libros.
Lenin entró a la librería y caminó directo hacia aquel chico con ojos color esmeralda.
—Buenos días —saludó bastante sonriente—. Hoy el día está bastante nublado, parece que lloverá, ¿arriba hay paraguas en las mesas?, por cierto, ¿cuál es tu nombre? Yo me llamo Lenin, puedes decirme Lenin, nadie me pone apodo.
La joven quería enterrarse dos metros bajo tierra después de procesar lo que acababa de decir, ¡¿por qué aquel chico la ponía tan nerviosa?!, dejó salir una pequeña risa.
—¿En qué puedo servirte? —inquirió el joven bastante serio.
La boca de Lenin quedó entreabierta sin saber qué decir con aquella pregunta tan cortante.
—En realidad… —Lenin tragó en seco— sólo quiero leer un poco, pero… el libro que traje ya lo leí y no sé… si me podrías recomendar un buen libro.
—Al fondo a la derecha hay una biblioteca, puedes escoger el libro que más te llame la atención —respondió el joven con un rostro un tanto neutral.
La mirada de la joven barrió al chico hasta donde su mirada alcanzaba a observar, volvía a vestir con una camisa blanca de mangas largas. Así que concluyó que aquel era su uniforme de trabajo.
—Me gustaría leer “Orgullo y prejuicio de Jane Austen”, me gustan los libros clásicos y dicen que ese es muy bueno. Una vez, cuando estudiaba en el colegio me mandaron a leerlo, pero no lo hice y si aquí lo tienen, creo que sería un buen pasatiempo.
El joven, intentando tenerle paciencia a la chica que le sonreía con las mejillas totalmente ruborizadas, se levantó del banquillo en el que se encontraba sentado detrás del mostrador y caminó rumbo hacia la biblioteca de la librería.
A Lenin le impactó caminar al lado de él; emanaba un aire de imponencia y de cierta manera algo de elegancia. Al caminar a unos centímetros de él, pudo apreciarlo por atrás.
“¡Ay, qué trasero más sexi!” pensó la joven mientras se mordía el labio inferior y agudizaba su mirada para ver aquel punto fijamente.
Al entrar a la biblioteca, el chico se dirigió hasta una estantería y tomó el libro que Lenin le había pedido.
—Los libros de la biblioteca no pueden salir de la librería. Puedes leer en el segundo piso, si llegase a sucederle algo al libro, deberás pagar el precio estándar que tiene en el mercado —explicó el joven antes de entregárselo.
—Vale, entiendo —fue lo único que pudo decir la joven mientras se obligaba a no suspirar.
Lenin subió al segundo piso y pudo encontrar un mirador que daba una vista de gran parte de la ciudad. Había mesas redondas de cristal que tenían en el centro una gran sombrilla negra abierta y había un kiosco donde vio a un joven sirviendo un café a una chica.
Decidió acercarse para preguntar por el café, además, le pareció que el joven no era tan serio como el que atendía abajo.
—Buenos días, ¿quieres un poco de café? —preguntó el joven con una sonrisa amable.
—¿Cuánto cuesta la taza de café? —inquirió.
—Es cortesía de la librería Destino —respondió el chico.
—¡Qué idea tan genial! —soltó Lenin emocionada—, quiero una taza, por favor, sin azúcar.
Lenin se sentó en una banquilla frente a la barra mientras veía al chico servir su taza café.
—Nunca había estado en una librería como esta, es diferente a las demás —dijo la joven.
El chico, que ahora le pasaba la taza de café, era de cabello castaño claro, ojos marrones claros y piel blanca, también tenía el rostro con algunas pecas.
—La librería Destino desea ofrecer a sus clientes el mejor servicio posible —explicó el chico.
—Y sí que es un buen servicio, con razón se han hecho tan populares en la ciudad —elogió Lenin y después tomó un sorbo en su taza de café—. ¡Está delicioso este café!, ¿qué le hechas? A mí nunca me queda así…
El muchacho desplegó una gran sonrisa que lo hizo ver bastante amable.
—Sólo es café, aun así, muchas gracias.
—Dime… eh… —Lenin hizo un puchero.
—Saymon, mi nombre es Saymon.
—Bien, Saymon, mi nombre es Lenin.
—Mucho gusto, Lenin —saludó el joven bastante sonriente.
—Oye, Saymon, el chico de abajo…
—Imagino lo que preguntarás, por qué es tan serio, ¿no?
Lenin soltó una gran carcajada para ocultar su vergüenza.
—No te preocupes, estoy acostumbrado a que me hagan esa pregunta. Es el hijo del dueño de la librería y su padre lo castiga obligándolo a atender la librería. Imagino que no le gusta el trabajo.
—Pensaba que esa era su personalidad —dijo la joven casi a susurro—, pero es porque no le gusta el trabajo. Yo sería muy feliz atendiendo una librería y más si es una tan hermosa como esta.
—Bueno, no todas las personas piensan como tú.
Lenin estaba acostada en su cama a medio lado observando la luz de la luna que entraba por el balcón. Dejó salir un suspiro y se levantó, caminó hasta el balcón mientras se cruzaba de brazos.
—Qué hermosa luna llena —balbuceó mientras contemplaba el cielo nocturno.
De pronto, volteó a ver hacia la calle donde depositó su mirada en dos jóvenes que caminaban a mitad de la carretera vestidos de n***o y traían en la espalda una capa del mismo color. Parecía que discutían algo bastante fuerte.
—Ese es… ¿Eliot? —inquirió la chica.
Lenin se agachó para que no se dieran cuenta que ella los estaba espiando. Lentamente subió su mirada para poder observar por encima de la baranda de madera a los dos jóvenes.
—¿Por qué visten tan raro? —se preguntó.
Quiso observar más de reojo al joven que lo acompañaba, aunque, estaba de espalda mientras le hablaba muy fijamente a Eliot.
Después, pareció que la conversación entre ellos se volvió muy agitada y Eliot extendió su mano derecha. Inesperadamente, como sacado de una película de fantasía, su primo de alguna forma hizo que el joven volara por los aires cayendo a muchos metros de distancia de él.
—¡Ay, no puede ser! —soltó Lenin impresionada.
Notó que habló más alto de lo normal y por esta misma razón tapó su boca con sus manos.
Tuvo un horrible presentimiento y decidió gatear hasta estar adentro de su habitación para después escabullirse debajo de las sábanas de su cama. Su corazón palpitaba muy fuerte y su respiración se volvió agitada.
Por su mente se le venía la imagen de Eliot entrando a su habitación para hacerle algo o amenazarla con que no dijera nada de lo que había visto. ¿Quién era ese hombre y por qué Eliot lo aventó de esa manera?, de hecho, ¡¿cómo rayos hizo para hacer volar al joven de esa manera?! Ni siquiera su mano logró tocar al otro chico.
Lenin esa noche no pudo dormir, tuvo tanto miedo de lo que podría suceder si su primo o el otro joven se enteraban que ella había visto todo y por lo mismo echó seguro a su puerta.
Sentía sus manos demasiado estresadas y jugaban entre sí por la desesperación.
Se hicieron las seis de la mañana y Lenin saltó de la cama al escuchar que tocaron su puerta. Se acercó lentamente y preguntó:
—¿Sí?
—Lenin, ¿por qué cerraste con seguro? —era Eliot.
Lenin tragó en seco y respiró profundo para poder tener fuerza y abrir la puerta. Al hacerlo, inclinó la mirada y sólo pudo contemplar los zapatos negros de cuero de su primo.
—¿Qué te sucede? —inquirió Eliot mientras hundía sus manos en su pantalón n***o.
Lentamente, Lenin subió su mirada y notó que su primo seguía vistiendo completamente de n***o, pantalón y camisa de aquel color, pero ya no llevaba puesta la capa.
—¿Dónde estabas que vistes de n***o? —inquirió la joven.
—Salí a dar una vuelta por la manzana para poder despejar la mente —Eliot mostró una sonrisa amigable—, ¿no me veo bien de n***o?
—Pues… —Lenin respiró profundamente—, sí, te luce el n***o.
—Quiero comprar unos libros hoy, ¿me acompañas o ya tienes planes?
—¿Qué tipo de libros?
—Una trilogía, ¿te has visto la película Yo antes de ti? —Eliot soltó una pequeña carcajada—, me enteré que la escritora publicó tres libros de aquella historia y muero de las ganas por leerla.
—¿Desde cuándo lees libros románticos?
Desde que me gustó una chica y ella es amante a la lectura romántica.
Lenin estaba impresionada, Eliot se mostraba como el mismo chico amoroso con el que había crecido. Sin embargo, al poder verlo fijamente a los ojos, podía notar una gran tristeza; ¿qué le sucedía a aquel joven?